AÑO 2016: UN PASO ATRÁS PARA UN GRAN SALTO ADELANTE (y II)

       

d) Una vez definida la meta general, resulta fundamental definir los diferentes campos de actuación en los que vamos a trabajar. Una relación conyugal está llena de muchos detalles que son al final la suma que le proporciona ese “color” tan especial a ese vínculo con el otro ser. Tomamos de nuevo papel y lápiz y escribimos punto por punto los diversos aspectos en los que nos movemos a diario con la otra persona. Está demostrado por numerosas investigaciones, que la estabilidad y lo que consideramos la “felicidad” en una relación, se hallan muy unidas al tipo de actividades que ambas personas puedan realizar en común. En otras palabras, cuantas más cosas podamos hacer junto al otro, mejor nos sentiremos con nuestra pareja. Veamos pues de manera más precisa esa lista de objetivos:

  • Durante la semana y si los trabajos lo permiten, tratar de desayunar, comer o cenar juntos. No se trata de alimentarnos en silencio y sin mirarnos, sino de interactuar con el objeto de reforzar nuestro vínculo como seres. Si esto no es posible por los horarios laborales, al menos hay que tratar de que haya un rato cada día en los que podamos intercambiar impresiones en un ambiente relajado, de intimidad, lo que nos permitirá “conectar” con nuestra pareja, es decir, compartir con el otro aquello que nos ha pasado en las últimas horas, valorar lo que hemos hecho o decidido durante la jornada, sentirnos en definitiva como dos personas que participan de experiencias vitales. Esto estrechará fuertemente nuestros lazos y nos hará sentirnos como una auténtica pareja que se escucha y donde la empatía mutua se ejerce de forma natural.
  • Durante el fin de semana, hay buscar aquellas actividades de ocio que a ambos nos puedan gustar. Aunque prefiramos hacer algunas tareas de modo individual, siempre hay cosas que proporcionan un mayor placer cuando se realizan en común. Además de las relaciones sexuales, podemos compartir una excursión, asistir a algún evento cultural (música, cine, teatro, exposiciones…), practicar algún deporte juntos, pasear, comer o cenar fuera, permanecer con un grupo de amigos, viajar a algún  lugar que nos apetezca… Ocurre a menudo que hay actividades que solo le apetecen a uno y no al otro. En estos casos, resulta adecuado alcanzar “acuerdos de colaboración» al respecto. Así, si a uno le gustan mucho las excursiones al campo y al otro permanecer en el hogar viendo una buena película, ambas actividades se pueden alternar buscando siempre un reparto equilibrado. Como no podemos hacer todo tipo de cosas al mismo tiempo, podremos planificar qué tipo de actividad podríamos llevar a cabo cada fin de semana. Insisto, la “felicidad” de una pareja va ir muy vinculada a ese número de labores que compartimos. Recordemos algo importante. Esa típica frase que tantas veces hemos oído como “¿te acuerdas cuando hacíamos aquellas cosas juntos?” es señal de que la buena relación puede estar en peligro y que por tanto, hay que buscar nuevos estímulos para mantener un nivel óptimo de entendimiento entre los cónyuges.
  • Distribuir equitativamente todas las ocupaciones de la casa. No se trata de realizar una especie de sorteo al 50% como si aquello fuera algo sometido al azar. De todas las tareas a afrontar, siempre se nos dan unas mejores que otras. Hay que dialogar al respecto y llegar a acuerdos. Uno puede tener habilidad para llevar la economía del hogar mientras que a la otra persona puede gustarle más cocinar. En el caso de que existan actividades que ninguno quiera hacer, habrá que realizarlas por turnos o a medias. Y es que si no somos capaces de alcanzar acuerdos de colaboración con el otro tal vez sea la hora de preguntarnos el porqué de vivir juntos.

e) Es muy recomendable establecer unos plazos temporales en los cuales podamos evaluar si estamos cumpliendo nuestros objetivos iniciales o si nuestro plan no acaba de funcionar o se mueve con retraso. Dependiendo de aquello que pretendamos cambiar podremos adoptar plazos que abarquen semanas, meses o años. En el ejemplo que nos ocupa, resultaría apropiado ir semana a semana observando qué partes de lo que hemos planeado se está consiguiendo o no. En caso negativo, habría que introducir sobre la marcha los cambios necesarios para asegurar las metas del proyecto original. Por supuesto que hay que contar con la opinión del cónyuge, pues su criterio nos va a aportar mucha información acerca de si estamos obteniendo o no resultados positivos. El gusto por la vida en común con el otro ser depende mucho de esa balanza equilibrada que establezcamos para mantener encendida la denominada “llama del amor”, pero evidentemente esto es algo por lo que hay que trabajar a diario, de modo que en cuanto veamos que existen oscilaciones, lo mejor es hablar y realizar los reajustes necesarios. Por eso comentaba al principio la importancia de buscar en todas las jornadas una pequeña porción de tiempo para hablar de los asuntos comunes y comentar cuantos aspectos sean necesarios. En resumen, se trata de poseer la íntima convicción de que vivimos mejor junto al otro que por separados y esto se basa en la cantidad de infinitos matices que somos capaces de aportar a la relación.

f) En resumen, queda claro pues, que además de la simpatía mutua y del afecto que podamos experimentar por una persona, una relación conyugal, como tantos aspectos de la vida, ha de ser cultivada jornada tras jornada. Aquello que no se cuida, se deteriora. La alternativa es la entropía. Se trata de un trabajo estimulante, de un reto descomunal, pero que si sabemos desenvolver nos conduce a experimentar las mayores cotas de felicidad, esa que solo nos puede proporcionar el amor entre espíritus que se aman.

Este sería el esquema del proceso que deberíamos ejecutar cuando queramos cambiar algo de cara al nuevo año que ahora se inicia. Con ese ánimo de mejorar que nos llueve desde la conciencia, lo importante es no dar “palos de ciego” sino saber lo que queremos desde el autoconocimiento y una vez definido el objetivo, ponernos a trabajar. Una fuerte pasión por renovarnos obra maravillas, sobre todo cuando partimos de un elevado nivel de motivación, pero lo que realmente va a medir nuestra mejora es la perseverancia. Existen tantos cambios a realizar dentro de nosotros como imaginemos, pero solo hay una verdad para alcanzar esa transformación: el camino de la constancia. No podemos pretender corregir un defecto o desenvolver una habilidad en tan solo unos días. Esos cuentos los dejamos para los críos pero para nosotros, adultos con capacidad para razonar y decidir, la cosa queda muy clara.

Sin voluntad, sin dedicación, la existencia no cambia y la caída se hace aún más dura. Tengo 51 años y en mi larga trayectoria como profesional de la Psicología aún no me he cruzado con alguien que haya dejado de fumar, que haya aprendido un idioma, que supere unos estudios, que pierda peso o que simplemente se comporte mejor con los demás, si no es a través del esfuerzo sostenido, de la paciencia y de la tenacidad. Es cierto que nos han regalado la vida pero la evolución es un camino largo, casi infinito, pleno de aprendizaje y que solo podemos desarrollar por nuestra cuenta. No tardes en coger una hoja en blanco y en empezar a apuntar aquello que deseas cambiar de tu realidad. Siempre estamos a tiempo, pero las demoras nos duelen en el alma.

¡Feliz Año 2016 para todos lleno de desafíos y de transformación!

2015 © José Manuel Fernández

 

 

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