—Y yo que sé, Jessica —expresó la chica moviendo sus manos compasadamente—.
—Pues ya te podría haber avisado de sus intenciones con anticipación, el muy malvado. Si no quería hijos, que lo hubiese manifestado claramente desde el inicio, caramba.
—Cierto. Si me lo hubiese advertido habría sido mucho más escrupulosa. Al principio, iba todo tan bien que cuando empecé a sospechar de mi embarazo pensé que la noticia no le importaría. Armando tenía un proyecto de futuro en su cabeza, muy ligado a la expansión y al éxito de su empresa. Sin duda, es un tío emprendedor, un hombre de negocios con vista, un triunfador. Yo no sabía que la gestión de unas tiendas de electrodomésticos podía dar para vivir tan bien. Pero fíjate que con tantas victorias a sus espaldas se le olvidó lo más importante: atender a su mujer, la madre de su único hijo.
—¿Estás segura? A ver, cuenta. ¿Qué relaciones había tenido con otras mujeres?
—Ni él me explicó mucho de su historial ni yo tampoco puse mucho interés en preguntarle, no fuera a ser que se molestase por mis indagaciones. Era su pareja, no una detective contratada para investigarle. Yo disfrutaba de una vida nueva junto a la persona que amaba y no convenía remover mucho su memoria. Seguro que tuvo otras relaciones, pero de corta duración. A lo mejor le daba miedo disfrutar de una relación más larga. Quizá ni lo sepa, pero es posible que sea un solterón empedernido y tal vez no tenga conciencia ni siquiera de eso. Por eso sus vínculos no cuajaban.
—Ahora lo entiendo mejor. Dios, qué difíciles son las relaciones con los hombres. Te lo digo con claridad, Eva: mi criterio es no arriesgarme, no vaya a ser que se me rompa el corazón. Creo ponerme en tu piel, compañera. Aquello resultó un flechazo, no le des más vueltas. Al final, todo eso te superó porque tú eres una soñadora, una chica enamorada de tus novelas que fantasea más de la cuenta. Ya lo decía la Madame: leer tanto te conduciría a estrellarte.
—Mira que si después de todo ella tenía razón…
—Te venció la ilusión, creíste que era la oportunidad de tu vida para volar y así escapar de este negocio y ya ves las consecuencias: te dejó tirada a las primeras de cambio. Es que las putas no servimos para otros trabajos. ¡Qué desgraciado! Él y todos los de su calaña. Unos pagan para que les des placer y otros, te hacen promesas que luego no cumplen. Te han dejado desnuda y en la calle. Nos dan de comer, pero no dejan de ser unos miserables, sobre todo en su actitud con las mujeres.
—No me lo recuerdes. Por desgracia, lo he sufrido en mis carnes. ¡Bah, no quiero hacer sangre con este asunto! Supongo que generalizar puede dar lugar a errores. Dependerá del tipo de hombre, como en todas las cosas. Habrá de todo, pero el que a mí me tocó desde luego que no superó la prueba. A veces pienso que tengo una mala suerte que no me merezco. Es como una cadena que arrastro de la cual me resulta imposible liberarme. En fin, que me he llevado un disgusto terrible. Al menos, no me abandonó en la puñetera calle. Me pagó durante un año un piso de alquiler y me dio un generoso dinero para cubrir mis necesidades durante el embarazo. Lo que pasa es que el dinero se acaba, porque una sigue gastando. En fin, que tenía que tomar una decisión. Así es la vida y por eso estoy aquí. Ahora ya sabes por qué he vuelto.
—Cuidado, que no eres tú la única en sufrir en este asqueroso mundo. Lo que nos pasa a nosotras es que tenemos prohibido enamorarnos. Parece una ley estúpida, carente de lógica, pero tiene su fundamento. Ya ves, amar a alguien te hace entrar en pánico, porque las consecuencias son un peso añadido a la carga que debes soportar. Te puedes quemar como si te arrojasen a las brasas.
—Bueno, después del desahogo, ya me siento un poco mejor. ¿Y la Madame? ¿Está bien? Me preocupa que me presente ante ella y por lo que sea, me ponga de patitas en la calle. Se ve que la decepcioné y puede que su venganza sobre mí se vaya a consumar ahora.
—¿Cómo dices? ¿Acaso no se sacó un buen pellizco de dinero por ti? Nunca me ha dicho la cantidad que le pagó ese hombre por liberarte, pero seguro que resultó una magnífica inversión para ella. Y ahora, fíjate. Estás de vuelta. Seguro que se alegrará de verte.
—Puede. Lo que no sé es si me contratará de nuevo. Es que no tengo ni dónde caerme muerta.
—¿Y por qué no te va a aceptar? Déjate de paranoias raras y no te obsesiones. ¿Es que se te ha olvidado ejercer tu profesión? ¿A que no? Que solo han sido doce meses de ausencia.
—Supongo. Estoy cansada, abatida; te aseguro que tras esta experiencia mi estado de ánimo no está para aguantar a tíos encima de mí y empujando. Espero recobrar un poco de alegría o no serviré ni para prostituirme. No quiero que esto se convierta en una cuesta imposible de subir.
—Para ya, Eva —afirmó Jessica mientras que le daba unos toquecitos en la espalda a la joven—. A ver si tú te crees que nosotras disfrutamos abriendo las piernas a nuestros clientes. Por favor, mujer. Si al menos hubiese un poquito de amor todo sería más fácil, pero eso es imposible. Aquí se satisfacen instintos primitivos, no hay que darle más vueltas a la cabeza.
—Venga ya, no me lo puedo creer —respondió Eva con una fuerte carga irónica en sus palabras.
—Somos putas, amiga. No trabajamos como hermanitas de la caridad. Hacemos esto y sabemos que es duro. Tenemos que sobrevivir. Solo se trata de un trabajo. No dramatices o te amargarás. ¡Ay, cariño, ahora que has vuelto podremos conversar y con suerte, salir juntas en nuestro día libre! ¿No te hace ilusión? Ya que no podemos vincularnos con los hombres, por lo menos que disfrutemos de la amistad. Piénsalo bien: apoyarnos las unas a las otras es nuestra única opción, la que nos asegura resistir un día sí y otro también.
De repente, la luz del salón se encendió. La sorpresa fue mayúscula. Madame Giselle bajó rauda las escaleras y se fijó en la escena que se abría ante sus ojos.
…continuará…