LA MUJER DEL PARAGUAS

LA   MUJER    DEL    PARAGUAS
(Homenaje a Fernando Pessoa 1888-1935)
¿Pienso o camino con mis pensamientos?
¿Acaso no es lo mismo?
¿Se puede amar y odiar al mismo tiempo?

Venero mi rutina, sé lo que es,
la seguridad a la que el tonto se aferra
¿Y qué? Nunca aspiré a ser un Mozart,
escribiendo miles de notas con tan solo oírlas…
Me gusta repetir esos, mis infinitos rituales,
proyectados, calculados, previstos en mi mente
de siglos surgidos en mitad de las tinieblas
¡Ah, tinieblas, queridos y abominables miembros de familia!

Son mis paseos con la soledad del océano,
un ser capaz de aburrirte con su tediosa cháchara
que susurra entre rugidos sordos para adormecerme

Adoro mi paraguas porque me protege del agua,
aborrezco cualquier gota que el cielo derrame
No me importa acicalarme, mas que sea en el espejo
de mis fantasías, de mis sueños de niña
No pretendo mojarme con esa lluvia tétrica
vestida de egoísmo que condensa los males de este mundo

Por eso es negro mi paraguas,
como el secreto que esconde mi ignorancia
Definitivamente, el negro no es sinónimo de sabiduría
sino de una estupidez que se adorna de supuesta erudición
¡Maldita erudición, universidad de mi vida,
cuánto me inflaste el orgullo! ¡Cuánto sufrí por tu causa!
¡Ah, mi maldito ego comparándose con la nada…!

Mi paraguas negro combina bien con el grisáceo cielo,
no puedo remediar mi ánimo de ceniza, estoy triste…
¿Qué mejor que cientos de nubes sombrías
desplomándose sobre mi doliente cabeza?
Hay horas en las que el rencor
se apodera de mi abortada conciencia
Así es, maldigo mis pasos, mis huellas,
mi paraguas y hasta mi condenada rutina porque…
¿Qué es la existencia sin el cilicio del hábito?

Esta senda de todas las horas me esclaviza,
como aquel que sirve a un señor 
y no se pregunta por el motivo de su servidumbre,
ignorancia del esclavo, de cualquier esclavo
sentenciado cual Sísifo a cargar y descargar
la pesada piedra de sus sufrimientos

Lo confieso, detesto la presencia de mi paraguas,
no solo por su peso, sino porque me duelen mis muñecas, 
forzado gesto de protocolo eterno
Entiendo el motivo de mis miedos aunque no sé explicarlos…
Realmente, este paraguas ¿me protege o me castiga
como ser frágil que teme a la lluvia más que a la muerte?

Es duda que me corroe, enigma que solo la luz ha de disipar
como un sol imaginario aniquila la oscuridad
Y ese cielo plomizo que se abate insoportable 
como historia henchida de culpas sobre mi alma…
¿No sería mejor que lloviese, que me calase hasta los huesos 
y que transfigurada, el cielo se trocase en azul 
y el aire en brisa purificadora?

Quizá ya no me aburriese el mar
puede que hasta me bañase en él de ilusión
para que su sal transformase mi piel
hasta amanecer a un mañana radiante
¡Que se enaltezca mi memoria, que se liberen mis sueños…!

No sé lo que me ocurre, dudo de mi razón,
a veces me amo, otras, me odio… locura…
¿Se habrá trastornado mi personalidad con tantos paseos, 
paraguas y cielos grises que nublan mi mente?

Mientras tanto, hoy, una revolución se produjo en el horizonte
Un hombre vestido como la nieve se aproximó hacia mí…
¡He levantado mi vista!
Juro que le haré preguntas sin respuestas,
esas que me han torturado desde que tengo recuerdos
¿Le odiaré o le amaré? Terrible dilema…
Temo por mi ropa de luto, 
por mi paraguas y por mi mirada hacia dentro
¡Cómo me avergüenza mi desnudez!
¿Desánimo o esperanza?

 

© 2017 José Manuel Fernández
© 2011 Foto: Engin Akyurt

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

LA PRINCESA MENDIGA (I)

Mié Dic 27 , 2017
  Hace mucho, mucho tiempo, vivía una joven princesa en su castillo. Era esbelta y muy bella, la hija única de su padre, el rey. Al carecer de hermanos, algún día lejano, ella heredaría el trono. Su madre, la reina, había fallecido unos años atrás. Le encantaba caminar por el […]

Puede que te guste