—Bien, dado tu repentino ataque de humor, he de exponer, para tu tranquilidad, que, desde este instante, me olvido del sueño. Reflexionando, tal vez tengas toda la razón. No sería la primera vez que me equivoco en mis apreciaciones. Si esto solo ha sido un engaño de la mente, lo mejor será pasar página cuanto antes y no perder mi valioso tiempo. No obstante, si por el motivo que fuese, este hecho fuera cierto, este amigo, tal y como manifestó, vendrá a buscarme de nuevo en breve y él mismo hará lo que tenga que hacer. ¿Qué, cómo lo ves?
—Muy bien, fenómeno. Venga, ahora nos vestimos de playa y nos vamos a dar un buen paseo, o incluso nos damos un baño si el agua no está muy fría. Tal vez el mar te venga bien para despejar tu cabeza y esas ideas que, de vez en cuando, se introducen en ella.
—Tú sí que estás loca —afirmó Alejandro mientras que le mostraba a su mujer con humor el dedo índice apoyado sobre su sien—. Supongo que es tan malo creer en todo como no creer en nada. Habrá que buscar un punto intermedio. Me parece a mí que los extremos no son recomendables. Ahora, pensemos en inaugurar positivamente estas vacaciones.
El miércoles, cuatro días después de aquella conversación de la pareja en la cocina, Lola y Alejandro habían almorzado juntos. Los dos se hallaban relajados en el sofá de la salita. Mientras que el profesor se distraía navegando por Internet en su ordenador portátil, la enfermera iba cambiando de canales en la televisión, para ver si podía dar con algún programa interesante. Al cabo de unos minutos, Alejandro apagó el ordenador.
—¿Eh? ¿Qué haces cariño? Te noto algo raro esta tarde.
—Sí, no sé lo que me pasa. Estoy como aletargado. Tampoco hemos comido tanto ¿no? La verdad es que me está entrando una somnolencia y mira que no he probado ni una gota de alcohol. No me quiero echar la siesta en la cama que, después, ya se sabe, no duermo bien por la noche.
—Bueno, si quieres, túmbate un poco aquí mismo, en el sofá. Solo un ratito. Quizá así te recuperes de ese repentino cansancio.
—Llevas razón, pero lo que voy a hacer es cerrar los ojos aquí mismo, sentado, tal y como estoy. Oye, Lola, no me dejes mucho tiempo, que luego me cuesta despejarme y me levanto de mal genio.
—Vale, tranquilo. Voy a seguir viendo la televisión. He encontrado algo absorbente. ¿Qué te parece si te llamo en una media hora?
—Sí, gracias.
No hizo falta esperar treinta minutos. Así como al cuarto de hora, se oyó un ruido extraño en la habitación.
—¡Ah! ¡Nooo! —exclamó por sorpresa Alejandro mientras que elevaba el tono de su voz.
—Uy, cariño ¿qué te ha pasado? ¿Estás bien? ¿Has tenido una pesadilla a esta hora de la tarde? Bueno, igual es por el calor…
—Anda, pues es verdad. No sé lo que ha ocurrido. He debido asustarte ¿no? Esto va de sorpresa en sorpresa. No te lo vas a creer, Lola, pero… ¿quieres saber por qué he chillado?
—Pues no tengo ni idea, mi amor, aunque últimamente, cada vez que te duermes te suceden cosas extrañas, o sea, que ya me contarás…
—Estaba descansando. Oía el sonido de la tele como a lo lejos, en ese estado de duermevela tan típico y de pronto, alguien me ha dicho en la oreja: «próxima cita, el sábado. Recuérdalo».
—¿Cómo? No me lo puedo creer. ¿Qué historia es esa? ¿Otra vez vuelves a las andadas? No me digas que el tío del otro día te ha vuelto a visitar. Venga ya… no me fastidies.
—Pues era él, pero no le he visto. Eso sí, era el tono de su voz, sin duda.
—¿Estás seguro de eso?
—Sí, estoy convencido. No se me olvidaría su timbre en ningún caso. Le he reconocido al instante.
—Vale. Según lo que tú interpretas, entiendo que ese ser ha aprovechado tu pequeña siesta para introducirse en tu cabeza y esta vez, sin imagen pero con sonido, te ha dejado un mensaje enigmático.
—Bien, buena detective, aunque lo de enigmático, no sé, simplemente se ha limitado a fijar una fecha y una cita. Oye, Lola, me estás mirando con una cara que no me gusta nada. ¡No creerás que estoy chiflado! Por favor, aclaremos las cosas.
—Yo no he dicho eso, pero todo esto me suena a sospechoso. Perdona por el gesto, mi amor, las palabras se pueden modular, las expresiones del rostro, para nada. Como deduzco que no puedes ser tan tonto como para engañarte a ti mismo, supongo que lo que me dices es cierto. Cariño, hay algo dentro de mí que me lleva a la preocupación. Imagina por un instante que hubiese sido yo la que experimentase ese fenómeno, el mismo que a ti te ha sucedido. ¿Acaso no estarías intranquilo al respecto de mi salud mental? No lo niegues, Ale.
—Sí, es posible. Conozco esa técnica de la empatía que has usado, que consiste en tratar de ver lo que pasa desde la perspectiva del otro. Dicen que ayuda mucho a comprender la naturaleza de los eventos y a situarte en la piel del otro. Esto se está poniendo interesante, a la vez que misterioso.
—O algo peor— expresó la enfermera mientras que abría sus ojos y estiraba al máximo sus labios en una sonrisa forzada—. Cariño, ¿puedo sugerirte algo?
—¿El qué?
…continuará…
Será que Alejandro tem mediunidade ou é apenas um sonho. Enquanto isso, Lola, com toda certeza, está preocupada. Aguardarei o próximo capítulo.
Sim. Comprovar essa questão é um argumento essencial do livro. Beijos, Cidinha.
HOLI JOSE!! QUE SERA MMMM …
Puedes hacerte una idea leyendo los siguientes capítulos. Ya va por el nº 18. Abrazos, Veronica.