EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (67) Toxicidad

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—Será interesante escuchar tu relato y vincularlo con todo ese trabajo personal que estás realizando. Adelante, Alonso. Cuéntame la historia de tu familia y de tus lazos con ella.

—Mi padre es dueño de una de las farmacias más importantes de Madrid y una de las que más factura. Yo soy su hijo, pero me resulta imposible calcular los ingresos mensuales que tiene. Lo que sí está claro es que la industria del medicamento puede dejar unas amplias ganancias, las suficientes para que una persona y su familia puedan vivir de forma acomodada. Allí no solo se venden pastillas sino que existen productos de todo tipo, como los de higiene o los de belleza que, por lo que tengo oído, permiten un margen de beneficio escandaloso. Yo fui creciendo conforme el negocio de mi padre iba aumentando. Lo cierto es que cada vez vivíamos mejor. Somos cuatro hermanos. El mayor es médico, una profesión muy al gusto de mi padre, ya que está vinculada directamente con los dividendos de la farmacia. El segundo, que es otro varón, es farmacéutico, al igual que el jefe de la familia. No te digo más. Pareciera que el papá tuvo algo que «ver» con las vocaciones de sus dos hijos, muy bien orientados en sus respectivos campos profesionales. Después vengo yo, el tercero, a quien ya «conoces». Y por último, se encuentra mi hermana, la benjamina del grupo que… ¡pues sí, acertaste, Alonso! Me parece que te he leído el pensamiento. En efecto, también es farmacéutica. Es más, ella trabaja, cómo no, en una de las boticas más rentables de la capital, es decir, en la de su progenitor. Ah, se me olvidaba. Mi segundo hermano trabaja en un laboratorio que, curiosamente, tiene una relación directa con el negocio de las medicina. ¿Ves? Hasta aquí, todo perfecto, todo debidamente ordenado a gusto del patriarca de los Álvarez. Ahora bien, ¿qué pasó con la oveja negra del rebaño? ¿Qué ocurrió con el miembro descarriado que descartó por propia iniciativa cualquier vínculo con el mundo de la medicina o de la farmacia?

—Creo que sé por dónde vas.

—Sí, David. Es todo muy «racional», muy acorde a la mentalidad del señor de la familia. La presión resultó brutal. En mi casa, mi madre hacía lo que disponía mi padre. Nadie se atrevía a desafiarle ni a cuestionarle sus planteamientos. ¿Para qué discutir con él si hacía que gracias a su labor su familia viviese en la abundancia? A lo mejor es que los otros cuatro miembros, excepto yo, estaban de acuerdo con sus ideas. Muy bien. Es cierto que mi padre me pagó la universidad, aunque pienso que lo hizo más bien por no culpabilizarse en exceso y para no demostrar sus tendencias antes sus hijos, aunque ellos ya las conocían. Eso sí, con frecuencia, él me decía que por qué motivo yo había decidido estudiar una carrera tan «fácil» y hecha para tontos, una carrera que me permitiría, según su opinión, el enorme «privilegio social» de impartir clase a los más pequeños. Ah, y por supuesto, no se cansaba de insistir en la gran cantidad de dinero que ganaría como un vulgar maestro.

—Caramba, el hombre no se cortaba a la hora de afearte tu vocación…

—Así es, psicólogo. Pero con ser su actitud grave, no acababa ahí. Dios mío, él se entrometió incluso en mi matrimonio. Aunque no te lo creas, trató de boicotear mi relación con Marina hasta extremos insospechados. Claro, es que mi esposa era tan solo una simple enfermera, sin aspiraciones, procedente de una familia de clase media baja. Su discurso era demoledor, incluyendo esas tonterías que se argumentan cuando se habla desde una posición económica elevada y se contempla al resto de los mortales por encima del hombro.

—En resumen, una larga serie de años vividos por ti con humillaciones constantes por parte de tu progenitor, que incluso se permitió el lujo de atacar tu lazo afectivo con tu novia de la época.

—Sin duda. Esa experiencia es para haberla experimentado en primera persona. Qué voy a decirte de mis otros tres hermanos. Que Dios me perdone, pero es que parecen tres copias del carácter de mi padre. Qué casualidad que el único bicho raro que desentonaba en ese grupo era el que te está hablando, alguien que nunca logró colmar las expectativas de un señor que deseaba que yo hubiese estudiado una carrera de prestigio o que se hubiese casado con una señora de un nivel socioeconómico idéntico al suyo. Ja, ja, me río por no llorar. Lo curioso es que, teniendo él billetes para dar y repartir, jamás le he pedido un solo euro. No pretendía darle gusto mientras que yo le suplicaba para que me ayudase. Una vez que uní mi destino al de Marina, me juré que nunca acudiría a la engañosa caridad de mi padre. No, eso no va conmigo. No me considero un pedigüeño y poseo la suficiente dignidad como para no mendigar ante un rico señor un puñado de monedas.

—Te haré una pregunta dolorosa, pero necesaria, Alonso. ¿Qué vínculo observas tú entre esa relación conflictiva con tu familia y tu trastorno?

—No sabría calcular cuál es el porcentaje exacto de relación que existe entre esos dos factores, entre ese ambiente asfixiante en el que me desarrollé como hombre y lo que ocurrió tras tomar la decisión de opositar al cuerpo de maestros. Solo sé que ahora entenderás mejor por qué me producía tanta angustia el almuerzo con el resto de mi parentela. Existe una influencia, eso lo tengo claro, pero no podría afirmar hasta qué grado.

—Vale. Ahora, recuerda la primera creencia irracional que te expuse, esa relativa a «la necesidad de ser aceptado por los demás en todo momento y en todo lugar». ¿Me sigues?

—Sí, claro.

…continuará…

4 comentarios en «EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (67) Toxicidad»

  1. As pessoas querem parar de sofrer e querem compreender por que sofrem ou sofreram e, para a maioria, quando compreende tais erros sofrem menos, pois tem esperanças de mudar sua maneira de ser.

  2. Aunque Alonso Mantuvo su decision, no por ello dejó de sufrir a causa del desamor, la aceptacion y el respeto inexistente, aparte del bullyng que no había desarrollado tecnicas para frenarlo.en su familia, porque al psicologo bastante al principio lo mantuvo a raya. así pasa en la vida real, nos permitimos muchos abusos familiares con el cuento de que la familia es sagrada y por eso muchas veces se dan los abusos y continuados

    1. Sí, en la familia puede darse el caso de que haya espíritus que no encajen. Esa es la lucha en la que solo deberá vencer el amor. Saludos, Mora.

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