LOS OLIVARES (16) Un poco de realismo

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—Bueno, mi querido marido, creo que ha llegado el momento de hacerte la gran pregunta de la temporada. Sea lo que sea, no soporto esta incertidumbre. Finalmente, ¿qué vas a hacer?

—Pero, Lola, ¿qué son esas prisas? Si hará una hora que terminé de hablar con él… Es muy poco tiempo para valorar su propuesta que, por cierto, no me negarás que resulta tentadora. No sé, pero ese hombre me ha tocado la fibra sensible. Es como si me conociera en lo más profundo. Tal vez, tantos años de observación le hayan servido para penetrar en las raíces más escondidas de mi carácter.

—En fin, pues nada, misterio resuelto.

—¿Cómo dices? ¿Acaso tienes información sobre este asunto que yo ignoro?

—Qué va. Simplemente, sé que, en breve, te pondrás a escribir siguiendo los dictados de tu «amigo» el cronista.

—Y ¿cómo puedes estar tan segura? ¿Es intuición o solo el ejercicio de tu sentido común?

—Pues es como tú cuando recibes tus inspiraciones para componer poemas. Lo sé y punto. Ya me he relajado, cariño. Ahora, puedes hacer lo que quieras, eso sí, hacerlo bien.

—Vaya cambio de viento. ¿Ya no te opones a mis planes, o, mejor dicho, a los planes del cronista?

—No, tengo la impresión de que oponerse a ese proyecto no me haría bien. Tampoco pretendo erosionarte. Eso no te vendría bien. Imagina el escenario: tú, tratando de anotar todo lo que te diga ese ente y yo, torpedeándote. Eso sería como tratar de pedalear colocándote ramas en la rueda de tu bicicleta.

—Reconozco que para mí es un alivio tu apoyo. No me lo esperaba, al menos tan de repente.

—Que sí, hombre. Como tu pareja, he de secundarte. Si tú ganas o aprendes algo, para mí también resultará beneficioso. Venga, Ale, coge una libreta y empieza a organizarte. No te extrañe que ese tío esté al corriente de esta conversación y que esta misma madrugada se presente aquí para dictarte el primer capítulo. No hay que descartar ninguna hipótesis. Fuiste tú el que comentó que ese cronista tenía cierta prisa. Dale un voto de confianza a tu «editor». Él te irá informando de las partes del libro, de su argumento, de los personajes, de cuánto llevas y de cuánto te queda y demás puntos. ¿Habrá final feliz? Supongo que eso ya estará previsto en el pensamiento del autor.

—Lo único seguro que conozco, Lola, es que el cronista me explicó que esa historia sucedió realmente y que fue como hace unos ochenta años.

—Pues es significativo que ese señor quiera recrear una crónica de hace tanto tiempo. ¿Qué andará buscando? A lo mejor, te quiere mostrar algo que sucedió, pero que nadie conoció. Y si ese libro, al final, sale al mercado, pues más razones para pensar en ello, porque llegará a más personas. Ya ves que me estoy anticipando, pero no puedo evitar la curiosidad.

—Caramba, hace un rato estabas entre bostezos y ahora, te noto más que espabilada. Ja, ja, parece que vas a ser tú la que va a copiar el relato de ese cronista invisible. De todas formas, déjame meditarlo un poco más. He de centrarme en las consecuencias, sean del tipo que sean, de aceptar el ofrecimiento de ese espíritu.

—Sí, eso es. Perdona por la pregunta y que no te suene a retorcida. Acepto la hipótesis de que ese señor te vaya a contar un relato que tú, con tu habilidad literaria, vas a registrar. Pero, pero… Ale, de veras, ¿te has creído eso de que él se vaya a encargar de publicar su libro, perdón, «tu libro»? Si te soy sincera, me suena a broma pesada. Lo siento, pero no hallo otra explicación.

—Digamos que es una posibilidad.

—Sí, como posibilidad, algún día nos saldrán alas y podremos volar. Me parece a mí que has visto muchas películas de fantasía.

—Lola, por favor, no empecemos…

—Mira, yo desconfiaría por pura lógica. Deja que te lo aclare. Si quieres moverte o sentirte cómodo en tu zona espiritual de confort, aquella relacionada con la poesía, con tus sueños o tus fantasías, por mí no habría inconveniente. Adelante, Ale. Es tu mundo y te pertenece. Disfruta con él. Quizá los poetas, los músicos o los artistas sean los más preparados para ello. Sin embargo, yo no extrapolaría esas historias como la tuya al mundo de la materia, de los hechos. Te lo advierto ahora, justo antes de que inicies tu aventura, para que tengas un golpe de realidad que nunca viene mal, para situarte con los pies en el suelo. Y eso que me dijiste acerca de que pasarías a formar parte de la «inmortalidad de las letras», una vez publicado el libro, pues… me suena a un sarcasmo atroz. Siento ser cruel, lo reconozco, pero, mi amor, alguien debe ejercer una tarea de contrapeso, alguien debe mantener a esta familia en el terreno de lo práctico. Insisto, no me importa asumir el papel de chica «mala» de la película. Tú, ya tienes bastante con vivir la mitad del día entre las nubes del cielo.

—Bueno, al respecto de tu ataque con torpedos a la línea central de mi embarcación, te diré una cosa: ni me voy a hundir ni voy a enfadarme contigo. Primero, porque estoy acostumbrado. Y segundo, porque estoy de acuerdo con tu papel: alguien en esta casa debe ejercer su papel de balanza para que mi imaginación no vuele aún más. Hace más de veinte años, te enamoraste de un hombre soñador y que vivía de sus ilusiones. Si aún vives conmigo, es porque nunca te ha importado amarme tal y como soy. Justamente, lo que a mí me ocurre contigo.

—Caramba, Ale. Me vences, no con la fuerza, sino con el terciopelo de las palabras. Anda, mi amor, dame un besito que me has puesto romántica.

…continuará…

2 comentarios en «LOS OLIVARES (16) Un poco de realismo»

  1. Lola continua descrente que o livro acontecerá. ainda mais com uma história de uns 80 anos. Lola chega ser debochada, e parece não acreditar nas informações do espírito. Espero que o casal não entre em discórdia.

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