—¿Y cómo es ese proceso adaptativo frente a mí?
—Contigo me siento cómoda, creo que tu actitud es la justa para escuchar todo esto que te estoy contando y además, pienso que vas a extraer conclusiones positivas sobre nuestro encuentro.
—Todo esto no deja de ser extraño. Es como si hubieras entrado en mí desde el primer día, sin consultarme, sin pedirme permiso. Tengo esa rara sensación de haber sido despojado de todas esas defensas que nos ponemos las personas frente a la intromisión de los demás. Ya sabes, todos conservamos una intimidad que tratamos de proteger frente a los desconocidos.
—Ya te he comentado que no existe ninguna intención perversa en mí, que es un proceso natural que se desencadena, que no puedo hacer nada por evitarlo y que la información que se me aparece a través de esas visiones es la que es, quizá la que yo precise saber para ayudar al otro, nada más. No estoy segura, pero lo que me ha llegado de ti posee un claro propósito: hacer que reacciones.
—Muy bien. Y ¿en qué sentido entiendes que debería reaccionar?
—De hecho, ya has empezado. Te has movido unos mil kilómetros hasta llegar aquí. ¿No te parece eso una reacción?
—Bueno, si lo contemplas bajo ese prisma, entonces sí tienes razón. Admito que el golpe que recibí fue terrible, Sonia. No creo que pueda perdonarla. ¿Sabes la conclusión a la que he llegado con este asunto?
—Pues eso sí que no lo sé —indicó la joven en tono divertido.
—Supongo, no puedes saberlo todo. Respecto a lo de antes, para mí, lo fundamental es aprender a ser prudente en mi próxima relación con otra mujer. No quiero más disgustos de ese calibre. El palo que me he llevado ha sido de consideración. De ahí la necesidad de observar y de ser cauteloso, antes de caer en otro desengaño. Sí, sí, ya sé lo que estás pensando, que estoy resabiado con el sexo femenino, pero es que aún no ha pasado el suficiente tiempo como para recuperarme y olvidarme de Marta. Ahora ya no importa la total confianza que yo deposité en ella, sino su puñalada por la espalda, su traición realizada a conciencia, sin importarle el daño consumado sobre mí.
—Perdona por lo que vas a escuchar, León, pero, ¿no crees que estás exagerando un poco con tu visión de ese asunto?
—No, simplemente es lo que siento. Si me pongo serio con este tema, es porque me ha fastidiado la vida, por el proyecto que tenía y por el daño que me ha infligido.
—Te engañas a ti mismo, amigo.
—¿Cómo dices? ¿Acaso ese argumento es otra de tus “informaciones”?
—No, aquí estoy hablando de una pura deducción. Trataré de explicarme. El fracaso con Marta no tiene por qué significar que haya futuros reveses con otras mujeres. Me pregunto por qué deberías repetir esa experiencia. ¿Qué base tienes para estar tan seguro? Solo se produciría si te empeñas de modo persistente en creer que ese fenómeno adverso te va a volver a suceder.
—Pero, pero…
—Calla un momento —comentó Sonia mientras ponía su dedo índice en los labios del joven para que permaneciese en silencio—. Te diré algo muy especial. A pesar de la larga duración de ese romance y que incluía preparativos de boda, aquí surge algo novedoso que me ayuda a entender toda esa coyuntura.
León permanecía mudo y con los ojos desorbitados, tratando de desentrañar el significado del mensaje aportado por Sonia en aquella trastienda del café Ágata. Todavía no sabía explicarse de dónde le podía llegar a aquella joven que tenía sentada enfrente, toda esa información que describía una agitada etapa de su más reciente existencia.
—Te seré sincera. Lo cierto es que vuestra relación ya andaba cojeando desde hacía un tiempo. En los últimos meses, se apreciaba una cierta crisis afectiva, un desencanto que resultaba más patente en ella. Esos encuentros que al principio resultaban tan románticos fueron perdiendo intensidad, tal vez por la rutina o simplemente, porque vuestro vínculo no daba para más.
—Me inclino ante ti, Sonia. Me estás ayudando más de lo que piensas, no ya a entender esa relación, sino a cómo me tomé yo aquel incidente y a comprender ese vínculo. Siguiendo tu línea argumental, también ella me podía haber avisado de que nuestro noviazgo había perdido consistencia, caramba…
—Siendo franca, Marta temía hacerte daño porque al principio, había estado muy enamorada de ti. Sin embargo, al intuir que ese romance ya no daba más de sí, es cuando decidió engañarte. Estoy de acuerdo contigo en que tenía que habértelo dicho antes, porque esas cosas es mejor hablarlas con antelación para aclarar posturas y evitar haceros daño. Hubiera sido muy conveniente charlar sobre los motivos que habían dado lugar a ese enfriamiento y si ese aspecto tenía solución o no. Ya ves que tu antigua novia, en vez de ser más protocolaria, decidió hacer otra cosa. Y tú, cuanto te enteraste por tu amigo de la relación con el otro hombre, pues te pusiste lleno de furia y ese enfado llegó a tal punto, que decidiste poner tierra de por medio y al final, fíjate dónde apareciste. Menos mal que no optaste por irte a las islas Canarias, aún más lejos. En ese caso, tú y yo no podríamos habernos conocido. ¿No te parece?
—Desde luego. Si hubiera cruzado el mar, esta noche no estaríamos en tu café hablando de cosas tan importantes.
…continuará…