SONIA Y LEÓN (56) Complicidad

4

—No sé ni lo que pensar, León. He de andar con cuidado. Lo ocurrido hoy puede ser una excepción y no volver a repetirse, pero me pregunto si este fenómeno no supondrá el inicio de una nueva etapa donde este tipo de hechos se vaya intensificando más y más. ¿No crees que podría volverme loca?

—¿Tú? ¿Por qué motivo? Lo dudo. Sinceramente, desde que te conocí, siempre te he visto muy centrada, incluso madura para la edad que tienes. Has levantado un negocio y lo mantienes activo con solo veinticuatro años. Has superado la muerte traumática de tus padres. Y si además de lo anterior, vives conmigo, me soportas, con todo lo que eso conlleva, la verdad, no encuentro nada en este mundo que te pueda hacer perder el equilibrio.

—Ya, gracias por tus apreciaciones. Se nota que me miras bien, cariño. No obstante, he oído hablar de personas como yo que terminaban chifladas, alejadas de la realidad, inestables en su ánimo e incluso con trastornos en su comportamiento. ¡Ay, Dios! ¿Será ese mi destino? A estas alturas, lo único que me atrevo a pedir es poder mantener el control y no desvariar.

—Yo no creo que lo sucedido con ese hombre te haya hecho perder el control, Sonia.

—Prefiero pensar que no, pero si existe una escalera en estos temas, creo que esta mañana subí un peldaño importante, lo que me llevó a profundizar en mis intuiciones y a despegarme todavía más de lo que consideraba como normal.

—¿Normal? ¿Y quién define esa palabra? Es un concepto tan cambiante que nadie se pone de acuerdo. Se trata de algo tan subjetivo, que cada uno lo defenderá según sus experiencias o sus valores. Incluso lo que no hace mucho se consideraba como anormal por ignorancia o por otros motivos, hoy se acepta. No pienso que debas preocuparte por ese tema. Cada uno desarrolla su propio estilo de relacionarse con el mundo, de vivir su propia existencia.

—No deja de asombrarme que un hombre como tú, alguien de números y economía, aparentemente tan racional, se interese por estos asuntos como el mío, donde a veces cuesta trabajo separar lo real de lo irreal, o cuando menos, así me lo parece. ¿Es eso “normal”?

—Ja, ja, buen apunte. Sí, puede que yo también esté asombrado conmigo mismo, por mi actitud, pero cada vez menos.

—¿Cómo que “menos”? ¿Por qué dices eso?

—Es muy sencillo. Me he acostumbrado. Llevar conviviendo contigo todo este tiempo me ha abierto la mente a otra realidad, a otras maneras de explicar ciertos fenómenos. ¿No es maravilloso? ¿No dicen los entendidos que hay que desarrollar la amplitud de miras? Pues tú me has ayudado mucho con ello. Piensa por un momento que yo estuviese compartiendo hogar con alguien idéntico a mí. Como pareja, seríamos aburridísimos y no saldríamos de nuestro círculo cerrado. Sin embargo, tú, con tu carácter y con ese cúmulo de cosas “raras” que te ocurren, me has cambiado la perspectiva. Por ejemplo, ya doy como válida la posibilidad de que exista vida más allá de la muerte, algo para mí irracional hasta no hace mucho. Incluso contemplo la eventualidad de que existan otras personas que como tú, puedan atravesar esa línea fronteriza que nos aísla. Espero que no hayas olvidado que, al poco de conocernos, entraste dentro de mí y de mi historia, sin ni siquiera haber profundizado en mi pasado. Nada te conté y no obstante, ya conocías lo esencial de mi biografía afectiva. Me quedé estupefacto, pero debo confesar, que eso produjo un efecto de atracción muy intenso en mí sobre tu enigmática personalidad. ¿Quién eras tú? ¿Quién era esa mujer misteriosa que con tan solo tocarme podía ver en mi interior como si yo resultase transparente? En definitiva, que lo sucedido hoy en tu café tampoco es algo para hacerte entrar en pánico.

—Vale, León, ya veo que no somos tan diferentes. Tu interés por lo que me pasa no constituye ninguna sorpresa. Si te has aproximado a mí y a mis circunstancias, es porque esa posibilidad estaba ahí, en potencialidad. Estamos conviviendo y al mismo tiempo, creciendo como pareja, como dos seres que comparten una serie de experiencias y que intercambian conocimientos y actitudes.

—Pues confirmo lo que has expuesto. Nos parecemos más de lo que cualquier observador externo podría establecer a primera vista.

—Desde luego. Si hay ánimo constructivo, las personas que van pasando horas y horas juntas se van adaptando la una a la otra hasta alcanzar el equilibrio. Nuestra relación es fluida, nuestro compromiso, firme. Eso es lo que está sucediendo.

—Acepto tu sabiduría ancestral, mujer —comentó el joven con gracia mientras que abría sus brazos—. Mi orgullo se doblega ante tu espiritual figura. Sencillamente, tienes un don y reconozco que a mí me gusta saber de ese don, investigarlo.

—¡Eh, tú! Que yo no soy un ratoncito de laboratorio al que se observa y analiza.

—Desde luego, pero si estás sonriendo, es porque sabes que mi intención no es la de un científico que busca experimentar para obtener un resultado, sino porque adoro descubrir lo que hay en la persona que tengo enfrente y en cómo lo vive.

—Vale, has hallado la perfecta razón para confesar tu admiración por mí. ¿No es así?

—Puede. Noto una gran satisfacción en mi interior. Me siento en paz contigo y con mi conciencia.

—Oh, qué hombre tan delicado. En fin, no sé tú, pero a mí se me han gastado las baterías. Estoy agotada y creo que lo de esta mañana ha influido mucho en mi cansancio. Gracias por la conversación, pero me voy a la cama si no quiero arrastrarme dentro de unas horas cuando suene el despertador.

—Eso, seguro. Venga, vayámonos a descansar.

…continuará…

4 comentarios en «SONIA Y LEÓN (56) Complicidad»

  1. Esos temores de Sonia creo que cualquier persona en su lugar, los sentiria porque no forman parte del comun. a veces a uno le suceden cosas y uno comenta con alguien que tenga aunque sea algo de conocimiento espiritual, sino No! por temor a ser llamado loco o loca.precisamente porque no es algo que le pase a todo mundo

    1. Efectivamente, sucede así. Ser «especial» tiene un coste emocional y supone muchos riesgos. Mostrarse equilibrado en esas circunstancias no es nada fácil. Feliz semana, Samora.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

SONIA Y LEÓN (57) Soñando para despertar

Jue Mar 25 , 2021
Transcurrieron unas semanas de tranquilidad en la vida de la pareja. La experiencia con el empresario sevillano había quedado atrás. El destino pareció darle un pequeño descanso a Sonia, la cual se hallaba sorprendida o tal vez aburrida. Sin las emociones provocadas por su capacidad para contactar con el más […]

Puede que te guste