—Ya veo. La verdad es que te mereces una aclaración; sin embargo, ahora y en mitad del trabajo, no te lo tomes a mal, pero preferiría esperar hasta el final. Verás, es que no resulta fácil de explicar.
—Ah, entonces, ¿hay una explicación a lo que pasó?
—Claro que sí y como veo tu expresión de interés, León, haremos una cosa, si te parece bien.
—Pues tú dirás, Sonia. Esto está empezando a cobrar interés.
—Mira, si tienes un poco de paciencia, espera a que cerremos y después, te contaré mi interpretación sobre el incidente de aquella tarde. ¿Cómo lo ves?
—Por mí, encantado. Tampoco queda tanto tiempo y te digo una cosa: sería incapaz de marcharme de aquí sin escucharte primero. Caramba, que esto me está pareciendo una novela de misterio. Ya tengo ganas de que llegue el desenlace.
—¿Una novela de misterio? Te confundes, León. Lo que te voy a detallar luego, es mucho más que eso. Anda, vete preparando. Y tranquilo, que en un rato lo comprobarás por ti mismo.
Una vez que Sonia se despidió de sus dos empleadas, procedió a cerrar la verja metálica de la entrada y con su invitado dentro, se dispuso a iniciar una conversación de lo más interesante.
—Bueno, hombre, pues ya ves. Estamos solos, por fin. Todo llega en su justo momento.
—Oye, Sonia ¿no crees que le estás dando una nota de excesiva intriga a lo que me tienes que contar?
—¿Eso te parece? Espera a oírme y después, me dirás tu opinión. Por cierto y esto es importante. ¿Estás en condiciones de escucharme con toda tu atención? Ya llevas tres copas de vino en el estómago y tampoco has comido tanto. Por eso te pregunto si vas a estar concentrado durante mi relato.
—Que sí, mujer, que me tienes en ascuas. Lo que pasa es que no sabía cómo calmar la ansiedad que me producía la espera. Venga, ya no bebo más. Tienes razón: no quiero que se me olvide ningún detalle de tu historia. Así, tú te sentirás más cómoda.
—De acuerdo, me parece una decisión equilibrada. Anda, levántate del taburete que parece que se te ha pegado el culo en él. Aquí detrás, hay un cuarto de uso particular. Es pequeño, pero posee mesa y sillas, lo justo para hablar en privacidad con alguno de mis clientes, si fuera necesario. Estaremos más cómodos.
—¡Qué misterio, todo esto! Está claro que cada bar ha de tener su trastienda.
—Venga, siéntate ahí. Yo me pondré a tu lado. Y nada más de alcohol, ¿vale?
—A tus órdenes, Sonia. Ni que fueras militar, qué facilidad para mandar…
—Pero si apenas me conoces… Bien, no digas más tonterías y mírame a los ojos, León. Lo que te cuente, reclamará tu atención. Verás, yo siempre fui una niña más o menos normal, o al menos eso era lo que yo pensaba. Tenía mis amigas, era cuidadosa con mis estudios, amaba a mis padres y me entretenía con todo eso que solemos hacer a esa edad. A mi madre le hubiera gustado tener más hijos, darle a su hija mayor algún que otro hermanito, pero cuando no puede ser, pues no puede ser. Primero, fueron las complicaciones de su embarazo conmigo. Eso, como es lógico, le quitaron las ganas de quedarse preñada de nuevo, al menos a corto plazo. El tiempo pasó y cuando mis padres ya estaban decididos a traer a alguien más a la familia, mi madre, que se llamaba Ágata, comenzó a sufrir episodios de depresión.
—Vaya por Dios, conozco gente que lo ha pasado muy mal con esa enfermedad. Claro, ahora entiendo el nombre de este café, una especie de homenaje o recuerdo hacia alguien muy querido que quizá ya no esté aquí…
—Has acertado plenamente, pero permíteme que continúe mi relato por orden. Ese es el motivo por el que antes te indiqué que necesitaba de tiempo para desahogarme contigo.
—Fíjate en lo que has dicho. Desahogarte, con casi un “extraño”; pero, continúa, por favor.
—El tema depresivo de Ágata, por desgracia, fue a peor, por lo que se convenció de que en esas circunstancias, tener a un crío no era lo más recomendable. Si aquello hubiera seguido adelante, tanto ella como su bebé podrían haber pasado por un calvario en esa situación tan delicada. Perdió toda la motivación y se culpabilizó mucho por no haber podido ser madre de nuevo. Cada vez salía menos a la calle, limitaba sus contactos sociales y empezó a distanciarse de sus amistades notándose cada vez peor. Mi padre, ante la coyuntura que se desarrollaba ante sus ojos, también comenzó a sentirse mal, sobre todo, porque no observaba ninguna puerta abierta, ningún atisbo de esperanza para mejorar unas circunstancias en casa que se complicaban más y más con el paso del tiempo. Yo, que ya había entrado en la adolescencia, noté lo que es el peso de una enfermedad mental en una familia. Me daba perfectamente cuenta de cómo eso afectaba al equilibrio de cada uno de sus miembros y la verdad, no era nada fácil de sobrellevar.
—Caramba, Sonia… ¡Quién podía imaginarse tanto sufrimiento entre las paredes de tu casa!
…continuará…
Continuo sem capitar o sentido da conversa, mas logo você chega lá. Sucesso amigo. Já me considero amiga, pois tenho grande preocupação com o que vai acontecer.Acabo de assistir um seriado Coreano «Saimdang» e estou ainda envolvida no grande amor e pintores Anjos do céu Coreano Até o próximo capítulo Beijos filho querido.
Eu que me alegro, Lúcia. Espero que goste do relato. Beijos.