—Hipólito, ya sabes que tuve el privilegio de contactar con mi madre. No tengo que inventarme nada, porque mis ojos la contemplaron. Ella vive como espíritu, como todos lo haremos, como tu mujer también lo hace. La sabiduría contenida en ese texto certifica ese hecho, lo que me llena de paz. Ya no hay espacio para la incertidumbre, sino para la tranquilidad. En esas letras existe un soporte filosófico que justifica ese fenómeno esencial cual es la inmortalidad del alma. La muerte no interrumpe nada, solo es una etapa más por la que debemos atravesar para continuar con nuestro eterno camino.
—A mí no se me ha muerto nadie cercano —comentó León como encogiéndose de hombros—. Sin embargo, nada mejor que ese libro para demostrar que la vida se prolonga, aunque el cuerpo se descomponga o se incinere. Mi suerte es compartir mi tiempo con Sonia, porque gracias a sus múltiples experiencias, sé que todo sigue y que efectivamente, la desaparición del organismo no es nada, solo un proceso natural más al que se somete la materia. Es la prueba de que somos criaturas inmortales con una misión muy clara y para la que venimos hasta aquí: evolucionar. Ciertamente, tendremos que volver a encarnar las veces que hagan falta, porque ese salto mayúsculo que constituye la transformación de los seres no puede lograrse en una sola vida, por mucho que esta se alargue.
—Eso es cierto —añadió el Delegado mientras que reforzaba con su mirada el mensaje del joven—. Lo contrario, sería demasiado fácil y no encajaría bien con ese esquema racional que nos muestra la doctrina espiritista. Ese reto descomunal que se plantea en las páginas del libro, es decir, el desarrollo intelectual y moral del individuo, es imposible de obtener en tan solo unos años. Por eso, las oportunidades son infinitas. Cada uno recorre sus pruebas a su ritmo, en función de su propia evolución. Todos somos iguales en esencia, aunque diferentes en nuestras manifestaciones como espíritus. De ahí que esa bella meta que es la perfección moral y la sabiduría jamás cambie. Levantad vuestras cabezas y contemplad lo que ocurre a vuestro alrededor, porque vivimos en un mundo de pruebas. Y si queréis llegar más lejos, analizad vuestro progreso. Entrad dentro, sin miedo; dejad que la conciencia se muestre. Así contemplaréis los ropajes del alma y sabréis que después de todo, no hemos hecho más que comenzar con nuestra andadura. Extenso es el viaje, pero con cada paso dado, siempre quedará menos.
—Hipólito, eso que has dicho me conduce al convencimiento de nuestra precariedad y también a pensar en que todos los que estamos habitando en este planeta, aunque cada uno con su nivel, pasamos por una serie de exámenes que sirven para medir nuestra respuesta al desafío de la transformación.
—Dices bien, amiga. Como habrás leído, cada planeta posee su «atmósfera», lo que no hace sino reflejar el nivel de desarrollo de sus habitantes. Ya lo dijo Jesús: «En la casa de mi Padre hay muchas moradas». Algún día, cuando estemos preparados, la Tierra cambiará ese entorno que hoy está impregnado de egoísmo y de maldad. En cualquier caso, serán nuestros méritos los que nos hagan merecedores de encarnar en otros mundos más avanzados que este, adecuados al nivel que nuestro espíritu haya alcanzado.
—Qué buena enseñanza —intervino León—. Creemos que somos el ombligo del Universo, y ya veis dónde estamos realmente. Incluso para ese tema, el libro es determinante y deja las cosas claras. La pluralidad de mundos resuelve muchos enigmas y responde a multitud de interrogantes. Un lugar para cada alma, acorde a su grado de evolución. También nos permite saber que estamos aquí de paso y que esta experiencia en la carne y en la Tierra es tan solo un regalo divino para facilitar nuestro progreso. Si supiésemos que existiese una ciudad o un país en el que realmente pudiésemos ser útiles a los demás, lo lógico sería tomar la decisión de viajar a esos lugares para asegurar nuestra evolución. ¿Por qué no trascender el localismo que supone nuestro planeta para poder pensar en la atmósfera de esos mundos celestiales que deben existir por ahí?
—Tranquilo, chico —respondió Hipólito mientas que realizaba un gesto de calma con sus manos—. No vayas tan deprisa, que todo requiere su tiempo y consta de sus etapas. ¿Acaso pasaste de la enseñanza básica a los estudios superiores en una universidad? Claro que no, además de que no habría sido lógico. Eso sí, la imaginación es libre.
—León, cariño, me tienes asombrada. No has dejado ni una sola pregunta del libro sin profundizar en ella. De todos modos, como dice tu jefe con sabiduría, todo eso queda aún muy lejos. Mejor centrarnos en esta Tierra que habitamos y en la ciudad en la que vivimos. Es con lo que contamos.
—Desde luego, mi amor, se trataba solo de una especulación lanzada al aire en el ambiente de esta casa tan proclive a desenvolver charlas tan especiales. Como tú sugieres, mejor caminar paso a paso, sin saltarnos etapas, y concentrarnos en lo actual, en lo más cercano, porque es justo donde podemos trabajar. Lo demás, ya vendrá por añadidura.
—En cualquier caso, querida pareja, no hay nada malo en pretender conocer por dónde se moverán nuestros pasos, aunque sean a largo plazo. Como la evolución no se detiene, tarde o temprano, iremos a parar a un mundo más avanzado, lo que constituirá una gran dicha para nuestra alma. El requisito, ya lo sabéis: seremos destinados a esos lugares felices siempre y cuando hayamos acumulado los méritos suficientes.
—¡Dios mío, qué serenidad me aporta todo esto! —comentó Sonia mientras que dirigía su mirada hacia el blanco techo—. Perdí a mis padres, pero sé que están vivos. Sé que algún día, este cuerpo que ahora tengo concedido en préstamo, sucumbirá, pero que solo será una transición en mi amplio camino. Y vosotros desapareceréis también, como los que nos han precedido, mas nada de eso importará, porque seguro que volveremos a encontrarnos, para hablar, para saludarnos, para intercambiar impresiones sobre lo que ha sido de nosotros en todo ese tiempo.
…continuará…
Um fantástico livro e um casal com sede de conhecimento. Ficou claro para ambos que somos criaturas em evolução, e que a vida continua.
Acho que eles estão no bom caminho. Abraços, Cidinha.
Claro que sim, o caminho do bem não é mesmo?
Sim, exatamente. Grato, Cidinha.