—Sí, al menos tu planteamiento es más constructivo que el mío. Espero que en breve, a mí me pase lo mismo y que me centre más en el presente que en una historia que ya se acabó. Quiero pensar que haberme trasladado a más de mil kilómetros de mi tierra es toda una declaración de intenciones.
—Puedes moverte el doble o el triple de esa distancia, incluso cruzar el océano, León, pero no creo que eso sea lo más importante. En tu caso y desde mi punto de vista, lo más efectivo sería romper en tu mente el esquema del recuerdo de esa mujer. Querido amigo, tienes que asumir más temprano que tarde que todo eso ya pasó y que no va a volver y sobre todo, que tienes un horizonte de esperanza por delante. O te liberas de esa trampa de la memoria o tu tormenta no cesará. Sin embargo y por mucho que yo te lo diga, el que decide eres tú. Hay temas tan personales como el que te ocupa, que solo el propio sujeto puede poner orden en sus pensamientos.
—Veo que sabes aconsejar, que se te da bien esa tarea de ayudar al otro. Sin embargo, con respecto a eso último que has dicho, no sé si se trata de tu propia reflexión o si es algo que te ha llegado como una inspiración a tu cabeza.
—Ah, no, en absoluto. Estaba siendo lo más lógica posible, tratando de deducir qué es lo que más te podría convenir tras lo acontecido. Personalmente, estoy convencida de que si tuvieras interés en otra mujer, esa atadura a tu ayer, desaparecería rápidamente.
—Más que estudiar turismo, pareciera que has completado la licenciatura en psicología, Sonia.
—Digamos que las enseñanzas de la vida pueden constituir, a veces, la mejor ayuda psicológica, muy práctica y lista para aplicar.
—En resumen, que me estás indicando que lo mejor para mí sería iniciar un nuevo romance, como forma definitiva de romper con un pasado afectivo algo revuelto. ¿Es así?
—¡Ay, León, tómalo como quieras! Mi palabra no es ley, simplemente te transmito mi opinión, sin ánimo de imponerte nada, faltaría más. Eres adulto ¿no? Venga, no pongas esa cara de contrariedad, que te estoy viendo. ¿Sabes una cosa? He aprendido bastante, que no lo suficiente, desde que noté en mi interior el desarrollo de mi capacidad.
—¿Qué quieres decir?
—Pues que al principio metía mucho más la pata que ahora. Si me venía alguna información, la expresaba tal y como me llegaba y eso, evidentemente, no podía ser bueno. Era impulsiva. Desconocía que esos datos eran para mí, pero no para transmitirlos al pie de la letra. Con la experiencia acumulada y con el transcurrir de los meses, me vi en la necesidad de ir filtrando las noticias.
—¿Qué significa exactamente que las filtras?
—Pues que soy mucho más cuidadosa con los mensajes que al principio. Ahora, aunque reciba alguna información, no se la suelto a la otra persona como el que está hablando del pronóstico del tiempo. Intento adaptarme a la mirada de quien tengo delante, anticiparme a cómo va a reaccionar frente a lo que yo le diga, a cómo se va a sentir con mis palabras. Dicho de otra manera: intento ponerme en su piel, en su punto de vista y me aplico el siguiente recado: si fueses tú, Sonia, la que recibieses ese aviso, ¿cómo responderías? Esa es la auténtica clave.
—Bien pensado, solo me cabe felicitarte. Confieso que ayer, conforme me ibas contando todo eso que te llegaba al respecto de mi caso, me sentí por momentos algo molesto. Admito que por la noche, al intentar descansar en casa, no me podía dormir. Me resultaba inconcebible que una mujer a la que no conocía salvo de un diálogo anterior, pudiese saber tanto de mí y en concreto de ese problema tan incómodo al que me tuve que enfrentar. En verdad, reflexionando, lo más fastidioso era que alguien supiera tanto de mi intimidad. Hoy, al despertarme, mi propio discurso cambió. Por eso regresé al café, tal y como te prometí. De pronto, tras levantarme esta mañana, llegué a la conclusión de que debía sentirme agradecido por tu confianza, por tu franqueza a la hora de mostrarme las cosas a la cara. Esa incomodidad de ayer desapareció y hay algo muy adentro de mí que me dice que lo mejor que me ha podido pasar desde mi traslado a esta ciudad, ha sido encontrarme contigo, una persona tan misteriosa como atrayente.
—¡Eh, León! Caramba, me has alegrado la noche. Es uno de los mejores piropos que he escuchado en toda mi vida. Ahora, ya tengo la convicción de que todo eso de lo que estuvimos hablando ayer, justo aquí, tuvo un efecto positivo para ti.
—Pues sí, he sido muy sincero. El orgullo, a menudo, nos impide ver el fondo de las cosas, incluso el de una buena conversación. De la charla del viernes solo puedo afirmar algo: se trató de una enseñanza que me vendrá muy bien para reconstruir mi futuro.
—Mira, ya estoy. Anda, observa. ¿Te gusta este vestido?
—¿Eh? ¡Vaya cambio! Estás estupenda, mujer.
—Pues entonces… ¿nos vamos a la calle?
—Claro que sí. ¡Que viva la noche!
—Como es lógico, te llevaré a algunos sitios que ya conozco y que están muy bien. Tomamos unas copas y profundizamos en nuestro mutuo conocimiento. Tú también eres misterioso, cada uno a su estilo. ¿A que es una buena idea?
—Es una idea perfecta. Me das tantas facilidades y eres tan amable, que da gusto salir contigo de fiesta.
…continuará…