Tras unos segundos más de concentración…
—«Es muy listo este docente de tres carreras, pero a mí no me va a asustar. Ignora que se enfrenta a alguien que ha ejercido la psicología durante quince años. ¿Habrá creído que me puede controlar como a un niño que le dice amén a todo? Hum… ya sé lo que voy a hacer. ¿Por qué no se me habrá ocurrido antes? He de trazar un plan, no entrar en esa casa sin tener una alternativa para la reacción que pueda presentar ese tal Alonso. Es que esto de morirme me ha alterado toda la inventiva de la que disponía en mi vida. Es increíble… soy un difunto… pero pienso más que antes, hasta el punto de agobiarme de tanto cavilar. ¿Dónde está esa inteligencia de la que me enorgullecía? Es curioso, pero si me sigo enfadando, voy a terminar por pronunciar su nombre y no quiero que se presente de nuevo con sus consejos de padre clemente, que soy un adulto.»
Pasados unos minutos frenéticos en el pensamiento de David, su reflexión fue alejándose por sorpresa de su inicial discurso…
—«Creo que la niebla se va disipando. He estado obtuso porque no puedo disponer de mi antiguo cerebro, pero de esa sombra que haya quedado en mí, algo aún funciona. Veamos. ¿Por qué el otro día no pude acceder a mi hogar? Claro, existía una extraña barrera invisible que me impedía subir las escaleras, entrar allí. Pero… ¡hay otra posibilidad! Si yo no puedo penetrar en mi piso, ¿existe otra alternativa? Por supuesto que sí. Podría verlas fuera de casa. Ahí está la clave. Ja, ja, ja… voy a consultar uno de esos relojes que hay por la calle y antes de que sean las cinco de la tarde, me acercaré al colegio de donde debe salir mi niña. Bien, lo has organizado todo bien, David. Solo me faltaba recuperar la confianza en mí mismo. Mi mujer aparecerá por allí a recoger a nuestra hija y entonces, ese será el momento idóneo para abordarlas.»
Otra vez, el desánimo cundió en la figura pensativa del psicólogo, que durante unos instantes, se había olvidado por completo del compromiso que había adquirido con el profesor a la hora de encargarse del tratamiento de Alonso Álvarez.
—«Recapacitando, he de templarme un poco. Lo cierto es que no estoy seguro de que pueda comunicarme con ellas. Maldita sea, una cosa es verlas y otra bien distinta, hablar con Sandra y con Paula. Es más, lo lógico sería que ni siquiera me distinguieran. Mi esposa nunca me dijo que tuviese la capacidad para ver un espíritu. Mi hija, tampoco. Y, en estas circunstancias, me guste o no, he de reconocerlo: eso es lo que soy; puedo ver, pero no ser visto; puedo hablar, pero no ser oído. ¡Vaya, vaya, no puedo escapar de este círculo vicioso! Y pensar que ya me sentía feliz por mi idea. Bueno, me da igual. A lo mejor se me ocurre algo en ese instante y les hago llegar la información de que aún estoy con ellas, que pienso en su situación las veinticuatro horas del día. Esta pasión que me envuelve con tan solo imaginarlas no me hace ningún bien; he de ser más ponderado. Meditando con calma, lo mejor será reducir mis expectativas, para no llevarme luego un disgusto. Creo que con contemplarlas, ya me daría por satisfecho. ¡Venga, David, adelante, que tú puedes! Anda, ahí hay un tío consultando su teléfono móvil. Me acercaré para comprobar qué hora es.
Tras ponerse justo al lado de aquel viandante que esperaba sentado en un banco la llegada del autobús…
—«Ah, perfecto. Las tres y media de la tarde. Por fin, un golpe de suerte. Estoy a tiempo de desplazarme hasta el colegio de mi hija. Uf, Dios, ¡qué nervios! No sé si podré resistir la emoción…»
Conforme la figura de David se aproximaba al lugar acordado en su mente, es decir, la escuela donde su hija era recogida todas las tardes por su madre, nuevas cavilaciones llegaron a su cabeza.
—«Por fin, ya he llegado. Este es el sitio perfecto. Me sobran minutos. Ya veo a algunos padres, de esos que siempre se adelantan. Menos mal, ahora que me doy cuenta, no tenía la menor idea sobre si hoy era un día laborable o no. Por fortuna, parece que sí; en caso contrario, ¿qué haría toda esta gente aquí? Me quedo más tranquilo; mi esfuerzo no ha sido inútil. Creo que no había pateado tanto Madrid ni siquiera en los últimos meses. Caramba, ahí está la madre de Pablo… y el padre de Lorena. Normal, son siempre de los primeros. Estos se creen que les van a secuestrar a los hijos. ¡Qué exagerados! Si una tarde viniesen con retraso, les daría un soponcio.»
Los minutos que restaban para la salida de los críos a las cinco y media transcurrían lentos, parsimoniosos para la inquietud que se había apoderado de David. Se había situado a unos metros de distancia, observando desde un lugar seguro cómo el bullicio en torno a aquella puerta metálica se iba incrementando. Comenzó a impacientarse. No se explicaba cómo podía ponerse tan furioso ante cualquier contratiempo. Sandra era muy puntual y normalmente llegaba a los escalones de aquella salida con la precisión de un reloj. Sin embargo, en aquella ocasión, su figura no había aparecido. Para aumentar la desazón del psicólogo, pese a la atención que ponía en la vista de aquel escenario, Paula tampoco había salido desde el interior, cuando apresurada y llena de impulso, siempre se arrojaba a los brazos de su mamá.
La cara de David presentaba a cada momento un peor aspecto. Iba identificando a cada uno de los padres, a cada uno de los alumnos que salían y el vínculo que les unía con su niña. Todos, menos su Paula. Nada de nada; total desesperación. Una vez que los críos abandonaron el colegio, el conserje se dispuso a cerrar las puertas. Un silencio incómodo volvió a aquel lugar. El típico alboroto de la zona, provocado por la aglomeración de personas, cesó. Le produjo una gran rabia el hecho de que los correteos y los chillidos desapareciesen. Resultó increíble cómo le molestó aquella tranquilidad. ¿Sería cierto que a pesar de su ilusión, había perdido una nueva oportunidad de encontrarse con los suyos? ¿Con qué grado de frustración reaccionaría tras la segunda gran decepción recibida después de muerto?
…continuará…
O combinado era ajudar Alonso. David ficou frustrado porque não obedeceu às instruções que havia recebido do professor. Ele agiu como os encarnados, se puder dar um jeitinho…
Sim, é assim, Cidinha. Não é fácil priorizar as coisas que um espírito tem que fazer.
Meu irmão gratidão pelo alerta, pois julguei o espírito. Fui ao Centro e recebemos duas mensagens sobre o julgar, claro que foi mais um alerta.
Grato, Cidinha. Foi uma boa aprendizagem. Ótimo fim de semana.
Concordo.