SONIA Y LEÓN (91) Dolor y camino

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—Exacto, qué buen ejemplo —confirmó Sonia con un chasquido en sus dedos—. Las asignaturas que no se han aprobado es necesario repetirlas hasta que el alumno pase satisfactoriamente el examen. Cambiemos ese término y hablemos de pruebas, de todos los desafíos por superar y todo quedará explicado.

—Sí, cariño, es una forma de verlo que me ha parecido apropiada. ¡Qué inspiración se respira en esta casa!

—Eso es bueno León, que los espíritus sabios nos iluminen siempre con su inteligencia —añadió el Delegado con una sonrisa—. Es curioso, pero hemos de hacer el viaje más lejano para tomar conciencia de ciertas cosas que aquí no podríamos asumir. Es una garantía de aprendizaje. No importa morir a la carne, la vida continúa y sabemos que nos tocará una etapa de reflexión, un tiempo de meditación para aclarar cuanto hicimos y también para organizar una nueva oportunidad de progreso.

—Hum… me encanta esa lógica tan abrumadora, jefe. Es un planteamiento bello y a la vez, de lo más práctico. No hay que ser un sujeto que brille en inteligencia para comprender todo esto; pienso que se trata más bien de una cuestión de voluntad. Tengo la impresión de que el Creador no diseñó este «sistema» para que sus criaturas evolucionasen sin esfuerzo.

—Eso lo tengo claro, León. De todo este tiempo profundizando en el Espiritismo, me he dado cuenta de que hasta las plantas han de girarse hacia la luz si quieren asegurar su supervivencia. También los animales han de moverse, porque la comida y el agua no les vendrán gratis. ¿Por qué iba a resultar diferente para el ser humano? Estamos en la cúspide de la creación, pero eso no nos exime de nuestros compromisos.

—Para mí, supone una gran satisfacción escuchar todo esto —expresó la dueña del café—. Confieso que no hay excusas. Por alguna razón que ahora me resulta imposible descubrir, este libro cayó en nuestras manos, León. Sea por lo que sea, ese hecho responde a un motivo y somos nosotros los que debemos desentrañar ese enigma. Eludir nuestra responsabilidad al respecto constituiría un desastre. Sería como contemplar toda la luz de la felicidad delante de nosotros y seguidamente, apartar la mirada. Sería como escuchar la melodía más maravillosa del mundo jamás compuesta y luego, tapar los oídos con tus manos.

—Así es, Sonia. Brillante como siempre, amiga. A mí me ocurrió algo similar en su momento y créeme, decidí mirar y escuchar. No quiero ni pensar lo que habría sido de mí si hubiese hecho lo contrario de lo que mi conciencia me decía. Estamos recorriendo un camino y eso es importante. También lo es tener consciencia de ello y por supuesto, de los retos que ese conocimiento nos exige. En ese nivel, ¿quién se pondría a andar para al poco, quedarse parado? Los desplazamientos reclaman esfuerzo, un impulso para avanzar sin desmayo y cuando nos detenemos, esos resortes internos que todos poseemos, nos duelen. Es la mejor señal de que no debemos desfallecer. No hay criatura que no sienta ese impulso desde su interior. No hay espíritu que desconozca su destino. Incluso el más atrasado o el más dormido, recibe esos avisos para adelantar su marcha. Otra cosa bien distinta es la libertad que todos tenemos para decidir. Gracias a Dios, existen esos mecanismos correctores que nos hacen volver a la senda. Con dolor, sí, justo el necesario para no caer en la inconsciencia y en el propio abandono. Ocurre así, a veces no hay otro remedio, y es esa angustia por la parálisis la que al final, empuja al individuo a reanudar su camino. No quisiera yo experimentar el sufrimiento que debe implicar permanecer tanto tiempo estancado.

—Concuerdo con ese mensaje —respondió León—. Siempre se ha dicho que la Verdad podía resultar dolorosa. He oído muchas veces esa frase en mis familiares, en algunos compañeros, en amigos… A pesar de ello, hay algunos que se niegan a procesar esas señales y que prefieren seguir perdidos. ¿No es así?

—Puede que sí —agregó Sonia— pero tal y como dice Hipólito, no hay parálisis que dure para siempre, aunque es cierto que cada cual puede prolongar su propio sufrimiento por no querer mirar hacia delante.

—¡Bien, chicos! —interrumpió el Delegado—. Ahora estoy un poco cansado, cuestiones de la edad. Me alegro mucho por vosotros, por esa tremenda fuerza con la que habéis acudido a mi casa para celebrar esta bendita reunión que jamás olvidaremos. Yo diría que con vuestro impulso, me habéis inyectado vitalidad en mi corazón. Os estoy muy agradecido, pero no podemos abarcar todos los temas en un encuentro. Como acordamos en su día, nuestra tercera reunión la haremos en vuestro piso. Así cambiaremos de ambiente y comprobaremos cómo nos va en un nuevo escenario.

—Ja, ja —rio Sonia—. Lo cierto es que estoy deseando ser la anfitriona. Tener este tipo de conversaciones tan profundas y trascendentes será un gran orgullo y una oportunidad única de seguir avanzando en estos temas que tanto me apasionan. ¿No opinas lo mismo, León?

—Sí, sí, no hay duda. Comparto tu punto de vista.

—Escuchad —intervino el Delegado—, porque se me acaba de ocurrir una cosa. Antes de marcharos, propongo una actividad que seguro resultará de vuestro interés. No sé por qué, pero tengo la sensación de que vosotros sabéis más de mí que yo de vosotros. Por ese motivo, me gustaría escuchar con toda la atención del mundo la versión que cada uno hacéis de vuestra propia historia. Os veo sonrientes. Por eso os pido un resumen biográfico de vuestro pasado. No es tan complicado ¿verdad? Eso nos servirá para conocernos mejor, para saber exactamente en qué punto evolutivo nos encontramos, ya que estamos tocando temas tan esenciales. Ya sabéis, usad palabras apropiadas al ambiente.

—Magnífica idea, Hipólito. ¡Uy, me he puesto hasta nerviosa, pero quiero hacerlo!

—Yo también, jefe. Me apunto al desafío, aunque no sepa ni lo que voy a decir. ¿Cuándo empezamos?

…continuará…

6 comentarios en «SONIA Y LEÓN (91) Dolor y camino»

  1. Que Maravillosa Reunion, debo ponerme al dia, sin embargo,no me siento perdida! que Interesante eso de hacer un resumen Biografico! algo parecido a un curriculumvitae, pero mas a lo humano espiritual!

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