EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (50) Fin de semana movido

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—Por supuesto. Lo vas a entender: esa reunión será la ocasión perfecta para poner a prueba lo que hemos estado ensayando. Me hace mucha ilusión verte de nuevo el lunes y que me des las novedades acerca de tu nuevo rol. Basta de boicotearte a ti mismo, basta ya de darle más importancia a las opiniones ajenas que a las tuyas propias, basta ya de poner el centro de la atención en lo externo a ti. Muda de perspectiva, Alonso. Lo que salga de ti, una vez que apliques el razonamiento del que hemos hablado, será lo esencial. Da igual lo que venga de fuera, los estímulos que lleguen a tu cabeza. Tú serás perfectamente capaz de darle la vuelta a cualquier pensamiento perturbador. Confía en tu autodiálogo y no permanezcas pasivo ante la duda, actúa y recompone lo que haya en tu pensamiento. Estate alerta. No permitas que nadie te domine. Tú eres tu juez y tienes todo el poder del mundo para replantear la información que te llegue. ¿Lo tienes claro? Pues entonces, se acabaron las indicaciones. Ahora, dime a qué hora podemos encontrarnos el próximo lunes.

—Bravo discurso, David. Has estado espléndido con tus palabras. Ojalá yo tuviera esa facilidad.

—Ya te digo yo que, con el tiempo, la desarrollarás. Es cuestión de práctica.

—A ver, déjame pensar un poco… Marina estará de libranza este fin de semana… luego el lunes se incorporará de mañana. Bien, yo tendré que llevar a la niña al cole y después, de vuelta a casa. ¿Te parece bien que quedemos como hoy, a la misma hora?

—Perfecto. Mira, como ves, estoy haciendo el gesto de anotarlo en mi agenda imaginaria, ya que no puedo coger papel y lápiz, je, je.

—Ja, ja, es verdad, qué gracioso. Debe tratarse de tu libreta del más allá, aunque hoy en día, te resultaría más apropiado un teléfono móvil del más allá.

—Bien, Alonso. Así me gusta. El humor siempre como herramienta adecuada para salir de cualquier aprieto. Es mejor contemplar la vida desde una perspectiva más divertida, lo que no significa que le restemos seriedad a sus aspectos más fundamentales. La otra opción es morirse de pena o darte por vencido, y eso no me parece lo más apropiado. Que no sea porque tú mismo seas el que provoques tu descomposición interna. Aunque te parezca mentira, esta terapia me está sirviendo incluso a mí mismo.

—¿De veras? ¿Por qué dices eso?

—Pues es muy sencillo. De alguna manera, me ha ayudado a reconciliarme con mi trabajo, con una actividad que realizaba a diario y que daba un gran sentido a mi existencia. Es una forma de sentirse útil a los demás. Pareciera que sigo vivo, aunque sé que no es exactamente así. Hasta llevo mi traje habitual que sigue limpio y huele a nuevo. Es una sensación psicológica, claro; ya sabes que no dispongo de olfato ni de ojos para comprobar eso. Fíjate, ni una mancha, ni una sola arruga.

—Pues sí; cualquiera diría que acaba de salir de la lavandería y que está recién planchado. Posees una buena herramienta de trabajo. Te hace más profesional. No te lo quites, amigo, que te da una buena imagen y un aspecto muy competente.

—Muy bien. Vestuario único. Seguiré tu consejo con respecto al cuidado de mi traje. Por cierto, perdona mi ímpetu si he resultado algo agresivo con el asunto de tu reunión familiar de fin de semana. Aunque no te lo creas, confío muchísimo en ti y en cómo vas a enfrentarte saludablemente a los obstáculos que puedan surgir.

—Oye, pues me agrada eso de que te fíes de mí. Es una señal de optimismo. Trataré de no defraudarte.

—¿Eh? Venga, reformula esa expresión… —le indicó el psicólogo mientras que efectuaba un gesto claro con su mano derecha.

—Huy, perdón, lo había olvidado. Diré mejor que trataré de no defraudarme a mí mismo.

—Genial. Esa última respuesta es mucho más alentadora.

—A la orden, señor psicólogo.

—Buen fin de semana, tú ya me entiendes. Y que el lunes tengas novedades que contarme.

—Adiós, David. Gracias por tu enorme ayuda.

Fue así como entre carcajadas y buen ambiente terminó lo que constituía la primera sesión de trabajo con aquel maestro que llevaba años medicado para atenuar los síntomas de su trastorno depresivo y de su ansiedad.

Mientras tanto, un eufórico David Sánchez se dispuso a dar un paseo por las calles de su querido Madrid, de esa ciudad y de sus rincones que tantos recuerdos le traían a la mente. Pasado un buen rato, entre pensamientos optimistas y motivado porque creía que ya quedaba un poco menos para comunicarse con su Sandra y su Paula, empezó a notarse como muy cansado.

—«No sé lo que me ocurre. No tengo cuerpo, pero a mí me está entrando un sueño tremendo. Dios mío, es como si se me agotasen las fuerzas. Debe ser el haber vivido tantas emociones en las últimas horas. Pensándolo bien, los vivos no solo se cansan cuando corren o suben escaleras, sino también por el trabajo intelectual. Debe ser eso, no le hallo otra explicación. ¡Claro, ya lo tengo! Iré a aquel hostal, a esa casa vacía que me recomendó Viktor. El profesor me dijo que estaba destinada a esos casos, como me está ocurriendo ahora. No está muy lejos; será el mejor lugar para descansar y reponerme. Soy un espíritu, pero parezco el juguete de un niño al que se le están acabando las baterías. Venga, David, ánimo, que tú puedes».

…continuará…

2 comentarios en «EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (50) Fin de semana movido»

  1. A veces lo mas dificil es dar el primer paso, comole costó a David lograr la aceptacion de Alonso, ahora vamos a ver como actuará David en esa reunion familiar, así nos pasa muchas veces, dejamos que los otros sean los jueces y muchas de nuestras acciones son llevadas a cabo siguiendo paradigmas ajenos, desconociendo a nuestro propio espiritu y lo que realmente necesita o le satisface o le llevará a progresar, solo para darnos cuenta al final lo errado que resulta no ser señores de nosotros mismos

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