—En efecto —concordó Sonia—, había algo en mí que me decía que el uso de ese don o como queramos llamarle, tenía que ser empleado para hacer el bien, o lo que es lo mismo, para ayudar a otros. Los seres humanos estamos muy necesitados de eso, de esa cualidad inmensa que consiste en centrar tu atención en los demás. Esto mismo que le estoy explicando ya se lo he dicho a otras personas que me han preguntado. Todo este fenómeno, don Hipólito, a mí me ha servido, no solo para salir de mi pequeño mundo, sino también para entrar en la realidad de todas esas criaturas con las que me cruzo en el día a día.
—Qué buena reflexión, amiga. Le has dado un perfecto sentido a todo eso que ha acontecido en tu interior, pero solo en contacto con los demás y a través de ellos.
—Pienso que existe un orden, una sensación que vive en mí y que me cuenta que todo se halla organizado en nuestras existencias. Razonando, jamás creí que se produjese en mí un desequilibrio que me arrastrase a la locura, que hiciese peligrar mi salud. Tampoco sentí un agobio tal que me hiciese rechazar o renegar de mi capacidad para llegar al prójimo. De alguna forma, sabía cuándo debía descansar, darme un respiro para no agotar mis recursos. Y, sin embargo, ¿de dónde me venían esos conocimientos? ¿Cómo era posible que yo, que he estudiado turismo y que soy dueña de un pequeño local de comidas y bebidas pudiese manejar tanta información acerca de quien acudía a mí en busca de asesoramiento? Pasada esa fase de terribles dudas, me di por convencida. Entendía que lo importante no era hacerme tantas preguntas, sino aceptar el desafío y desarrollar esa aptitud a través de la acción. Mis incertidumbres se calmaban actuando, nada más. Alcancé un momento en el que ya dejé de plantearme por el origen de lo que me pasaba y simplemente, tomé la decisión de trabajar y trabajar con ese aspecto. Y cuando lo hacía, mi ansiedad se evaporaba y me notaba mucho mejor.
—¿Sabes una cosa, Sonia?
—Dígame, a veces percibo tanta ignorancia dentro de mí…
—Puedes estar segura de una cosa. Además, se trata de una buena noticia. Cuando acabes la lectura meditada de ese libro que ahora acaricias entre tus manos, obtendrás muchas respuestas a tus enigmas. Será un gran paso, aunque no el definitivo. Este llegará mediante un proceso de introspección que te hará replantearte hasta los cimientos de tu existencia. Lo que hoy te he regalado es solo un instrumento, pero serás tú la que deberás extraer de ese libro toda su potencialidad. Como bien dijiste antes, considera que todo lo que hagas irá en provecho del prójimo, pues ese es el mandato más universal que nos fue legado. Servir al otro es el camino directo para ascender a los cielos. Parece una figura metafórica, pero no lo es. Con disciplina y sacrificio, ahora que eres joven, irás entendiendo multitud de aspectos, irás puliendo tus posibles defectos, que no son más que el reflejo del primitivismo egoísmo que tanto nos limita y al final, tú misma serás la que aprecies la inmensa satisfacción del deber cumplido. Es cierto que nacemos con unos objetivos por cumplir, todos sin excepción. A lo largo de tu trayecto, tendrás tiempo de mirar hacia atrás, no como un acto nostálgico, sino como un hecho de justicia para repasar cómo te has ido moviendo en tu camino evolutivo y hasta qué punto has alcanzado tus metas. Ese es el objeto del progreso y nuestro auténtico desafío: reconocer en el silencio de nuestra conciencia si estuvimos a la altura de los retos planteados. ¡Bendita misión!
—Escuchándole, me siento abrumada por tanta responsabilidad, señor. Usted, que cuenta con mucha más experiencia que nosotros, ¿qué nos puede decir sobre ese camino? ¿Acaso piensa que ha cumplido con su misión?
—No sé lo que llegaré a vivir y tampoco es que esté muy preocupado por ello. Aferrarse a esta vida, a este exilio obligado para el alma que supone nuestro paso por este planeta, es ridículo. Ya veis lo que le ocurrió a mi esposa. ¿Quién podía esperar semejante sorpresa, una enfermedad que llega sin pedir permiso, silenciosa y desde dentro y que cuando muerde con su presencia ya es demasiado tarde? Por eso no le temo a la muerte, porque sé que solo es un paso más en la senda de nuestra transformación a la que todos, tarde o temprano, debemos enfrentarnos. Es mejor hacerlo desde la dignidad que desde el temor, tal y como lo hizo mi amada Carmina. Aun sabiendo de su final, sonreía. Ella, que tanto conocía el mundo espiritual, no podía tener miedo a lo desconocido, porque para ella resultaba bien patente. ¿Quién de entre nosotros se sorprendería porque un pájaro volase o porque un árbol diese el fruto que le corresponde? Así debería ser nuestra actitud frente a esa mudanza que constituye el cambio de plano. Solo serenidad, para entender lo que significa y mucha esperanza, para abrazar a quien te espera tras cruzar ese grueso velo que resulta la ignorancia. Respondiendo a tu pregunta, no sabría qué decirte. Estoy en camino, en proceso, pero el recorrido es infinito y no acaba. La perfección, por definición, es el reto supremo y para ello, como ya habrás intuido, precisamos de mucho, mucho tiempo. Puede parecer curioso, porque me falta la presencia física de mi esposa, pero me siento bien. He aprendido en estos últimos años un montón de cosas, quizá una gota de conocimiento en todo el océano y aun así, es más de lo que sabía antes de conocer el Espiritismo, que no es otra cosa sino lo que verás descrito en esa obra. Y con todo, ¿qué sería de toda esa sabiduría sin su aplicación a la realidad? Esa es la verdadera naturaleza del mérito: transformar lo aprendido en buenas obras, convertir tus conocimientos en algo útil para el prójimo. Tendrás que meditar sobre ello conforme vayas avanzando en la comprensión del texto y de lo que implica. ¿Qué puede ansiar el médico o el farmacéutico en sus horas continuas de laboratorio? ¿De qué le serviría hallar la fórmula maravillosa que borrase una enfermedad de la faz de la Tierra si no se diera a conocer su descubrimiento? ¿Sería bueno que hallase ese remedio solo para aplicárselo a sí mismo?
—Sería horrible, señor, una clara muestra del egoísmo más feroz.
…continuará…
Conheço pessoas que leram o Livro dos Espíritos em uma noite e obtiveram respostas necessárias a sua existência.
Eu levei duas noites para ler esse texto e minha vida mudou. Obrigado, Cidinha.
Surpreendente amigo, você tornou-se um verdadeiro espirita. Esse maravilhoso livro nos orienta sobre o verdadeiro sentido da vida, que é a Evolução do Espírito.
Esse fato aconteceu durante um Congresso sobre drogas celebrado na cidade espanhola de Toledo. Uma amiga médium me deu «O livro dos espíritos» como presente e já não parei de ler. Beijos, Cidinha.
Que legal, você se identificou com o maravilhoso livro.
Parabéns pela determinação.
Obrigado, Cidinha. Realmente, foi um fato extraordinário que mudou minha vida. Beijos.