—Vale. En cuanto termines de reproducir en tu pensamiento esa conversación entre padres, quiero que me razones de un modo contundente un diálogo contigo mismo para restarle valor a ese episodio. Venga, tírate al agua y comienza a nadar. Te escucho…
—Pues… me diría a mí mismo… «esto no debería preocuparme».
—¿Ya? No, te has quedado a medias, Alonso. Me gustaría escuchar algo más tajante, incluso con un gesto de rabia en tu cara. Vamos…
—Eh… «esos dos imbéciles no me van a alterar el día con su estúpida verborrea. No pienso dejar que se involucren en mi vida. Además ¿qué sabrán esos dos de mí? Qué fácil es descalificar cuando no se no se conoce a las personas. No tienen ni la más remota idea».
—¡Bien! Estás mejorando. ¿Te has llegado a indignar?
—Pues sí. Bastante.
—Y ¿qué has notado por dentro?
—Que conforme iba pronunciando esas palabras, me daban ganas de darles un puñetazo y de escupirles.
—Ja, ja, no hace falta llegar a ese extremo. ¿No querrás que te denuncien por agresión?
—Claro que no.
—Mira, todo esto es más simple que propinarles una paliza. Se trata tan solo de evitar que ellos se apoderen de tu mente, de quitarles la posibilidad de influir en tu vida.
—Entonces, David ¿crees que repitiendo frases contundentes como esas podría aislarme de su influencia negativa?
—No se trata de aislarte, ese no es el problema. Como decías antes, vivimos en constante interacción. La clave está en razonar. Partamos primero de un principio: es imposible evitar que los demás hablen de nosotros o que nos critiquen. Segundo, lo que opinen de ti es «su» problema y no el tuyo. Tú, por voluntad propia, decides no hacerte cargo de esos comentarios, de modo que no permites que te afecten. Fíjate, por mucho que te agobiases por esas opiniones, tú no ibas a cambiar ni un milímetro su criterio. ¿Ves lo absurdo que a veces nos comportamos? Lo esencial es practicar a solas con frecuencia. No estoy hablando de una varita mágica para deshacer un hechizo. Has de ser constante con tu diálogo interior y en cuanto lleguen a tu cabeza pensamientos inapropiados, como el que hemos visto, ¡zas!, duro y a por ellos. No puedes permanecer pasivo, como esa barquita a merced del viento. Es hora de contraatacar ante los pensamientos negativos y en vez de dejar que te invadan, hay que recomponerlos para darles otro sentido, por supuesto, mucho más positivo y adaptativo para ti y tus intereses.
—Oye, pues me gusta ese planteamiento. Expuesto el argumento de esa forma tan pasional, llega mejor al entendimiento. La verdad es que ahora me siento pleno de optimismo.
—Claro, esa pasión también se la puedes dar tú. Esa es tu labor. Yo te ofrezco la herramienta, pero su uso te corresponde solo a ti. ¿Lo captas?
—Desde luego.
—Bien. Sigamos un poco más con nuestros amigos estoicos. ¿Te suena el nombre de Séneca?
—Hombre, por Dios, que he estudiado Magisterio. Claro, él era de Córdoba, como a unos 400 kilómetros de aquí.
—Pues fue otro de los más claros exponentes del estoicismo, de esa filosofía que a partir de hoy, me gustaría que tuvieses mucho en cuenta, pues te va ayudar un montón en tu proceso de recuperación. Era tan inteligente que el mismo Nerón le condenó a suicidarse, ese emperador loco que dicen que estuvo a punto de destruir Roma a través de un incendio. Además de acusarle de una conspiración contra él, debía estar muy harto de sus consejos y ya ves cómo le pagó. Ese estúpido, en vez de dejarse guiar por la sabiduría de un filósofo, cedió a sus tendencias más salvajes. Digamos que ese gobernante, por llamarlo de alguna manera, no siguió mucho los postulados del estoicismo.
—Sí, está claro. Pasó a la historia como unos de los emperadores romanos más dañinos para su pueblo.
—Y… ¿qué me dices de Marco Aurelio?
—Me encanta ese personaje. ¿Sabes una cosa? Cuando era un adolescente me mandaron en clase que debía leer su libro «Meditaciones». Después, tuve que hacer un trabajo sobre ello con el que disfruté mucho. ¡Qué gran hombre el «emperador filósofo», tal y como ha pasado a la historia!
—Me alegro por la coincidencia. No estaría mal que desempolvaras algunas de las enseñanzas y reflexiones de estos señores que hemos mencionado. Repasando sus principios notarás una mejoría y sobre todo, te sentirás más seguro de los razonamientos que hemos expuesto. Ya sabes, ¡pon un estoico en tu vida! Parece mentira que dos mil años después, ellos hayan vuelto y estén de moda, al menos en el campo de la psicología.
—Pues sí. Haré lo que me indicas. La sabiduría universal no está reñida con las épocas. Se mantiene en el tiempo y es inmortal.
…continuará…
Capítulo fantástico. Maravilha Alonso começar a entender que precisa aprender a estar em paz consigo mesmo, é um ótimo começo para sua melhora.
Grato pelo comentário, Cidinha. Ótima semana.