—Y ¿qué significa eso relatado con tanta grandilocuencia?
—Bien, te seré franco, Eva. ¿Te gusta esta casa?
—¿Gustar? Esto no lo sueña ni una princesa.
—Vale. Y ¿te gusta esta zona de Madrid?
—Es solo para elegidos.
—¿Te complace que yo sea un hombre de negocios, un buen empresario, una persona con grandes responsabilidades?
—Sobran las palabras, caballero.
—Bien, última pregunta y esta es la más importante. Te voy a hablar, no por mis ocupaciones, sino como ser humano. ¿Te gusto como hombre?
Al principio no se produjo ninguna respuesta verbal. La chica llevó el vaso de Martini blanco a sus labios y de repente, se bebió de un solo trago todo lo que restaba. Armando la miró contemplando la escena con una sonrisa; a continuación, hizo lo mismo que la mujer. Ambos dejaron las copas sobre una mesita que había cerca. Eva miró a Armando y de un pequeño salto se aupó sobre él cruzando sus piernas sobre su espalda para sostenerse mientras que rodeaba con sus manos el cuello del empresario. Tras unos segundos intercambiando sus miradas, con sus rostros a tan solo unos centímetros de distancia, los dos empezaron a besarse de una forma apasionada.
Media hora después, la joven colocó su codo derecho sobre la almohada y tapando su cuerpo desnudo con la sábana se dedicó a observar con ternura al hombre…
—No me digas que la situación no es curiosa. Tú, por tu labor, te dedicas buena parte del día a permanecer como Dios te trajo al mundo o bien a caminar con ropas muy ligeras. Y ahora, por cómo te has cubierto, cualquiera diría que has sufrido un episodio de pudor. Y más después de haber hecho el amor como dos almas que, después de tanto tiempo, han sabido reconocerse. Quizá resultó necesario que yo acudiese a «Le Paradis» para buscarte, para cruzarme en tu vida y que tú te cruzases en la mía.
—Quién sabe, mi amor. La existencia está llena de sorpresas, a veces tan agradables como esta que estamos viviendo con intensidad. Pero es cierto que el destino sorprende a las criaturas y cuando menos esperas una cosa… ¡zas! surge de improviso y te hace sentir como la persona más satisfecha de la Tierra. Cariño, me he tapado porque me he dado cuenta de que estaba con un hombre normal, alguien a quien puedes amar, y no un vulgar cliente que solo acude a ti de modo egoísta para que le des satisfacción a cambio de dinero. En mi trabajo, la desnudez pierde su encanto porque no hay decencia en un sexo que no se da a modo de entrega sino a cambio de monedas.
—Me ha gustado esa comparación. Primero, porque has descrito a la perfección el mundo interior en el que habita una prostituta y segundo, porque tengo bien claro que ese trabajo no es tu vocación.
—A Dios gracias tú me has escuchado y mejor aún, has sabido comprenderme.
—Creo haber captado tu esencia e incluso me he adentrado en tus sueños, en esa tu imaginación a la que le complace volar. Yo, ahora mismo, no sabría definir con palabras cuál es mi estado; solo sé que pertenece a la dimensión de la felicidad.
—Suscribo tu frase, Armando. Pero… ¿qué ha pasado aquí, en tu hogar? Y ¿qué hemos hecho?
—Las palabras no nos sirven. Quedémonos con las sensaciones que viven muy adentro. Si te notas bien en tu interior, no nos hace falta el lenguaje.
—Te daré un abrazo. Me he dado cuenta de que te encantan. A mí también. Seguro que suponen una justa compensación a todos esos malos tragos que, cada uno en sus circunstancias, hemos debido sufrir.
—Sí, Eva. Puede que estemos locos, pero se trata de una locura maravillosa que nos llena de vitalidad y de ilusiones.
Un rato después, ya en la terraza del lujoso ático y después de apurar una segunda copa de Martini mientras que contemplaban extasiados el cielo de la capital…
—Tengo hambre, Armando. Después de la caminata para venir aquí, de amarte y de experimentar este flujo de emociones, necesito reponer fuerzas.
—Sí, a mí me ocurre lo mismo.
El empresario se quedó pensativo hasta que…
—¿Te gusta la carne?
—Me encanta, pero la que de verdad me agrada no puedo tomarla pues no me alcanza el presupuesto.
—Entonces vas a quedar encantada. A poca distancia de aquí existe un restaurante argentino que se distingue precisamente por la calidad de sus platos. Los churrascos que preparan son exquisitos. Gozan de una excelente bodega de vinos y los postres típicos de allí son el mejor complemento para irse con un sabor dulce en tu paladar. Lo vamos a pasar muy bien. Nos lo merecemos. Podemos acercarnos andando. Serán unos minutos.
—Uf, encantada. Se me hace la boca agua. He de afirmar, Armando, que eres lo mejor que me ha ocurrido en mi corta existencia.
—Pues no sabes cómo me alegro de oír de tus labios esas palabras.
—Venga, vistámonos, que nos vamos a regalar el mejor homenaje. Hoy es un gran día, aunque sea un lunes cualquiera de enero.
…continuará…