—Vale, ya sé de lo que me hablas —respondió la camarera con un gesto elocuente—. Yo creo que algún día se le pasará. Aquí hay mucha faena y las personas no nos podemos multiplicar, quiero decir que resulta difícil llevar un bar y después, decirle a la gente lo que le va a pasar o lo que le está pasando. Por eso, ya te digo yo que de “don”, nada de nada. Con sinceridad, para mí eso es una carga que lo único que le va a traer son problemas. Oye, que es mi opinión, yo no tengo la verdad sobre ese asunto. Cada cual hace con su vida y con su destino lo que quiere, y a veces, lo que puede. Yo, en particular, no me siento dueña de mi futuro y mucho menos de mi presente. ¿Sabes por qué? Porque hay muchas circunstancias que nos limitan y a la hora de elegir, las tienes que tener en cuenta. Eso de la libertad, cómo te diría, pienso que está demasiado valorada. Por eso me fastidia que en España estemos todo el día dialogando sobre esa dichosa palabra, como si fuera la solución a todos los males de la existencia. Dios mío, ¿es que no habrá otra cosa de la que hablar? Mucha libertad y pocos deberes, veo yo en este país… En fin, que la realidad es multifactorial.
—¿”Multi…”, qué? ¿Otra vez estás con tus bromas? —expresó el joven ante el acento tan cerrado de la camarera.
—Pero chico, ¿de dónde has salido, de las catacumbas? Hablo de que si analizas un hecho, normalmente este se explica por una serie de factores, no solo por uno. ¿Lo comprendes o no?
—Uy, creo que si seguimos con esta conversación voy a terminar con jaqueca. En fin, lo mío son los números y la economía. Es mi trabajo y como tú cuentas medias verdades, pues pensaba que me estabas tomando el pelo nuevamente.
—Anda, hombre, tú alucinas, ja, ja. No, si al final, además de guapo, vas a tener un punto de gracioso. Te juro que nunca antes había escuchado un nombre como el tuyo. Me pregunto si serás un león en los demás aspectos…
—¿Cómo? Perdona, pero no le cojo el sentido a lo que dices. O me estoy volviendo loco o eres tú la que te expresas de una forma muy rara con tanto juego de palabras.
—Anda, déjalo, que no te enteras de la mitad de las cosas. O espabilas o aquí te van a comer, que estás como alelado. Tienes que procurar estar más atento al lenguaje, que de tanta belleza no se come, salvo que cambies de profesión. ¿Lo entiendes, fiera?
—¿Eh? Ay, Dios, pero tú ¿de dónde has salido, mujer?
—Mira, guapo, se acabaron tus problemas con la traducción. Por ahí entra la jefa. Ella te atenderá mejor que yo y seguro que te ofrece un mejor palique. Oye, que encantada de haberte conocido y mucha suerte en la ciudad. Te dejo, que sigo con lo mío. Qué pena que ya hayas quedado con Sonia, si no, ya te garantizo yo que hoy te venías de fiesta conmigo.
—Bueno, encantado yo también. No me he enterado de eso último que has dicho, pero por tu cara, seguro que era algo bueno o gracioso.
—Hola, León. ¿Qué? ¿Haciendo amistades con mis empleadas? —preguntó Sonia con una amplia sonrisa en sus labios—. Ya veo que no te has aburrido el tiempo que he estado fuera… ¡Estás hecho un ligón!
—Pero, si yo no he hecho nada, Sonia. Es que esa camarera habla con tanto atropello que me cuesta trabajo interpretar lo que dice. ¡Menuda velocidad que tiene! En fin, será mejor olvidarlo. Me quedo con la parte divertida de la charla. Y digo yo, ¿la otra chica es igual?
—Qué va, Carmen es mucho más seria, aunque sin exagerar. Además, no tiene ese fino punto de ironía que utiliza Elisa y que al principio te despista. Yo me río mucho con ella y eso hay que valorarlo. Cada uno es como es, ya te darás cuenta.
—Sí, supongo, ya me acostumbraré.
—Perdona por la espera, pero hoy ha habido más movimiento y al final, nos habíamos quedado sin pan. No queda mucho para cerrar, pero nunca se sabe, quizá venga algún cliente con apetito. ¿Eh? Pero si esto es un gin-tonic… Ah, claro, como es sábado, ya has empezado a festejarlo.
—Oye, el otro día me controlaste las copas de vino y hoy, esto. ¿No tendrás vocación de médica? O tal vez, solo pretendas vigilar lo que como o bebo. ¿No es así?
—¡Eh, caballero! No se moleste conmigo que es usted mayor de edad y libre de tomar lo que quiera. Lo que pasa es que me intereso por lo que consumen mis clientes más especiales.
—¿”Especiales”?
—Por supuesto. ¿Qué creías? Ya sé que se trata de un criterio muy subjetivo, pero después de lo sucedido en nuestro encuentro del primer día, he decidido incluirte en esa exclusiva categoría que es la de ser considerado un cliente especial de este prestigioso local.
—Pues vale, ahora suena mucho mejor. ¿A quién no le agrada ser tratado como alguien especial? Ya me siento bien, después de la aparatosa charla con Elisa. ¿Ves? Me has alegrado la tarde. Contigo sí que me entiendo y además, ahora me siento como una persona bienvenida.
—Sí, ya lo sabes. Ahora que te he calado, eres bienvenido, León.
—Oye, Sonia; tengo una pregunta. ¿Qué se supone que vamos a hacer hoy? Después de lo de ayer, ya me espero cualquier cosa, hasta una nueva sorpresa con mi pasado o qué sé yo…
…continuará…