LOS OLIVARES (57) La foto comprometedora

2

—¿Eh? Se trata de un compás y un cartabón…interesante… y un triángulo con un ojo abierto en medio del símbolo. Insisto en lo de antes: una vulgar foto de una antigua reunión de masones. Vale. ¿Y qué? Lo que le dije… ¡menuda decepción! Además, la masonería ha sido absolutamente prohibida desde hace meses. Por cierto, ¿qué son estas cruces que tachan las cabezas de algunos hombres?

—¿No se lo imagina?

—Pues la verdad es que no.

—Supongo que estará al corriente del problema que existe con los masones.

—Claro que sí. Desde haces unos meses está funcionando una disposición legal que permite su persecución y eliminación.

—Pues sobre ese asunto, estas cruces que aparecen en la foto muestran a los masones que ya han desaparecido del mapa. Por su connivencia con el bando republicano y sus ideas, se dará cuenta de que fueron purgados a lo largo de la guerra. Se ve que tuvieron la «mala suerte» de vivir en aquellas zonas donde triunfó el alzamiento.

—Vale, todos sabemos de esa cuestión. Y a mí ¿qué?

—Vamos a ver, señor Salazar. Me extraña esa falta de atención por su parte. Se ve que ha tenido un día de mucho trabajo y que se encuentra usted un poco obtuso. Le ruego que se fije bien en la imagen. ¿Reconoce a alguien cercano entre los asistentes a esta reunión? Por favor, haga un esfuerzo.

—Sí, vaya día que llevo. Está bien. ¿Eh? No es posible…

La cara de Carlos realizó una mueca extraña. Después de revisar con detalle la imagen, echó hacia atrás su cuerpo como tratando de reflexionar.

—¡Vaya, vaya! Pero si este señor de aquí es mi padre… No lo había distinguido así a primera porque esta foto tiene ya unos años, cuando mi padre era mucho más joven. Caramba, esto debió ser después de la muerte de mi madre. ¿Será posible? Resulta imposible de creer… mi padre, un masón… La pregunta que viene ahora es de obligado cumplimiento. ¿De dónde diablos ha sacado usted esta foto?

—Vuelve el señor a equivocarse con tantas preguntas. Parece un policía. Lo esencial es lo que existe en este documento gráfico y no cómo lo he obtenido. Para satisfacer algo su curiosidad, le diré que tengo buenos contactos en la ciudad y que sé moverme por diversos círculos. Créame, en estos tiempos de necesidad y de denuncias, es bueno saber desenvolverse y poner el precio justo a las cosas.

—Es lo que yo decía antes: usted tiene un problema consigo mismo que es la falta de identidad y se cree que es un gran espía que anda vendiendo por ahí declaraciones o fotos al mejor postor. Además, de esto hace mucho tiempo. ¿Qué es lo que quiere que yo haga? Yo soy dueño de mis actos, no de los ajenos, incluso aunque se trate de mi padre.

—Ja, ja, da usted una sensación de simplicidad que no cuela con un asunto tan complejo como el que estamos dilucidando.

—Oiga, me está empezando a cansar com su charla. Me noto fatigado. Creo que dejaremos esto y me iré a casa.

—Bien, en ese caso, le seré franco y terminaremos rápido. Veamos: esta imagen posee un valor incalculable. Su padre es uno de los más distinguidos miembros de la nobleza de este país. Él ostenta un título que proviene de la Edad Media, casi nada; por cierto, un título que algún día no muy lejano pasará a usted, como es lógico. Que yo sepa, usted solo tiene una hermana y como varón y primogénito de la familia, le corresponde seguir con la tradición. ¿Verdad, señor futuro marqués de Salazar?

—Tiene un discurso que parece un vendedor de feria. ¿Quiere ir al grano, señor desconocido?

—Claro. Y yo le digo que, por conseguir este documento, algunos pagarían lo imposible. Tengo entendido que hay algunas personas cercanas a los ámbitos del poder que están deseando trincar a masones para fusilarlos y así quitarles sus propiedades. En fin, si usted me ofrece un precio razonable por hacerse con esta foto, pues asunto arreglado. Se queda con el documento y como decimos por aquí: «muerto el perro, se acabó la rabia». Usted salvaría el buen nombre de su padre y el suyo propio, porque ser el hijo de un aristócrata masón perseguido por el Estado, digamos que comprometería su futuro. ¿No le parece, don Carlos? ¿Acaso me equivoco?

—Ja, ja, qué ingenioso. Ver para creer. A lo que está dispuesta la gente hoy en día con tal de sobrevivir. Qué forma más astuta de conseguir un buen dinero y sin dar un palo al agua. Sin embargo, le diré mi opinión…

Haciendo gala de una rapidez inusitada, el abogado cogió la foto con sus dos manos y ante la sorpresa de su interlocutor, la rompió en cuatro pedazos sin que el desconocido pudiese reaccionar.

—Bueno, señor anónimo. ¿Cómo se ha quedado? Asunto zanjado: «se le murió el perro y ya ve, también la rabia». Ahora soy yo el que me río, ja, ja… ¡A la mierda esa recompensa y ese chantaje que pretendía hacerme! Ha estado usted poco espabilado y al final, lo ha pagado caro. De veras, ¿creía que podía colarse por mi despacho para amenazarme con una simple foto y sacarme los cuartos? ¡Venga hombre, no sea tan ingenuo! ¿Cree que está tratando con un vulgar idiota? Y ahora, lárguese de mi vista o seré yo el que le eche de aquí a base de empujones o de patadas. Lo que prefiera, je, je…

…continuará…

2 comentarios en «LOS OLIVARES (57) La foto comprometedora»

  1. Carlos agiu de forma presunçosa e arrogante. É do «contra», somente suas ideias são corretas. Não percebe que suas atitudes podem derrubá-lo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

LOS OLIVARES (58) El precio de un chantaje

Dom Abr 16 , 2023
Por sorpresa, aquel individuo del que Carlos ni siquiera sabía su nombre se echó a reír mientras que su mirada denotaba una astucia muy por encima de la que el abogado podía imaginar. —Señor letrado, permita que me ría de su «ingeniosa» ocurrencia. Usted debe pensar que yo soy completamente […]

Puede que te guste