LOS OLIVARES (117) Interrogatorio

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Aquel domingo, en torno a la una de la tarde, el coche del primogénito de la familia Salazar quedó aparcado a la entrada de la mansión de «La yeguada». Un exultante hombre de impecable aspecto se dirigió a abrazar a su hermana que, con apariencia tranquila, le esperaba en las escaleras que daban acceso al porche de la casa.

—Bueno ¿qué tal estás, Alicia? Ya estoy aquí esperando escuchar con mis propios oídos esas grandes noticias. He sido puntual, como a ti te gusta, que estas carreteras en el campo tienen más curvas que las que uno quisiera.

—Llevas razón. Has llegado en el momento oportuno. Venga, pasemos adentro, que estaremos más cómodos.

—Pues sí, cuánto tiempo sin aparecer por aquí. Ya ni me acordaba de ciertas cosas —dijo un eufórico Carlos mientras que subía los escalones mirando hacia un lado y otro en medio de sonrisas.

—Mira, hoy es domingo. Como comprobarás, no hay nadie. He dado la jornada libre a todo el servicio. Así podremos estar a solas, sin que nadie nos moleste y con total libertad para hablar de nuestros asuntos.

—Creo que es una excelente idea. A veces, hay muchos oídos indiscretos en estas casas que luego cuentan cosas íntimas. Hay que tener cuidado con el personal. Tu decisión ha sido inteligente y más si vamos a tratar cuestiones de herencias.

—De eso se trata, de ser discretos. Nadie ha de enterarse de los temas más privados —comentó la mujer mientras que se dirigía al mueble bar—. Bien, dime lo que te apetece que te lo preparo. No poseo la extensa bodega de padre, pero tampoco me quejo. Tú dirás, ¿qué deseas?

—En ese caso, ponme una copa de oloroso seco.

Tras servirle una generosa copa a su hermano, Alicia le indicó a Carlos que se sentase en un mullido sillón de la sala.

—En primer lugar y antes de que me des las novedades, me voy a levantar para proponer un brindis.

—Es verdad, qué considerado. No puedo olvidar que este es un gran día de concordia entre hermanos.

—Pues sí. Brindemos por una nueva etapa de fraternidad, por una nueva relación de paz entre los miembros de una familia. Vivan la paz y la unidad, que ya está bien de tanto distanciamiento.

—¡Bien dicho! Adelante, brindemos por ello.

Tras el consiguiente choque de copas…

—Antes de que entremos en materia, me gustaría aclarar contigo un contenido que considero importante.

—Pues tú dirás, Alicia. Te escucho con atención.

—Bien. Voy a preguntarte algo. ¿Has estado últimamente en «Los olivares»?

—¿Yo? ¿Cómo dices? Y ¿por qué motivo iba yo a desplazarme a mi antigua casa? Sabes de sobra que la relación entre el señor marqués y su hijo no es la más adecuada. ¿Acaso te has olvidado de ese pequeño detalle?

—Es que, verás, yo poseo justamente la información contraria. Al parecer, hace algo así como un mes y pico alguien te vio por allí. Es curioso, pero coincidió con el desplazamiento de padre a Madrid para sus negocios. Creo que estás al corriente de que se vio obligado a vender una de sus mejores propiedades en la capital; fue para abonar la considerable multa que le impusieron en los juzgados de Salamanca por haber sido masón en otros tiempos.

—Ya. Las noticias corren y sé de las penalidades que él debió pasar por razón de pertenecer a esa secta. En cualquier caso, yo no me siento responsable de sus malas decisiones cuando era más joven. Faltaría más. ¡Vaya, qué bueno estaba este vino! ¿Me puedes llenar otra vez la copa, si eres tan amable?

—Cómo no, hermano —afirmó la mujer mientras que cumplía con el deseo de Carlos—. Tú relájate y goza de la reunión.

—Mira, no sé quién te ha podido dar esa información. Seguro que se ha equivocado o, peor aún, tal vez desee confundirte por algún motivo que no alcanzo a entender.

—Sí, claro, nada es descartable —dijo Alicia con una sonrisa irónica—. Aun así, creo que el confundido eres tú. Verás, es que la persona que me lo contó me resulta de la máxima confianza y de verdad, no creo que errase a la hora de identificarte.

El tono amenazador en la voz de Alicia provocó la alarma en un confiado Carlos, que, en ese momento, todavía no captaba la esencia de aquel encuentro en «La yeguada». Ante la posibilidad de verse atrapado en una mentira, el hombre decidió cambiar de táctica.

—Bueno, está bien. Caramba, qué difícil es mantener un secreto contigo. Ni que fueses de la policía o tuvieses confidentes a tu alrededor.

—Bien. Entonces eso quiere decir que, efectivamente, te acercaste a la finca de nuestro padre.

—Pues sí, es cierto. Pero solo fue por un rato. Llevaba tanto tiempo sin aparecer por mi antiguo hogar que me dio un ataque de nostalgia y un día, como de improviso, me desplacé hasta «Los olivares». Solo quería dar una vuelta y rememorar los viejos tiempos, los recuerdos de una infancia ya perdida.

—Ah, ya veo. Y ¿recuerdas si estuviste solo paseando por los exteriores o si llegaste a penetrar en la casa?

—Perdona, hermanita, que he venido aquí de buena voluntad, pero ya me estás cansando con tanto interrogatorio. Y digo yo, ¿a qué vienen tantas preguntas? Yo solo he acudido para hablar de la herencia, tal y como me adelantaste por teléfono.

…continuará…

2 comentarios en «LOS OLIVARES (117) Interrogatorio»

  1. Carlos, percebendo que Alícia já está sabendo do acontecido na casa do pai, começa a ficar irritado.
    Alícia como ótima observadora, disse eu não tinha a intenção de deixar você irritado. Apenas tive que saber essas informações e não quis guardar segredo, mas entendo que isso possa ter te incomodado.»
    Como disse, eu descobri essas coisas através de uma conversa por meio de uma fonte confiável.» Não foi minha intenção causar desconforto ou invadir sua privacidade.»

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