—Te daré un consejo porque me caes bien, Jessica. En este negocio, ponte siempre en lo peor. Si luego la noticia no es tan mala, entonces tendrás tiempo de disfrutarla. Todo depende de dónde sitúes el listón. Si es demasiado alto, el sufrimiento es seguro. Sé realista y fuerte.
—Tomo nota de su reflexión. Siempre se aprende algo nuevo, Madame.
—Eres joven, como todas. Hazme caso y te abrirás camino en este mundillo. Y permanece espabilada para anticiparte. Si las cosas no te cogen de sorpresa siempre estarás más preparada para responder. Bien, tendré en cuenta todos los datos que me has revelado. Por terminar con mi exhortación, ya te digo que desconfío de Eva. Esa niña se trae algo entre manos que no me gusta. Pensándolo mejor, ¿sabes lo que vas a hacer, Jessica?
—No lo sé, Madame. Usted es tan lista y posee tanta experiencia que ni en sueños podría imaginar yo su respuesta.
—Ja, ja, qué graciosa eres, pero anda, céntrate y disimula un poco tus ganas de desplazar a tu compañera de profesión. Hay que ser sutil y no enseñar tus verdaderas intenciones, salvo que te convenga. ¿Me comprendes? No es bueno que los demás sepan con anticipación tus pretensiones. Tendrás que aprender a ser más desconcertante, idiota; incluso conmigo. ¿Has visto a alguien enseñar sus cartas antes de subir su apuesta?
—Claro, Madame. Lo tendré en cuenta —acertó a decir una asustada Jessica.
—Pues eso es lo que quiero que hagas. Ahora voy a ir a mi despacho a revisar las visitas que esa entrometida ha tenido últimamente. ¿Qué te apuestas a que de esa lista sale el nombre de ese misterioso caballero con el que hablaba el otro día? Me la juego a que es así. Tengo que conocer la identidad de ese hombre que ha solicitado los servicios a domicilio de nuestra admirada «putita». O puede que la cosa sea peor.
—¿Peor? ¿A qué se refiere, Madame?
—Chiquilla, ponte en el más lamentable de los escenarios. Te lo dije antes. Es posible que Eva, a pesar de su juventud, quiera largarse de aquí. Si cree que puede actuar con impunidad, las lleva claras. Ya te digo yo que de aquí no se sale tan fácilmente y mucho menos a su edad. Para eso, la que te habla tendría que dar su autorización. En fin, esperemos acontecimientos.
—Me encanta su manera de razonar y su capacidad para adelantarse a los hechos, Madame. Es como si usted tuviera en cuenta todas las posibilidades de un problema y luego, eligiese la que más le conviniese.
—Sí, de eso se trata. Me voy al despacho —afirmó la dueña mientras que se incorporaba de la cama—. Ya nos veremos luego por las mesas. Buen inicio de semana y que tengas muchos clientes de manos llenas.
—Gracias, Madame. Eso mismo digo yo.
—Gracias a ti, muchacha. Anotaré tus servicios en tu historial. No soy una ingrata que se olvida de la ayuda recibida —expresó Giselle mientras que le daba un pequeño pellizco cariñoso en la cara a la chica.
Pasado un rato y siendo puntual, Eva llamó a la puerta del despacho de Giselle, como si no pretendiese hacer ruido.
—Madame, ¿da usted su permiso? Como no la veía en el salón, supuse que estaría aquí, preparando la jornada. Menos mal que me estaba esperando…
—¿Cómo dices, insensata? ¿Tan importante te crees como para pensar que yo iba a estar aquí aguardando tu visita?
—No, Madame —respondió cortada la muchacha—. No pretendía decir eso. Discúlpeme. Solo quería hablar con usted.
—Venga, déjate de tonterías y pasa. Siéntate en el sofá —manifestó Giselle acomodándose en su elegante sillón decorado en tela roja—. Entonces, ¿qué es eso que deseabas comentarme?
—En verdad no se trata de que yo le comente nada.
—¿Eh? ¿Qué quieres decir? Déjate de acertijos estúpidos que estoy muy ocupada, que vamos a empezar la semana. Abrimos a las ocho, muchacha. ¿No ves que mi tiempo es muy importante? Te huelo, chiquilla y sea lo que sea, no me gusta este jueguecito que te traes entre manos.
—Pero… si todavía no le he dicho nada….
—Mira que te conozco y que sé hurgar hasta en tu mirada. Soy perra vieja y sé de tus movimientos, aunque como veo que eres joven, es posible que te estés dejando llevar por el arrebato, no por la cordura. Es curioso, porque desde que eras una cría tanto yo como tu madre supimos darte los consejos más adecuados para desenvolverte en este negocio. No lo olvides nunca.
Eva tragó saliva con dificultades y una extraña sensación de miedo empezó a envolver su cuerpo. Tuvo la desagradable impresión de que su jefa podía leerle sus más íntimos pensamientos, como si fuese un alma desnuda ante la presencia de aquella mujer francesa curtida en mil batallas. Tal era su increíble ascendencia sobre todo el personal femenino que trabajaba en «Le Paradis».
—Trataré de explicarme, Madame. No soy yo la que quiere hablar con usted, sino un caballero que estará aquí en unos minutos.
—¿Un caballero? Vaya con el misterio. Y yo, perdiendo aquí el tiempo con tus confabulaciones. ¿Acaso le conozco?
—Creo que sí, aunque no sé si le recordará.
—Ya veo. Interesante, pero recuerda que mi memoria es excelente, como se corresponde con la actividad que regento. Y ¿de quién se trata? Por la cara que pones debe ser un director general de algo o un funcionario de alto rango.
La joven, aunque inexperta, había aprendido lo suficiente como para no darle demasiadas pistas a aquella señora que se movía como pez en al agua en cualquier conversación de prostíbulo o incluso fuera de allí.
—Discúlpeme, Madame, pero aún no se lo puedo revelar. Es él el que prefiere presentarse por su cuenta ante usted. Serán solo unos minutos.
…continuará…