—Padrino, yo sabía lo que era querer a mis padres, a ti, a Alicia, a esta casa… pero desconocía lo que suponía centrar mi atención en una criatura que en cuanto escucho su voz o contemplo su figura, aunque sea a lo lejos… me hace sentirme como una mujer diferente. Te lo juro, Alfonso: con solo pensar en Rubén ya se me acelera el corazón, me pongo a sudar y hasta comienzo a temblar. Trato de discurrir con racionalidad, pero a mi cabeza solo acude un mensaje: quiero a ese ser más que a mí misma. Y no hay ni un porqué ni otra explicación.
—Dios mío, qué cosas más bonitas dices…
—Es como si todas las emociones de este mundo se concentrasen en mi interior; empiezo a contemplar miles de paisajes maravillosos que surgen en mis adentros y, de repente, sueño que él me coge de la mano y los recorremos juntos. Tú me entiendes, padrino… ¿verdad? —confesó la joven entre lágrimas.
—¿Cómo no voy a entenderlo, querida? Por ese proceso tan arrebatador hemos pasado todos y pobre de aquel que no haya vivido esos sentimientos a lo largo de su existencia, cuando el amor llama a nuestra puerta. No experimentar el amor nos llevaría a una sensación de vacío insoportable. Ay, mi Rosarito, te has encontrado con el sentimiento más maravilloso que mantiene unido al universo y a las criaturas que lo pueblan. Quién me iba a decir que la jubilación de Juan iba a suponer la llegada de Rubén y la aparición de él iba a provocar ese enamoramiento en mi ahijada. En fin, no sé ni lo que decir, pero ahora comprendo a la perfección todo lo que me contabas hace un momento y que no te permitía ni siquiera dormir.
—Así es, Alfonso.
—Y a todo esto… ¿cuál ha sido su reacción? No me has comentado nada, querida. ¿Te ha aceptado? ¿Se ha mostrado indiferente? O… quizá… no sabe nada de nada acerca de tus sentimientos.
—No lo sé, padrino.
—Pero, pero… hablas de él como si te hubiese arrebatado el alma.
—Esa es la cuestión —reconoció la joven mientras que inclinaba su mirada hacia el suelo—. Te seré sincera: hace ya unas semanas de nuestro primer encuentro y te puedo asegurar que, a fecha de hoy, no he tenido oportunidad de conocer sus emociones. Salvo los típicos gestos de cortesía, no sé lo que hay en su interior o, mejor dicho, ignoro por completo su opinión sobre mí.
—Perdóname por el comentario que te voy a hacer, pero…hija mía, tú siempre has sido una criatura adelantada, una mujercita que me ha guiado con sus sabios consejos en los momentos más difíciles, alguien que ha sabido leer el interior de las almas y tú me dices, ahora, que no sabes interpretar sus gestos, sus palabras, lo que hay en su joven corazón… ¿Cómo es eso posible, Rosarito?
—No sabría qué responder, padrino y eso me incomoda terriblemente. Si él se ha formado un concepto sobre mí que no le permite acercarse a mi figura, lo desconozco. No sé a qué atenerme con Rubén y eso me perturba. Si yo supiera que él me ama, yo sería la mujer más feliz del mundo y si me enterase de que él no tiene ningún interés en mí, lo pasaría fatal y sufriría como cualquier personaje de novela que se nota rechazado. Sin embargo, aunque resultase duro, al final me sobrepondría y lograría olvidarme de su presencia con el tiempo, para no seguir sufriendo como una idiota que ha soportado un despecho, pero que se da cuenta de que debe seguir su camino.
—Está bien. No quiero dármelas de listo, pero ahora que lo pienso, creo que ya sé lo que me vas a pedir. Alguien muy cercano a mí me está diciendo con su mirada que ejerza una labor de intermediario. ¿Me equivoco?
—Alfonso, desde el primer día que le vi al bajarme de la yegua, él se ha apoderado de mi pensamiento y yo, de buen grado, se lo he permitido. Solo con imaginar su rostro, me siento como absorbida por su energía, llena de unas emociones que me atrapan. Tú me has dado una buena educación. A pesar de mi timidez, a veces he tenido la tentación de acercarme a él para conversar y a través de esa charla compartida, saber a qué atenerme. Pero… no sé, padrino… me da tanta vergüenza. No quiero que piense que soy una loca impulsiva o una descarada que se atreve a hablar con un hombre de lo que yo siento por su persona. He tenido días de reflexionar sola sobre ese asunto, de preparar mi mente sobre las consecuencias de hacerlo.
—Ya veo que por mucho que lo hayas pensado, finalmente no te has atrevido a actuar y eso debe estar carcomiéndote por dentro.
—Has acertado de lleno, padrino. ¿Quieres saber por qué en última instancia no he asumido ese riesgo?
—Claro que sí, mi niña. Yo también estuve enamorado de joven y pasé, como tú, por esa vicisitud. Aunque fuese hombre, mi temor mayor era que me rechazasen, que escuchase de sus labios su negativa a formar parte de mi vida. Es como tener un cuchillo afilado cerca de tu cara que en cualquier instante puede rasgar tu alma.
—Caramba, Alfonso, cuánto sabes de mí. Cómo se nota que eres mi segundo padre. Una vez que conoces el amor, la peor sensación que experimentas es la posibilidad de perderlo. Te ilusionas con algo y ya ves, estás miedosa de que ese algo se evapore, desaparezca. Es así de duro, pero tan real como la vida misma.
—Rosarito, los amores de juventud, como el tuyo, son a menudo traicioneros e incluso pasajeros. Entran y salen de la vida de las personas con más rapidez de la que uno puede pensar. Estoy seguro de que todo se aclarará, más pronto que tarde, y así, como tú has repetido, sabrás a lo que atenerte y cómo reaccionar.
—¿De veras, padrino? ¿Lo harías por mí? —preguntó la ahijada del noble con un brillo especial en sus ojos—. Ya sé que me estoy aprovechando de ti, que te estoy pidiendo un favor impagable, pero… me gustaría tanto ser tan dichosa, saber lo que Rubén siente por mí… Quizá él sea aún más tímido que yo para los asuntos del corazón y por eso se muestra silencioso y no da señales de nada.
…continuará…
Interessante a maneira como o Marquês fala com Rosário sobre o amor na juventude, ele apoia e orienta a afilhada. Penso que essa compreensão fortalece a relação harmoniosa entre ambos.
Interessante a maneira como o Marquês fala com Rosário sobre o amor na juventude, ele apoia e orienta a afilhada. Penso que essa compreensão fortalece a relação harmoniosa entre ambos.
O Marquês é generoso com sua afilhada.
Acho que o marquês vai ajudar à sua afilhada. Abraços, Cidinha.