El joven cerró la puerta del despacho de don Hipólito con suavidad y mientras descendía por las escaleras hasta su oficina, permaneció pensativo. Se sentía decepcionado, porque estaba convencido de que si Sonia le había hecho ese encargo, era porque la respuesta del Delegado de Hacienda sería, por supuesto, afirmativa. Nadie reparó, entretanto, que su jefe había extraído de una de las cajas guardadas en su mesa, una carpeta de color azul que parecía contener documentos importantes.
Con sumo cuidado, la abrió y un montón de fotos de Carmina, su amada esposa, y de él mismo, surgieron ante su vista. Con delicadeza, aquel señor empezó a revisarlas una a una, examinándolas con detalle, dejando su mente atrapada en los recuerdos que aquellas imágenes le evocaban. Conforme miraba y miraba, la emoción le embargó el corazón y algunas lágrimas fueron bajando por su rostro, cruzando los pliegues de su cara hasta alcanzar sus labios.
Unos minutos antes de las tres de la tarde, hora en la que finalizaba la jornada laboral en aquel edificio…
—¡Eh, León! Espabila…
—¿Qué quieres, Demetrio? ¿No ves que estoy recogiendo? Estaba a punto de salir para casa.
—Pues tendrás que esperar. Me he cruzado arriba con el jefe supremo y me ha dicho que antes de irte, subieras a hablar con él. No quiero imaginar nada, pero por su gesto de seriedad, debe ser un asunto de cualquier temática, menos gracioso. ¿Qué has hecho, hombre? ¿La has fastidiado con algún dato o estadística? Bueno, yo sí que me voy, no vaya a ser que después me convoque a mí. ¡Suerte! Ya mañana me contarás cómo te ha ido.
—¿Estás seguro de que ha sido él mismo el que me ha llamado?
—Pues como no sea que yo haya sufrido una alucinación visual y auditiva, sí, era él. Venga, date prisa, que ese señor no es ni de gastar bromas ni de perder el tiempo. Mas te vale acelerar y no hacerle esperar.
—Vale, ya subo. No entiendo nada. Pero ¿qué diablos ocurrirá ahora?
Un minuto más tarde, tras picar en la puerta…
—¿Don Hipólito? ¿Da usted su permiso? ¿Quería verme?
—Ah, sí. Pasa. Anda, entra y siéntate, en esta misma silla, como hace unas horas.
—Usted dirá, señor.
—Verás, León, he estado pensando durante la mañana acerca de la conversación que hemos tenido. Se trata de un asunto delicado que me trae muchos recuerdos. En fin, historias personales. En cualquier caso, ahora seré yo el que haga la pregunta misteriosa.
—Me temo que no le entiendo, don Hipólito…
—¿Qué hacéis este sábado?
—¿Perdón?
—Si tú y tu novia estáis libres, me gustaría invitaros a casa a cenar y por supuesto, a conversar. Para mí, y estoy hablando completamente en serio, sería un gran honor recibiros. Pues eso es todo, joven. Pensadlo con tranquilidad y ya mañana me das una respuesta. ¿Te parece bien?
—Pero, don Hipólito, me deja usted sin palabras… Faltaría más, el honor será mío, no sé ni qué decir.
—Pues justo eso. Consúltalo con ella y ya me dices. Ah, por cierto, dile a tu novia que su intuición ha resultado certera. Por supuesto que tengo relación con los espíritus. Era esa la pregunta ¿no?
—Sí, claro. Se lo diré. Ya me estoy imaginado su cara cuando le comente su respuesta. Con su permiso, señor.
Aquel sábado, en torno a las ocho de la tarde, el timbre de la casa del Delegado de Hacienda sonó…
—Ya estáis aquí. ¡Qué bien! Por favor, pasad y sed bienvenidos a mi hogar.
—Señor, le presento a mi novia, Sonia González.
—Entonces, tú eres la intuitiva Sonia. Encantado, soy Hipólito, aunque León ya te habrá contado algo de mí. Vamos a sentarnos en el salón. He preparado algunas cosas para picotear. No soy experto cocinero, pero he procurado esmerarme.
—Oh, jefe. No tenía usted por qué haberse molestado. Nosotros hemos traído un vino porque nos encanta para acompañar con la comida.
—Habéis tenido una muy buena idea. Lo probaremos. Voy un momento a la cocina a abrirlo.
Unos segundos más tarde…
—Bueno, Sonia —inició la conversación Hipólito—. Todo esto y vuestra presencia aquí, no deja de ser un misterio. Me gustaría que me explicases cómo llegó a tu cabeza esa idea de preguntar por mi relación con los espíritus. Será interesante escuchar tu respuesta. León tuvo que esforzarse mucho para abordarme y no veas la cara que puso cuando, al principio, le contesté que se había lanzado a la piscina… sin agua.
…continuará…
Que capítulo interessante! Estou adorando! Mais uma história interessante para meu aprendizado. Parabéns.
Que bom, Cidinha. Espero que você goste até acabar.
Claro que vou terminar, com certeza.
Grato, Cidinha.
Continúa Sonia con su mision de llevar alientos de esperanzas a los que se han quedado! Que buena historia estamos a punto de conocer?!!
Pues sí, es un buen motivo por el que luchar.