—Pues sí, David. Reconozco que hacía tiempo que no tenía una reacción tan humorística. Debe ser eso, que me tomo las cosas demasiado en serio, a veces de una forma muy trágica, muy en blanco o negro.
—Bien, ahora que hemos empezado con buen pie y que parece que la simpatía entre nosotros ha echado sus primeros brotes, me gustaría explicarte algo esencial, aunque tal vez, tan solo sirva para refrescar tu memoria.
Durante los siguientes minutos, el psicólogo le relató a Alonso con detalle el contenido de la conversación que ambos habían compartido la pasada noche, cuando su cliente se encontraba en estado de sueño.
—¿De veras que estuve tan brillante y que yo llevé la voz cantante en ese diálogo que mantuvimos?
—Así fue, Alonso. Puedes estar seguro. Mostraste tanta seguridad en tus planteamientos que yo, siendo el «listo» de la clase, acepté tus argumentos. Ahora te tengo el máximo respeto: estuviste tan sensato y tan convincente que no guardo ninguna duda acerca de que cumplirás con el pacto que hicimos. Recuerda: mi terapia, tu curación, a cambio de que por una sola vez, tú te acerques a mi casa y me sirvas de intérprete con mi familia.
—Me parece bien, David. Es más, pienso que es un buen trato, incluso ventajoso para mí. Mi «excursión» a tu hogar será una cuestión breve, quizá de minutos, y por supuesto, cuento con tu compromiso de no volver a molestarme. Oye, que no digo esto porque me caigas mal, simplemente porque esta capacidad para charlar con un espíritu me incomoda, me hace sentir extraño. Si te soy sincero, prefiero ver o relacionarme con gente normal, no con un espectro que sorpresivamente se cuela por mi domicilio a proponerme un proceso terapéutico.
—Caramba, menos mal que tengo conciencia de estar muerto. Si hubieses sido tú el que me lo hubieras desvelado, creo que me habría derrumbado. Mira, seamos prácticos, ¿sabes lo que podemos hacer?
—Pues no.
—Yo te lo diré: organizarnos.
—¿Organizarnos? ¿Cómo?
—Pues como se haría en cualquier procedimiento terapéutico normalizado. Tenemos que fijar unas fechas y unas horas de entrevista y de trabajo. Hay que aprovechar las ocasiones en las que estés libre para así vernos con tiempo y sin prisas. Por ejemplo, cuando tu mujer se halle de servicio en algún turno del hospital, cuando tu niña se encuentre en el colegio y tú en casa. Esas serán las mejores coyunturas para que estemos solos y avanzar. ¿Qué me dices, amigo?
—Ja, ja, has estado gracioso con esa expresión, al considerarme tu «amigo». Me ha agradado. Por mí no hay inconveniente. Como entenderás, si estoy junto a mi familia, por las razones que sean, será imposible y contraproducente. No podría atenderte ni escuchar tus propuestas si debo repartir mi atención. Además, no me gustaría aparecer entre los míos como alguien aún más desequilibrado de lo que ya estoy.
—Bien. Estoy de acuerdo. Venga, sigamos unos minutos más hasta que tengas que ir a recoger a Marina. Considerando esto como nuestra primera entrevista profesional, voy a tratar de recoger el mayor número de datos sobre ti, sobre el origen de todo lo que te pasa para así sentar las bases de mi futura actuación. ¿Lo has entendido?
—Sí, perfectamente. Dios mío, te veo con tanta claridad, ahí sentado en mi sofá, y escucho con tanta lucidez el timbre de tu voz, que aunque me esté acostumbrando a este fenómeno, no puedo dejar de asombrarme de lo extraordinario del momento. Y pensar que si nos hubiésemos conocido no hace mucho, tal vez estaríamos llevando a cabo este proceso de otra manera, no en mi casa, sino en tu consulta. Adelante, psicólogo del más allá; disculpa por mi comentario. Es que no estoy habituado a este tipo de coyunturas.
—Vale. No hay problema, recuerda que el humor puede cambiar por completo tu perspectiva sobre las cosas. En ese aspecto, no me importa que gastes bromas o que hagas comentarios chistosos. Es algo que escondes de ti mismo y será muy sano que afloren esas reacciones. En tu caso, se tratará del antídoto perfecto contra la tristeza, que es uno de los componentes esenciales de cualquier depresión. Ah, por cierto, humor y ansiedad se llevan muy mal. Son enemigos irreconciliables. Te adelanto que cuando uno de los dos aparece, el otro sale huyendo despavorido. Creo que captas lo que estoy diciendo y para tu bien, mejor que aparezca el sentido del humor que la angustia o las preocupaciones. ¿Estamos de acuerdo?
—Totalmente.
—Dime ahora cuándo surgieron esos problemas que arrastras desde hace tiempo. Intentemos remontarnos a los orígenes.
—Pues, si no recuerdo mal, todo empezó después de acabar la carrera de Magisterio, hace algo así como unos quince años. Todo me iba muy bien, ya conocía a Marina, porque me la presentó un antiguo amigo. Es curioso, pero ella me dijo que desde aquel instante, sabía que yo era el hombre de su vida y que terminaríamos juntos. Pobrecilla, ignoraba los problemas que yo le iba a causar. Sigo. Como en el mundo de la educación no existen muchas alternativas, me puse muy en serio a preparar la oposición para ser maestro de enseñanza pública. No iba a ser millonario, pero dispondría de un trabajo fijo. También pensaba en las ventajas de quedarme en mi tierra, en la Comunidad de Madrid y que eso me aportaría una estabilidad económica y emocional.
—Y ¿qué fue lo que pasó?
…continuará…
Interesante lacorelaion del humor y la ansiedad.al fin se abre Alonso…Aleluya!
Sí, parece que las cosas van mejorando, Mora.
Belíssimo capítulo amigo, parabéns.
Obrigado, Cidinha. Ótimo fim de semana.
Que hermoso tema , tratado de una manera tan natural , que cualquier puede entender , que solo nos separa del mundo espiritual la materi y ya , seguiré esperando los próximos capítulos aunque este es el primero que veo gracias 🙏
Muchas gracias, Blanca, por tu comentario. En esta página web puedes leer los capítulos anteriores, otros artículos y descargar gratis todos los libros escritos hasta el momento. Sinceramente, creo que es importante divulgar toda esta matemática que nos prepara para viajar al mundo espiritual, nuestra auténtica morada. Abrazos.