—Gracias a la inestimable ayuda de mi profesor, las dudas quedaron despejadas y tras completar un encargo muy especial que tenía, todo resultó mucho más fácil. Todavía estoy impresionado, Andrés. No sabes cuánto amor me llevo de Sandra y de mi hija Paula. Son dos estrellas a las que siempre miraré desde el cielo.
—Es verdad, vecino. Bella metáfora. ¡Qué lenguaje tan depurado, Dios mío! Cómo se nota que te queda poco tiempo de estancia por las calles de Madrid. Seguro que donde vayas existirá otro Parque del Retiro. Así podrás darte de vez en cuando unos largos paseos por la naturaleza y entre árboles, de esos que acostumbrabas a hacer.
—Ja, ja, qué ocurrente, amigo. Espero que así sea. Intuyo que el sitio hacia donde voy será aún más hermoso que el que dejo con toda mi nostalgia.
—Ejem… señores —expresó Viktor carraspeando como queriendo llamar la atención de los allí presentes—. No quisiera interrumpir esta buena conversación entre viejos conocidos, pero… tenemos una cita pendiente y empezar con retraso tu próxima misión, querido David, no sería lo más recomendable. Te están esperando.
—Tiene usted toda la razón, profesor —afirmó Andrés con un gesto de disculpa—. Por mi parte, no añado más, que parece esto una charla de café de sábado por la tarde. El señor lleva toda la razón, David. Te voy a dar un abrazo y espero que algún día podamos volver a encontrarnos. Ya sabes que me encantan las excursiones del alma, je, je… Bueno, creo que me vuelvo a mi casa, a vivir mi particular gripe. Espero recuperarme pronto. Ay, con lo bien que se está fuera del cuerpo, sobre todo cuando este no se encuentra bien.
—Caramba, vecino. ¡Qué buena argumentación! Hoy estás inspirado. Adiós y que te vaya de maravilla.
Tras un sentido abrazo entre los allí presentes, la andadura de Viktor y de David se reanudó.
—Ahora, si te parece bien —añadió el profesor—, vamos a regresar a nuestro piso de descanso, allí donde has reposado varias veces. Te animará saber que te vas a encontrar con alguien que no sospechas y que te producirá una inmensa alegría.
—¿De veras? Pues ¡qué alegría! ¿Y… no puedes adelantarme la identidad de esa persona?
—Vale. Te diré que es un compañero de profesión y por tanto, también colega tuyo. No te va a decepcionar.
—Muy bien. Supongo que estamos hablando de otro espíritu ¿no?
—Claro, hermano, en tus circunstancias y después del tiempo transcurrido, ha de ser así. Venga, vamos.
Durante el paseo, David miraba atentamente hacia un lado y otro. Con calma, iba despidiéndose poco a poco de su amada ciudad, de sus calles, de su gente… En su interior, se acumulaban los recuerdos sobre su infancia, sus juegos de niño, su adolescencia, sus estudios en la universidad, cómo conoció y se enamoró de Sandra y cómo fue el día en que su Paula vino al mundo. Más que un adiós, aquello era un agradecimiento a aquellas avenidas y parques donde había vivido, donde había trabajado y donde había amado. La más dulce memoria, a pesar de las dificultades experimentadas, llenaba de evocaciones su pensamiento.
Una vez dentro de la casa…
—Bien, amigo. ¿Ves aquella puerta que hay al final del pasillo?
—Sí, la veo. Es curioso, pero otras veces que permanecí aquí nunca me había fijado en ese detalle.
—En efecto. Aquí existen muchos elementos que te llamarán la atención. Tranquilo, ya te irás acostumbrando. Acompáñame o, ¿te vas a quedar aquí a descansar?
—No, perdona, Viktor. Es que me siento un poco nervioso. Estoy vislumbrando al fondo una especie de luz que se va haciendo cada vez más intensa.
—Claro, es conveniente separar unas zonas de otras. Se me había olvidado comentarte esa claridad que procede de la puerta. En verdad, tan solo se trata de un acceso directo que tiene esta casa a tu nuevo hogar. No te lo había dicho antes porque no era el momento. Ahora sí estás preparado. Estuviste con los tuyos, te pudiste despedir, así como ellas de ti, compartiendo vuestro mutuo amor y ahora, después de las emociones vividas, te encuentras en la coyuntura oportuna para pasar a otra fase de tu evolución.
—Así es, Viktor. Me he quedado sereno. Necesitaba ese intercambio con los míos, para que tuvieran la certeza de que yo seguía vivo y amándoles, aunque no dispusiese de un cuerpo físico. Estoy ansioso. Aquí no hay descanso y eso me recuerda a una montaña rusa de emociones. ¿Quieres que te confiese una cosa?
—Te escucho. Cuéntame lo que quieras.
—Nunca entendí esa expresión tan terrenal que se dice con frecuencia cuando alguien se muere.
—Ah, entiendo ¿Te refieres a esa frase tan famosa que afirma… «Descanse en paz»?
—Pues sí. Vaya paz. No es que aquí haya guerra, pero la paz o ese silencio sepulcral del que se habla no tienen nada que ver ni con la realidad ni con la inactividad. Mi propio caso da fe de ello.
—Puedes estar seguro, David. Aquí no hay tiempo para la ociosidad. La vida debe seguir, amigo y tú eres testigo de ese fenómeno.
—Es bueno saberlo, aunque me lo imaginaba.
…continuará…
Un gran desarrollo de Conciencia tiene David para aceptar con tanta ecuanimidad, serenidad el dejar para siempre lo que hasta ahora ha sido toda su vida! por mas vida eterna, la brusca separacion, en plena flor de la vida! No debe ser facil el tenerque hacerlo a conciencia, para los que quedan en este plano terrenal nos es como mas aceptable porque la vida con sus variados matices nos va envolviendo en diversas situaciones. o quizá sea igual en el plano espiritual, veremos como continúa esta bonita novela de las verdades espirituales
Una vez que David ha logrado demostrar a su familia que él sigue vivo, ya lo que más le influye, dada su curiosidad y su motivación, es continuar con su camino espiritual. Ha realizado un buen trabajo de aceptación. Besos, Mora.
Maravilhoso capítulo. David habitando o Mundo Espiritual, irá estudar e trabalhar em benefício de si mesmo, bem como daqueles que necessitam serem auxiliado, tendo permissão para tal.
Muitos abraços, Cidinha. Grato pelos comentários.