Mientras que Hipólito daba un sorbo a su copa, Sonia asentía con su cabeza, como queriendo expresar que ella también había pasado por esa experiencia de perder a quien más quieres.
—Fue así como mi Carmina, postrada en la cama de un hospital, pero dominada por la más absoluta serenidad, se fue consumiendo poco a poco, como si le hubiesen regalado el tiempo justo para su despedida, esa que le permitiría acceder a las puertas del conocimiento y responder al mayor enigma de la existencia humana: ¿qué hay tras la muerte? Es tan gruesa la cortina que esconde el acceso a ese desafío que parece que ha de acontecer una tragedia para despertar.
—Y ¿cómo era su esposa? —preguntó Sonia mientras que limpiaba una lágrima que caía lentamente por su mejilla derecha.
—De algún modo, me recuerda tanto a ti… y no lo digo por tu apariencia física, sino por algo que ahora entenderás en cuanto te lo explique. Verás, ella, al principio, me ocultó algo básico que yo desconocía. Sin embargo, a los meses de consolidar nuestra relación, me reveló un dato que me dejó atrapado en un laberinto de emociones. Yo no sabía si se trataba de una broma que me estaba gastando, pero su mirada me convenció rápidamente de que estaba hablando en serio. Fue así como me contó que, desde que tenía uso de razón, ella tenía una presencia femenina a su lado que la acompañaba en la mayoría de las ocasiones; y no solo eso, sino que esa entidad le aconsejaba acerca de cómo actuar en determinadas situaciones. Pasada mi extrañeza inicial, con el tiempo me di cuenta de que aquel fenómeno era consustancial a la naturaleza de Carmina. Era como si ella hubiese nacido con esa característica, don o como se diga, la de tener junto a ella a un ser con el que interactuaba.
—Ya, don Hipólito, ahora empiezo a comprender ciertos aspectos que ha expresado antes. Cada una con sus diferencias, con sus particularidades, usted me ha visto reflejada en el espejo de su propia mujer.
—Desde luego, jovencita. Por eso estás aquí, porque estoy seguro de que escuchar este relato te beneficiará de cara al futuro y a tu evolución. Cuando Carmina me confesó su gran secreto, a mí me produjo incluso curiosidad. Después de todo, era algo a lo que yo no podía acceder, una presencia invisible que ni oía ni observaba, pero que sabía que estaba ahí por la forma que tenía Carmina de transmitirme sus mensajes. Fíjate que yo no había tenido ninguna experiencia previa al respecto y esa cuestión, pues tampoco resultaba de mi interés, sobre todo por mi desconocimiento. En aquella época, mis preferencias giraban en torno a la fecha de la boda, en qué momento adquirir una vivienda y mi perspectiva profesional. ¡Cómo recuerdo con humor aquella conversación en la que me desveló el nombre de aquella figura con forma femenina!
—Ah ¿sí? —comentó con interés la dueña del café Ágata—. ¿Quizá era algún familiar de ella que ya había fallecido?
—Buena pregunta, amiga. Ya veo que estás abierta completamente a las influencias del otro plano. En efecto, se trataba de su abuela Isabel, alguien de quien Carmina no guardaba muchos recuerdos porque había muerto cuando mi esposa era tan solo una cría. Sin embargo, ese espíritu bondadoso “regresó” con inusitada fuerza a la vida de mi esposa, en este caso, como su guía espiritual desde el otro lado. ¿Sabéis un aspecto determinante de este tema?
—Por favor, jefe, cuente, cuente. Mire que estoy habituado a las historias extrañas a causa de Sonia, pero es que este relato me parece de lo más fascinante.
—Pues resulta que esa tal Isabel ya había sido una médium cuando vivía en un cuerpo físico. De alguna manera, continuaba con su “carrera”, o dicho de otro modo, lo que antes hacía cuando existía, lo continuaba haciendo, pero ahora como espíritu y con su nieta. No os lo vais a creer, pero a mí me dio un ataque de risa cuando mi futura mujer me confesó que su abuela le había dicho que yo le convenía como hombre con quien compartir su vida.
—Jefe, entonces ¿fue la misma abuela de Carmina la que la indujo a casarse con usted?
—Pues eso parece, muchacho. Claro, en ese escenario tan sorprendente e incluso divertido, yo le contesté que, como hombre enamorado, me parecía muy bien esa propuesta, pero que siendo serio, debía ser ella misma la que tomase esa importante decisión y no su abuela. Carmina me advirtió que el consejo no era una imposición, sino una recomendación y que por supuesto, Isabel respetaría el libre albedrío de su nieta. Recuerdo perfectamente, tras aquella charla, que estuvimos unos meses más como novios y que luego, como podéis imaginar, formalizamos nuestro compromiso casándonos.
—Y ¿qué más pasó? —preguntó Sonia.
—Llegaron nuestros dos hijos, una bendición del cielo que tanto llenó nuestras vidas como pareja. Podéis creerme o no, pero mi mujer me dijo que Isabel le había revelado antes de cada embarazo, cuál era el momento apropiado para concebir a nuestros futuros bebés.
—Caramba, así cualquiera —manifestó León con una amplia sonrisa en su boca—. Gracias a esa presencia, usted sabía que iba a acertar. Eso se llama jugar con ventaja.
—Claro que sí; podría interpretarse de esa manera. Sin embargo, hay un dato valioso que ignoras. La mayoría de las veces, mi esposa no me contaba nada de lo que Isabel le aconsejaba, tal vez para no agobiarme, o para que la influencia de ese espíritu no ejerciera sobre mí un efecto de rechazo. Éramos felices a nuestro modo y eso era lo más esencial.
…continuará…
Os capítulos estão cada vez mais envolventes e, eu ansiosa para conhecer os personagens que une Sonia e Léon, nesta rica mensagem mediúnica.
Obrigado por seus comentários, Cidinha. Ótima semana.
Que bueno poder contar con esa asesoría espiritual! cuando no se interpone nada en el canal espiritual! que historia tan interesante de como se manifiestan los espiritus! me encanta!
Ya dice el refrán que cuando «el alumno está preparado, aparece el maestro». Besos y feliz semana, Samora.