SONIA Y LEÓN (19) De las palabras a los gestos

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—Oye una cosa, León. Debes disculparme por lo que te he dicho antes con respecto a la bebida. No es que me importe ni tampoco soy tu madre para controlarte, pero es que pensé que podía existir una relación directa entre tu decepción amorosa y el consumo de alcohol. Ya me entiendes, pasas por una mala experiencia que te afecta mucho y ¿qué es lo más fácil? Recurrir a los efectos relajantes de la bebida para evadirte de tus recuerdos o de unas circunstancias que te resultan de triste memoria.

—Me quedo sin palabras ante tus argumentaciones y no puedo salir de mi asombro —expuso el joven con gesto de admiración—. Quizá necesitaba encontrarme con una persona como tú para que me dejase las cosas claras. Si te digo la verdad, antes de conocer a Marta, yo bebía ocasionalmente, es decir, en fiestas o en algunas relaciones sociales. Sin embargo, a raíz de mi separación de ella, el consumo se disparó. Por fortuna, no bebo en el trabajo. Además, eso me traería unas consecuencias indeseables. Sin embargo, desde hace un tiempo y siempre que voy a algún sitio que no sea la delegación de Hacienda, lo primero que hago es pedirme una copa y como tú dices, porque me quedo más tranquilo y no le doy tantas vueltas a la cabeza. Piensa que la mayor parte del tiempo, a excepción de las ocho horas de mi trabajo, estoy solo y que eso es peligroso de cara a caer en la tentación de beber.

—Bueno, es genial que hayas sido tú mismo el que reconocieras la raíz del asunto. Dice mucho en favor de que eres consciente de lo que te pasa. Ya sabes que cuando quieres enfrentar algún problema en tu vida, primero has de tomar conciencia de que ese problema existe. Es que hay muchos ignorantes por ahí, expertos en buscar las dificultades en los demás e incapaces de reconocer las propias. Ya te he contado mi opinión al respecto: no se trata de borrar tu pasado a través del alcohol, simplemente de contemplarlo desde otra perspectiva. Hay cosas que es mejor que sucedan antes que después, te lo digo desde el corazón. Imagínate que os casáis y que después ella te es infiel. Para ti, habría supuesto un disgusto mayor. Piensa en que esa infidelidad hubiese ocurrido con hijos de por medio. La separación aún habría resultado más traumática, con unos críos inocentes que se habrían expuesto a una situación nada deseable: ver cómo sus padres deben llevar vidas separadas. En resumen, puedes beber con moderación para divertirte, pero en ningún caso para olvidar unos hechos acontecidos que han sido desagradables. No creo que la realidad funcione así ni que el alcohol arregle nada. En todo caso, podría incluso agravar o ser origen de nuevos conflictos. Como pasa con el resto de drogas, una vez que cesan los efectos, necesitas volver a consumir para no caer en la ansiedad. En definitiva, entras en un círculo vicioso que solo empeora las cosas.

—La verdad habla por tu boca, Sonia. Parece que eres tú la mayor de los dos, la que guarda más sabiduría y yo, el inconsciente, alguien que se mueve a golpe de emociones. Ante la contundencia de tus argumentos, solo me resta aplaudir y aceptar que hay algo en ti que me fascina. Habrás estudiado turismo, pero posees una habilidad que viaja mucho más allá: tu capacidad para leer en el libro de las personas, tu habilidad para penetrar en el fondo de quien tienes enfrente. ¿Quieres que te diga una cosa?

—Antes de cerrar y salir a la calle, soy toda oídos.

—Bueno, solo quería darte un abrazo para mostrarte mi agradecimiento por un lado, y por otro, mi admiración. Algún día llegaré a valorar en su justa medida la suerte que he tenido al cruzarme contigo.

—Pues venga, dame ese abrazo tan sentido, León, de esos que salen directamente del corazón.

Pasados unos segundos de profundas emociones…

—¿Has dicho suerte de conocerme? —replicó de repente Sonia—. ¿Y no será al contrario? Quizá sea yo la que deba alegrarse por haberte encontrado. Si ese día no hubiese derramado aquella cerveza sobre ti, hoy no estaríamos hablando aquí. Esa fue la clave, la señal definitiva que mostró que no debíamos permanecer indiferentes el uno con el otro. De todas formas, quiero que sepas que no creo en el azar. He tenido que aprender a madurar con rapidez. La desaparición de mis padres me dejó sola frente al mundo y a pesar de las dificultades que ese fenómeno conllevaba, aquello aceleró mi crecimiento. Montar este negocio también contribuyó a hacerme rápidamente adulta, por la responsabilidad que implicaba. Por mi experiencia, mi buen amigo, la suerte es una quimera, una excusa que muchos emplean para no profundizar en las razones de sus éxitos o de sus fracasos. Es también una forma muy efectiva de negar el valor del libre albedrío y un método muy sutil para mermar el valor de la responsabilidad individual. No sé lo que opinas al respecto.

—Lo que tú digas, profesora. No sigas hablando, porque con tus enseñanzas y comentarios, cada vez me deslumbras más y cada vez me siento más pequeño ante tu luminosa presencia.

—Ja, ja, ja… ¡Ay, León, cómo te gusta agasajarme!

Y la noche primaveral, conforme las horas avanzaban, se vestía cada vez más de flores con su delicado olor a azahar. Al principio, con más palabras que gestos y luego, con el transcurso del tiempo, con más gestos que palabras. La calidez de la temperatura, la ingesta de alcohol y la perfecta sintonía manifestada entre aquellos dos jóvenes provocó que el lenguaje callara, de modo que primero, surgieron los abrazos, luego, las caricias y por último, los besos más apasionados. Algo maravilloso había brotado en aquella madrugada y ninguno de los dos protagonistas podía afirmar si ese lance de afecto sería solo aventura accidental o si tendría una continuidad en el futuro.

A la mañana siguiente y habiendo ya asomado el sol por el horizonte, los ojos de León se abrieron y este se quedó sorprendido cuando no observó la lámpara ni el techo con vigas de madera de la habitación en la que dormía desde hacía ya unas cuantas semanas en su piso de alquiler.

…continuará…

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