LOS OLIVARES (91) ¿Y cómo es ella?

2

—Caramba, pues qué buena lección me ha dado usted. Verá, ahora que estamos en ambiente de confianza, yo, lo único que pretendía saber era si usted estaba casada o comprometida.

—Anda, Rubén, pues sí que me has resultado curioso.

—Uf, lo lamento. Ya intuía yo que no debía preguntarle por esas cosas tan íntimas.

—No te apures, hombre. No suelo hablar de mis interioridades con personas que apenas conozco. Sin embargo y después de todo, nos vamos a encontrar con asiduidad por aquí debido a tu trabajo.

—Desde luego, siempre que usted reclame mis servicios.

—Claro que sí. En caso contrario no estaríamos charlando y tomando un café. ¿No te parece? Por contestar a tu pregunta, no estoy casada y por eso me tratas de señorita. Tampoco estoy comprometida. Debe ser que aún no he hallado a una pareja digna de mi confianza. Esperemos que algún día pueda hacerlo. Mientras tanto, no me quejo, porque puedo hacer lo que quiera y dedicarme a mis asuntos sin interferencias. En otras palabras, que no poseo ninguna prisa por cumplir con ese rito social.

—En ese caso, doña Alicia, solo me cabe la opción de felicitarla porque se la ve a usted joven y feliz. Su rostro y sus palabras reflejan ese buen estado de ánimo. Y cómo no, le deseo la mejor de las suertes en todo lo que usted emprenda.

—Agradecida. Por cierto, ¿qué tal el café?

—De verdad, esta conversación estaba siendo tan interesante que hasta me había olvidado de darle mi impresión. ¿Quiere oír la verdad?

—Por supuesto. No ganaría nada con que me engañases.

—Se trata del café más rico que he probado en toda mi vida. Se lo aseguro: no voy a olvidar ni este día ni este sabor con facilidad.

—Bueno, me alegro. Como veo que te ha aprovechado la situación, quizá en el futuro podamos repetir esta experiencia.

—Uy, sería ideal. Yo he quedado encantado. ¿Podría hacerle otra pregunta?

—Claro, ya veo que has cogido carrera.

—Disculpe, porque no es personal. Ahora me estaba refiriendo a la señorita Rosario.

—Pues adelante. Intentaré ser objetiva para que no te lleves a engaño con ella.

—Usted que la conoce tan bien… ¿cómo es ella? ¿Cómo es su carácter? ¿Es arisca o es más bien afable?

—Como es obvio, esas preguntas las haces porque te estás interesando por ella. Si no, no tendría lógica.

—Se lo confesé hace un rato —admitió Rubén esgrimiendo una sonrisa nerviosa—. Esa joven es lo más bonito que han visto mis ojos, pero además de eso, que salta a la vista, yo hablaba de su interior, que, con frecuencia, es lo más delicado que guarda una persona.

—Ja, ja… vas al grano ¿eh? Estás de suerte porque sí que la conozco. Pasamos mucho tiempo juntas y tampoco nos llevamos tantos años de diferencia. Debo decirte que la ahijada del marqués es una mujer bastante cerrada y un poco antipática.

—Vaya por Dios, no esperaba esa contestación —expresó el joven con gesto de decepción—. Cualquiera lo diría después de lo agradable que estuvo el primer día conmigo. Debe ser que las apariencias engañan.

—Pero hombre, cambia esa cara de duelo, por Dios —dijo Alicia mientras que se partía de la risa—. Yo, me troncho. ¿No ves que te estaba gastando una broma para comprobar tu reacción? Ay, que creo que me estoy pasando contigo. Discúlpame de nuevo —acertó a decir la mujer mientras que trataba de tapar su boca para disimular su hilaridad—. Lo siento. ¿Me perdonas, Rubén?

—Desde luego, sobre todo porque me he dado cuenta de que la señorita Rosario es justamente lo contrario a lo que usted afirmaba. No cabe duda de que a usted le van las bromas y que tiene una «versión» divertida de la vida y de sus cosas. Va a durar muchos años, doña Alicia, porque siempre oí que el humor alargaba nuestros años de existencia.

—Sí, estoy de acuerdo con esa afirmación. En estos tiempos tan oscuros conviene reírse, incluso de nosotros mismos, para darle un poco de brillo a la época que nos ha tocado vivir. Bueno, entonces… ¿se te ha quitado el susto del cuerpo?

—Creo que sí. Ya me siento mejor. Mire, Rosario no parece que camine sobre el suelo, sino que flota.

—Hasta cierto punto es cierto. Ja, ja, buena metáfora, chico. Sin embargo, siendo realista, ella es como tú y es una persona muy realista. Insisto, no te preocupes por las diferencias que pueda haber entre vosotros sino por aquello en lo que os parecéis.

—Doña Alicia, me complace su mensaje: resulta constructivo y alejado del típico miedo que se experimenta cuando se ignora el carácter de la otra persona. Se lo agradezco, de veras. Por cierto, estaba pensando una cosa. Además de la valiosa información que me ha proporcionado sobre la señorita Rosario, ha hablado usted antes de un modo… de un modo extraño.

—¿Extraño? —respondió la hija del marqués con un rictus en su cara—. ¿A qué te refieres en concreto?

…continuará…

2 comentarios en «LOS OLIVARES (91) ¿Y cómo es ella?»

  1. Rubén quis saber como era a pessoa de Rosarito, e Alícia deu as melhores informações. Como se sabe houve contato visual entre o casal, e isso demonstra indício de interesse, fixar o olhar no outro é sinal de interesse. Resumindo, os dois estão apaixonados,e é preciso que ambos estejam abertos a construir novos valores e isso é maravilhoso.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

LOS OLIVARES (92) Respeto mutuo

Sáb Ago 19 , 2023
—No sé el porqué, pero creo que, a partir de ahora, todo lo que usted me cuente será de mi interés. Lo digo porque lo que manifestó antes tenía un cierto fondo de tristeza o quizá, siendo más concreto, de inconformismo. Me dio la impresión de que usted, de alguna […]

Puede que te guste