¡Padre Celestial! Gracias por los dones que has derramado sobre nosotros, pero especialmente, gracias por habernos dado la grata compañía de nuestro espíritu custodio, sin cuya protección y guía desorientados caminaríamos.
La figura de nuestro espíritu protector, popularmente conocido como ángel guardián, lleva tantos años entre nosotros como tiempo habita el hombre en la Tierra. No existe cultura o civilización en la que no se le cite y se hable de su influencia en los actos humanos. Cuando pretendemos explicar la naturaleza de ese influjo, resulta adecuado acudir a la figura de la relación entre un padre y su hijo. Al igual que un progenitor desea lo mejor para su vástago, nuestro espíritu guardián nos aconseja en los momentos de duda, consuela en los pesares, comparte alegrías y nos sostiene frente a los avatares de la vida.
Dios quiso que desde el momento del nacimiento hasta nuestro desprendimiento del envoltorio carnal, tuviéramos un amigo que nos apoyara, incluso más allá de la muerte física o también a lo largo de varias existencias. Hemos de saber que la relación entre estos seres y sus tutelados puede extenderse a lo largo de siglos.
Después de todo, poseer un apoyo desde el plano espiritual no hace sino confirmar la existencia de una única realidad con dos dimensiones en constante interacción. Por un lado, nosotros, compelidos a evolucionar a través del paso por el plano material y por otro, ellos, invitados a continuar con su progreso desde el lado espiritual mediante el trabajo que realizan con sus queridos alumnos. Por si alguien tenía alguna duda, estos espíritus tan especiales también trabajan en pos de su senda. No se conocen datos o noticias sobre desempleo en la zona en que habitan.
Podemos vivir tranquilos ya que, antes de entrar en el vientre materno, nos eligen por afinidad, lo que no quiere decir que seamos idénticos en carácter o en evolución. Ellos han avanzado en el trayecto de la perfección más que nosotros porque la Providencia no iba a permitir impartir clases a un profesor con menos nivel de conocimientos que su alumno.
Esta labor puede resultarles grata o incómoda según las acciones que emprendamos fruto del libre albedrío. Cuando nuestro comportamiento nos ayuda en el progreso, se alegran como el que más pero se entristecen sobremanera cuando observan nuestro estancamiento y abatidos, contemplan las desviaciones en el camino hacia el bien. A veces, estos pensamientos y acciones son tan contrarios a las leyes divinas que por momentos se alejan, aunque no por ello dejan de hacerse sentir, para acercarse rápidamente a nuestra presencia en cuanto atisban en nosotros vibraciones luminosas de amor y bondad.
Su cercanía no conoce límites: en la soledad de la cárcel, quebrada tu salud en el hospital o perdido en la multitud, su aliento exhala voces de ánimo en el interior de la conciencia, alentándonos a continuar nuestro peregrinaje, a pesar del dolor con el que nos hieren las pruebas cotidianas de la vida.
Nada hay que se les escape, por lo que resulta inútil engañarles con imposturas. Para ellos, somos transparentes porque no solo ven nuestros actos sino lo más importante, la intención con que los hacemos. De ahí lo esencial que resulta establecer intimidad con ellos, para que así podamos escuchar como eco en la mente, sus orientaciones.
Con tantos espíritus de toda condición pululando alrededor de nuestro pensamiento, lo mejor es sintonizar adecuadamente la frecuencia de emisión de nuestro ángel, resultando de lo más apropiado para guiarnos por la senda evolutiva. Démosle un nombre cualquiera que nos evoque sentimientos de afecto, de modo que cada vez que pronunciemos su apelativo, acuda raudo a nuestro hombro a hacernos sentir el brazo de su consoladora presencia.
No nos desanimemos por las dificultades del destino ni pensemos que nos abandonan. Desde la cercanía, al observarnos, se angustian por nuestras luchas pero al mismo tiempo, saben que el dolor por la superación de los obstáculos es condición necesaria para el avance. Conocen con alborozo que si escapamos victoriosos de tales pruebas, saldremos fortalecidos aunque a veces, les pidamos explicaciones por su aparente “desamparo”.
No caigamos en la desesperanza. Ellos saben perfectamente que Dios no otorga a sus hijos más pruebas de las que pueden soportar. Tampoco pidamos que su influencia sea evidente. Sus sabias palabras se mezclarán con nuestras reflexiones y es bueno que así suceda para no interferir con el libre albedrío, único capaz de hacernos progresar en base a las decisiones que tomemos. Triste aparecería nuestra alma si supiéramos que alguien elige por nosotros.
¡Serenos en el transcurso del tiempo! Al poco del tránsito, los contemplaremos majestuosos a nuestro lado, como siempre, aunque ahora tengamos “vista” para distinguirlos. En tan vital trance, nos consolarán si estamos apenados, infundirán ánimos si flaqueamos, y sobre todo, nos aportarán claridad, respuestas en medio de la confusión. Cuando en ese supremo instante, roto el vínculo de la carne, podamos percibirlos, exclamaremos… ¡Yo te conozco!… y lágrimas de emoción y recuerdos ocultos aflorarán a nuestros ojos espirituales para a continuación, recibir la calidez de su abrazo acogedor respondiéndonos… ¡Bienvenido, has regresado!
Mientras llega tan ansiado momento, el del retorno a la auténtica morada, no perdamos de vista nuestro caminar, lleno de peligros pero también de retos por salvar. Porque a veces, cuando la dureza de nuestro oído hace imposible la escucha de sus palabras, se valen de nuestros amigos o allegados para decirnos ¡Ten cuidado! ¡Sé prudente! ¡Cambia de actitud!
Ellos nunca descansan en pos de nuestro bien y por eso, en algunas ocasiones, se someten al esfuerzo de susurrar mensajes de templanza para nosotros en los oídos de otros, para que estos nos los transmitan. Quizá así, su guía encuentre eco en nuestro interior, tantas veces henchido de egoísmo y vanidad.
Querido lector: atrapados en la cárcel del cuerpo, la vida física se nos muestra como incierta pero desafiante, repleta de pruebas que nos empujarán hacia nuestra mejora. Cerremos los ojos, pronunciemos con amor su nombre y examinemos la voz de la conciencia, auténtica vía Apia por la que sus palabras nos llegan. ¡Silencio íntimo, sus anuncios nos orientan, sepamos percibirlos! Dejemos un pequeño espacio dentro de la mente para albergar sus sabios avisos, fiel reflejo del proceder divino que no deja desamparada a ninguna de sus criaturas.
¿Estamos solos? ¡Jamás! Siempre preferí transitar mi senda en buena compañía. Hoy más que nunca, recibid un saludo afectuoso y hacedlo extensivo de todo corazón a vuestros hermanos custodios.
Que belleza. Me emociona leerte. Saber que ellos estan con nosotros cuando los necesitamos.
Gracias.
QUÉ MENSAJE TAN ALENTADOR ,GRACIAS POR COMPARTIRLO
CON AMOR EN LA LUZ
MA.DEL SOCORRO CASTILLO J
ESPECTACULAR ESTE MENSAJE,,Y ME ENCANTA LEER ESTOS TEMAS PORQUE ME HACE SENTIR FELIZ PORQUE SE Y SIENTO QUE ELLOS ESTAN TAMBIEN CON LOS OJITOS LEYENDO Y VIENDO MI CARA, MIL GRACIAS POR COMPARTIR TEMAS HERMOSOS DE LEER, MIS RESPETOS Y BENDICIONES DE DIOS,,BUEN DIA.
MARTHA LANGE
Este mes, en nuestro centro, hemos hablado de esta hermosa doctrina: la de los espíritus protectores o Ángeles guardianes. Sin duda un mensaje esperanzador en un mundo en el que se percibe mucho la soledad en las gentes, a pesar de estar en la era de la comunicación. Un recuerdo de que Dios no abandona a ninguno de sus hijos a su suerte. La mistad incondicional de estos seres por nosotros, sus tutelados, el amor, el cariño y el sacrificio, despiertan en nosotros una ternura indefinible y nos recuerda lo importantes que somos en este Universo maravilloso que Dios ha dispuesto para cada uno de nosotros.
Valle
Me gusta lo que dices, a mi querido y paciente amigo y hermano le llame Jacaranda, le envio todo mi amor y gratitud por tanta paciencia conmigo y por su ayuda.Gracias
Me ha gustado mucho la forma de expresar la existencia y presencia de ese hermano que nos cuida y ama tanto. Muchas veces ese saber es algo que olvidamos en el día a día o simplemente es algo que ignoramos. Hay que tener muchísima confianza con nuestro protector espiritual, intimar mucho con el, hacer una verdadera relación de amistad porque el nos conoce muy bien, algunas veces mejor que nosotros mismos, y así aprovecharemos más y mejor sus consejos y indicaciones.
exelente , muy esclarecedor ,