EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (85) La carta misteriosa

4

—Muchas gracias por el pésame. De todas formas, ¿llamabas por eso o por otros motivos? Es que como soy incapaz de ponerle cara a las antiguas amistades de mi marido, la verdad es que no sé ni cómo tienes mi teléfono. Debes entenderlo, eh… Alonso.

—Sí, desde luego. Me hago cargo.

—Si le conocías, comprendo que tuvieses su número, pero el mío… ¿me lo puedes explicar? ¿Acaso te lo dio alguien o él mismo?

—Sí, es cierto. La verdad es que ese dato, preferiría explicártelo cara a cara. David era una persona muy especial ¿sabes? Como te comenté antes, teníamos bastante confianza y nos contábamos muchas cosas. Un día me explicó algo.

—Creo que me estoy haciendo un lío. ¿Podrías especificar qué fue eso que te dijo?

—No te extrañes por lo que te voy a contar, pero él me indicó que si algún día le pasaba algo, supongo que se refería a alguna emergencia o algo parecido, te llamase. ¿Ves? Esa es la razón por la que tenía tu número y esta es la primera vez que lo he utilizado. Lo cierto es que nos hicimos buenos amigos. Yo también le di el teléfono de mi mujer, Marina. No sé, pero me pareció que él tenía como un extraño presentimiento de que algo malo le podía suceder, como al final ocurrió. No quise llamarte antes por sentido común, ya sabes, estas situaciones son duras. Preferí esperar un tiempo prudente, que el recuerdo de ese accidente estuviese un poco más distanciado, para así no molestarte.

—No sé ni qué decir. La verdad es que me alegro de que tuviese un buen amigo como tú, aunque nunca se refiriese a un tal Alonso. Quizá te quisiera mantener en el anonimato o en la invisibilidad. En fin, supongo que esa cuestión ahora ya poco importa.

—Muy bien. Antes de acabar, quería revelarte algo. No te he llamado solo para darte el pésame. Verás, es que tengo algo de él, algo que considero debería darte yo mismo en persona.

—¡Algo de él! Dios mío, y ¿qué es? ¿A qué te refieres?

—Pues se trata de una carta.

—¿Una carta? Vaya, eso sí que es interesante. ¿Te la entregó él directamente?

—Sí, claro. Me la dio en mano, cerrada, como si fuese un gesto de gran confianza hacia mi persona.

—De acuerdo. Y… ¿qué pone exactamente en la carta? ¿Puedo saberlo?

—Pues como entenderás, no tengo ni la más remota idea. Al dármela en sobre cerrado, a mí nunca se me ocurrió abrirla. Hubiese sido una grave falta de respeto hacia su figura. Solo añadiré una cosa: me comunicó expresamente que si algún día él desaparecía, que te la entregase en mano para que la leyeses. Es curioso, lleva una anotación que pone «para Sandra y Paula». Supongo que se tratará de vuestra hija.

—Claro, es mi niña. Increíble. Jamás pensé en la existencia de ese documento. Dios mío, ¿qué escribiría ahí David? Dime algo, Alonso. ¿Conoce alguien de la existencia de esa carta?

—Creo que no, solo yo. De ser así, él me lo habría dicho.

—Perdona, pero ¿sabes en qué fecha te la entregó?

—No recuerdo ese dato con exactitud, tal vez a finales de verano, unos dos meses antes de su fatal accidente. Yo la tenía guardada en mi despacho, hice mis cálculos y pasado un período razonable, decidí que había llegado la hora de entregarte algo que solo a ti pertenecía.

—Y te pregunto… ¿por qué no te pusiste en contacto conmigo antes? Han pasado ya bastantes semanas. La verdad es que me hubiese gustado leerla mucho antes. En cualquier caso, claro que estoy interesada en ella y la quiero. Por favor, ¿cómo lo hacemos para quedar y que me la entregues?

—Debes disculparme por la tardanza. Tuve dudas, traté de ponerme en el punto de vista de David y consideré adecuado que pasasen unas fechas para ofrecerte este mensaje. De todas formas, te pido perdón por no haberte llamado antes. De veras, no pretendía importunarte.

—Bueno, da igual, lo importante es que no hayas dejado ese recuerdo tan íntimo de mi marido en el olvido.

—Por supuesto. Él ha significado mucho en mi vida. Era como un amigo invisible, alguien que no sé, es como si estuviese en el otro lado, pero ayudándome con sus buenos consejos psicológicos cada vez que nos cruzábamos.

—De eso, puedes estar seguro. Él era un magnífico profesional y se interesaba muchísimo por todos sus pacientes y amistades.

—Mira, Sandra, si te viene bien, mañana sábado por la tarde a mí me vendría estupendo. Mi mujer, que es enfermera, estará de servicio en el hospital; tendrá turno de tarde. Y mi hija, Marina, va a ir de excursión a la sierra con los compañeros de su colegio. Por la tarde, tendré unas horas libres para visitarte.

—De acuerdo. Estoy pensando que debajo de mi casa, hay un bar muy cercano. Ahí podríamos quedar y vernos.

—Entiendo. No obstante, he de decirte algo. No soy persona de ambientes ruidosos ni de donde haya mucha gente. Quizá sea un poco agorafóbico o algo parecido. Incluso tu marido me dijo un día que lo mío se parecía más bien a una fobia social. Qué más da, no te voy a aburrir con mis problemillas. En todo caso, preferiría un lugar más tranquilo, si no tienes inconveniente, claro.

…continuará…

4 comentarios en «EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (85) La carta misteriosa»

  1. Alonso ya logró abrir la primera puerta, ya Sandra le dió entrada, lo demás imagino sera manejable.que bueno! será muy interesante el proximo capitulo!.

  2. Alonso soube conduzir o encontro com Sandra, escolhendo um lugar confortável. A conversa deve envolver empatia, compaixão e a cooperação para que Sandra não se choca com as revelações que Alonso tem a fazer. Aguardarei o próximo capítulo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (86) Una llamada muy especial

Dom Jul 17 , 2022
—Pero ¿qué más da? —preguntó extrañada la mujer—. Si es solo para entregarme una carta. O… ¿debo esperar más sorpresas? Desde que hemos empezado a hablar, no salgo de mi asombro. —Ya veo que tienes una intuición desarrollada, Sandra. Como has dicho, en efecto, hay más. —Lo sabía. Pues tú […]

Puede que te guste