Crisis

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Queridos amigos: no disponemos de un interruptor que nos desconecte automáticamente de la realidad como si fuéramos una vulgar lámpara. Sin embargo, con el tema de la crisis económica y debido al “bombardeo” continuo que en esta materia se ejerce sobre nuestras cabezas, más de uno se hubiera desenchufado hace tiempo. No obstante, como personas en proceso evolutivo sí es necesario abordar esta cuestión, aunque quizá desde otra perspectiva ajena al punto de vista estrictamente financiero.

Como ciudadano de a pie perteneciente al mundo occidental, resumiré con brevedad los datos más evidentes que manejo sobre este asunto. ¿Y qué advierten mis ojos a simple vista? Perciben un incremento sustancial de personas en paro, precariedad laboral, disminución considerable de los salarios, máximas dificultades de emancipación para multitud de jóvenes que incluye la inviabilidad en la adquisición de vivienda propia y la imposibilidad de formación de una familia, impedimentos para “competir” con otros mercados donde resulta más barato producir todo tipo de artículos, aumento de la edad de jubilación y de las horas de trabajo, reducción drástica del “estado del bienestar” y desde un punto de vista psicológico y no menos importante que los efectos anteriores, una profunda y extendida sensación de “fragilidad” muy generalizada en casi todas las capas sociales, aunque mayor en los estratos más desfavorecidos.

Tengo un compañero de profesión que de modo irónico y cuando hablamos de este tema siempre me comenta: “no te preocupes, es solo cuestión de dinero”. Yo me sonrío por su aparente desapego, pero su afilada interpretación me ha servido para poder acotar correctamente la cuestión, al menos desde mi punto de vista. Es posible que muchos analistas y la población en general estén de acuerdo sobre los efectos de la crisis, algunos de ellos ya comentados en el párrafo anterior. Sin embargo, donde no existen tantas coincidencias es cuando debemos mirar a las fuentes, a los orígenes del problema. Para mí, aquí reside la clave del embrollo y como buenos espiritistas hemos de utilizar el método inductivo para poner un poco de luz acerca de esta recesión económica que nos “acecha”. Después de todo, el uso de la inducción no constituye un factor extraño para el espírita, ya que solemos hablar de la realidad en términos de causas y efectos. En nuestro caso, se trata de reunir todos los datos de los que disponemos para remontarnos hacia el punto inicial e intentar distinguir dónde se sitúa el germen de todo esto.

El término “crisis” procede tanto de la expresión latina como de la griega (crisis/κρίσις), que a su vez, proviene del verbo helénico “krinein” y que significa “separar”, “juzgar”, “decidir”. Es muy posible que estas tres últimas palabras nos sirvan para aclarar el horizonte, pues la actual coyuntura nos va a ofrecer un impulso definitivo para separar realmente lo esencial de lo accesorio, para juzgar acerca de lo que verdaderamente necesitamos y por supuesto, para tomar decisiones al respecto.

Pero ¿qué está en crisis? Sinceramente, creo que estamos confundiendo los efectos con las causas. Lo que vemos a diario, incluida la angustia por la incertidumbre, la poca fe en el futuro y la desesperación en muchos sectores sociales, no es más que la consecuencia de algo más profundo, aunque para concretarlo tengamos que ascender por una escalera (regla inductiva) hasta alcanzar el origen de la depresión actual. La verdadera crisis es la de los valores, es decir, la que afecta a los principios morales por los que se guía la sociedad. Hoy en día y gracias al desarrollo de las tecnologías de comunicación hablamos de un concepto de “aldea global”. Por ello, tendremos que convenir que cuando cito el término “sociedad”, este se refiere a todo el conjunto de individuos que forman la colectividad mundial (unas siete mil millones de almas). Es verdad que cada persona posee sus propias peculiaridades pero también estamos de acuerdo en que la Tierra, a pesar de las diferencias étnicas, culturales o sociales no deja de ser por ello un lugar común donde predominan las pruebas y expiaciones. Encender un televisor y sintonizar un canal de noticias nos da de bruces con la atmósfera atribulada que predomina en este planeta y a la que no podemos sustraernos ni descendiendo a la más profunda de las simas.

Mas no nos sorprendamos. De la historia de nuestro orbe podemos extraer magníficas conclusiones acerca de lo que nos está ocurriendo. Esta no es la primera crisis por la que atravesamos y por supuesto, no será la última. El trasvase de nuestro globo hacia un espacio de regeneración no nos iba a salir gratis. Salvo la vida, que generosamente nos concedió Dios al crearnos, no conozco de otra circunstancia en que nos regalen nada, ya que está escrito en la esencia del espíritu, que todo movimiento hacia la evolución debe implicar un esfuerzo. Cuanto mayor sea el desafío, más energías habrá que desplegar al respecto. No hay distinción entre el pajarillo que aprende a volar, entre la planta que extiende sus tallos hacia la luz o entre el niño que a fuerza de caer y levantarse aprende finalmente a andar. A todos les guía el mismo fin: crecer y progresar.

Verdaderamente, la sociedad en su conjunto, permanece estancada, por lo que es preciso que arrecien estos vientos de contrariedad para que despertemos. Tiene que ser la embestida de una grave crisis como la actual, la que golpee y remueva nuestro sustrato más profundo, para así mostrarnos que la verdadera carencia no es la falta de alimentos o la reducción de salarios, la ausencia de trabajo o la injusta distribución de la riqueza. Por más que nos empeñemos, estos efectos son solo síntomas pero no es la enfermedad. Podemos enmascarar la realidad con soluciones cortoplacistas tal y como se alivia un resfriado con algunas medicinas pero el catarro no cesará hasta que nuestras propias defensas (libre albedrío) destruyan el virus que se sitúa en el origen de la actual catarsis. Esta última seguirá llamando con sus potentes nudillos a la puerta de nuestra conciencia hasta que nos decidamos a actuar desde la raíz.

¿Hace falta investigar mucho para descubrir cuáles son los principios morales mayoritarios por los que se guía la sociedad global a la que pertenecemos? Sí, ya sé que también hay personas honestas, virtuosas, pero no nos engañemos: no dejan de constituir una exigua minoría de corderos en medio de una multitud de lobos hambrientos de orgullo y egoísmo. ¿No estamos ya hartos de escuchar que hay suficiente cantidad de alimentos en la Tierra para sustentar con creces a toda la humanidad? ¿Cuántas veces hemos oído en boca de cualquier experto que la inmensa mayoría de la riqueza mundial es acaparada por las manos de tan solo unos pocos? A esto no podemos considerarlo todavía regeneración, sino pruebas y expiaciones que debemos seguir atravesando hasta que la balanza entre el bien y el mal se vaya equilibrando.

Y he aquí que hace su aparición brutal la crisis, no de un día para otro ni en un solo año, sino por un largo cúmulo de errores cosechados durante mucho tiempo y que nos estalla de pronto ante nuestro atónito pensamiento. La crisis no es tal, es un insecto que se ha colado por nuestra nariz y que no deja de molestarnos por su zumbido sobre nuestra conciencia. Dispone de todo el tiempo del mundo, no se cansa y es paciente, aguarda decisiones, pues se trata de un resorte sobre el que debemos actuar volviendo los ojos del discernimiento hacia nuestro interior.

La crisis no es de dinero sino de falta de inversión en caridad, no es de trabajo sino de déficit de empatía, no es de materias primas sino de olvido de la misericordia. Son las cadenas de la ignorancia que nos atan a una realidad esculpida sobre el mármol del individualismo y la vanidad. La recesión no es escasez de actividad económica sino carencia de autocrítica, negativa al autoanálisis, pues tan solo miramos, cual becerro de oro, hacia objetos o situaciones que en efecto, podemos palpar y tocar, pero que no llenan nuestro vacío interior.

Por eso, la crisis ha destapado nuestras penurias morales. Ese hueco ha de ser inundado por la luz de la introspección, verdadero motor que encienda en nosotros la chispa de la libertad, desatando las cuerdas que nos sujetan al materialismo y penetrando por la ventana de la espiritualidad. El cuerpo, la vida física, no son más que instrumentos y no un fin en sí mismo. Mientras no caigamos en la cuenta de ello, volveremos a pensar que la crisis se solucionará con el “tener” y no con el “ser”. Hay que descorrer de una vez las cortinas del conocimiento y dejar que entre la luz que todo lo ilumina. Al principio nos dolerá e incluso entornaremos los ojos para defendernos de tamaña claridad. Sin embargo, conforme nos acostumbremos, volveremos la vista sobre el lugar en el que nos hallábamos y una nueva realidad se abrirá ante nuestras pupilas, Verdad eterna que ha de liberarnos del cautiverio de la ignorancia. Ese día, habrá llegado el momento de no mencionar más la palabra “crisis”.

Jesús dijo que la Verdad nos haría libres. Busquémosla entonces por doquier; se asemeja a una montaña, puedes escalarla por donde quieras, no sin esfuerzo, de forma vertical o a través de senderos menos escarpados, pero al final alcanzas siempre la cima y desde allí se contempla el paisaje de un modo diferente a cuando estábamos abajo, donde carecíamos de perspectiva. Seguro que entonces, desde la cumbre, las dificultades por las que pasamos se vislumbrarán desde otra óptica.

Como espírita digo: bienvenida seas tú, crisis, hija de nuestras confusiones, si con tu irrupción haces tambalear los cimientos de nuestras flaquezas, si nos arrancas de esta maldita parálisis moral en la que estamos sumidos, si nos ayudas a avanzar con mayor presteza por el camino recto, aquel que ha de llevarnos a nuestro verdadero hogar, aquel en el que “el lobo yacerá con el cordero y el becerro y el león andarán juntos” (Isaías 11,6).

4 comentarios en «Crisis»

  1. AMIGO GOSTEI MUITO DE TUDO QUE VCÊ PUBLICOU CONSEGUISTE RETRATAR EXATAMENTE O MOMENTO QUE ESPANÃ ESTÁ VIVIENDO.QUE DIOS ABENÇOE A TODOS.

  2. O Irmão em Cristo e em Humanidade foi muito feliz nas colocações. Também acredito que seja assim!
    Abraços de uma Brasileira e Espírita.

  3. Es el retrato hablado de lo que estamos viviendo yo diria en el mundo entero. La falta de valores y principios hace que todo se vuelva un verdadero caos. Gracias Amigo Josè Manuel, por compartir con nosotros esta magnifica publicaciòn, que nos lleva a reflexionar muy profundamente. Feliz Domingo!!! Un fuerte abrazo

  4. Has estado muy bien inspirado. No se puede explicar mejor la situación actual que estamos pasando toda la humanidad.
    A ver si aprendemos a usar bien nuestro libre albedrío.
    Gracias.

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