—¿Una conversación? Caramba, parece interesante…
—Por lo que recuerdo, no ha sido muy larga, pero ha tratado sobre aspectos muy concretos.
—No me dirás que ha sido un diálogo contigo mismo. ¡Qué aburrimiento! Ah, no, ya sé; ha resultado un monólogo en el que has organizado la temática de tu próxima poesía.
—Pues sí que te anticipas hoy, Lola. Te noto más que animada. Venga, déjalo, porque, por más vueltas que le des, no vas a acertar. En concreto, fue un diálogo que mantuve en el salón con un señor de un aspecto algo mayor al mío.
—Entonces… ¿le conoces? Es sorprendente… ¿Cómo iba vestido?
—Pues la verdad es que, por su semblante, me resultaba alguien vagamente familiar. Sin embargo, no recuerdo que me diese su nombre ni tampoco entró en muchos detalles sobre su identidad. Tampoco me quedé con la vestimenta que llevaba. Espera… es cierto, me comentó que había sido un colega mío y que se había dedicado como yo, a impartir clases de literatura a sus alumnos
—Vaya —expresó desconcertada Lola—. Qué casualidad, ¿no te parece, Ale? Será por aquello de que la gente afín se atrae. Como tienen gustos parecidos… Pensándolo bien, yo nunca he tenido una experiencia o un contacto de ese tipo. Voy a empezar a creer que lo mío no son los sueños. En cambio, tú…
—No seas tan tajante. Lo que ocurre es que tú no sueles acordarte de los tuyos.
—Debe ser eso, cariño, pero no me voy a torturar por ello. Es un tema que no depende de mí ni está sujeto a mi voluntad. Y, ¿de qué hablasteis?
—Sinceramente, tengo la impresión de que fue él el que estuvo hablando casi todo el tiempo. Claro, ¡eso es!
Mientras que la mujer se echaba de repente hacia atrás con su silla, dado el vozarrón emitido por su esposo, las pupilas de ella se dilataron con rapidez ante el susto que sufrió por la sorpresiva reacción de Alejandro. Este adoptó una postura extraña, como si estuviese un poco ido, de modo que deslizó su plato hacia el interior de la mesa y dejó descansar su barbilla sobre la palma de su mano derecha. Todo indicaba que estaba a punto de descubrir algo muy importante.
—¡Es eso, Lola, no tengo dudas! —afirmó el profesor con la vista perdida en la pared.
—Vaya, hombre, menudo sobresalto que me has dado. Hacía tiempo que no te observaba tan raro, cariño. Aquí está pasando algo curioso que no acierto a describir. Si te vieses la cara… ¿acaso has hallado la piedra filosofal?
—Verás… ese señor me hizo un encargo… ¡Uy, perdona si te estoy sorprendiendo, Lola! Yo también estoy un tanto desconcertado, pero te estoy contando los datos conforme me van llegando a la cabeza.
—¿Un encargo? Es curioso. Es la primera vez que oigo que durante un sueño le manden a alguien hacer algo.
—Sí, fue justo eso. Me encomendó una tarea y por cierto, nada fácil.
—Has captado toda mi atención, chico. Estoy deseando saber de qué se trata y por qué, según tú, no hablamos de algo sencillo. ¡Ese es mi Ale, un soñador eterno!
—Pues te vas a reír, Lola, porque las coincidencias no pueden ser más reveladoras. ¿A qué no sabes, exactamente, lo que me encargó ese caballero en el salón de nuestra casa? Y pensar que todo eso sucedió a unos metros de donde nos encontramos…
—Venga, hombre, deja de hacerte el interesante con tus juegos de palabras. Lo mío no son los acertijos. Por favor, suelta ya esa noticia o me moriré de ansiedad por saberlo…
—Vale, te comento. Ese señor me «ordenó» esta misma mañana, hace tan solo unas horas, que escribiese una historia. Ahora, ya conoces la clave de ese sueño.
—Oye, has recalcado la palabra «ordenó». ¿Es eso posible? ¿Puede que te amenazase si no cumplías con su orden? No entiendo nada de nada; y todo eso en un simple sueño.
—Bueno, quizá haya exagerado un poco con mi expresión. Sin embargo, esa es la impresión que yo tuve cuando le escuché. Sería mejor decir que me sugirió, eso sí, con firmeza, que me pusiese a escribir sobre un tema.
—¿De veras, Ale? Y… ¿puede saberse sobre qué tema concreto trataría esa historia?
—Ah, amiga. Pues no tengo ni la más remota idea.
—Entonces… ¿para qué sirvió toda esa conversación si al final no te dijo de qué debías escribir? Me resulta absurdo que te propongan algo, pero sin aportar más especificaciones. Es como una orden dada a medias, una confusión.
—Sí, sí, Lola —expuso el profesor levantando sus brazos—. No olvides que fue un sueño y que, a veces, los detalles no quedan tan claros como desearíamos.
—Total, que mucho encargo, pero poca concreción. Pues sí que es asombroso. Vaya con ese desconocido caballero.
—Eh, eh, tranquila, creo que todo tiene su explicación.
—Dios mío, pareces una antena receptora a la que le va llegando información. Venga, suelta, tu última novedad es…
—Verás, ese hombre insistió en que no quería agobiarme el primer día, solo anticiparme su petición.
…continuará…
O Sr. Alejandro parece meio confuso, em não saber o que escrever em relação ao sonho que teve.
Sim. O senhor Alejandro não tem uma ideia exata sobre o que escrever, mas tudo chegará com tempo. Beijos, amiga.