La muerte física

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Quizá sea este uno de los asuntos que martillea con más fuerza la mente humana, debido sobre todo a que su contestación serviría para aplacar esa tremenda ansiedad que despierta en cualquiera la cuestión de la muerte física. Por otro lado, incluso los más acérrimos materialistas terminan por preocuparse por este tema, ya que el hilo de esperanza de que todo no acaba con el tránsito, siempre está latente. ¿Será el miedo al vacío o a la nada? No hay ningún misterio en este fenómeno, ya que la conciencia, conforme transcurre  el tiempo, va avisando al sujeto de que la otra dimensión le espera. Esta  percepción de que se aproxima el óbito y de que algo nuevo nos aguarda, va  acrecentándose en la medida en la que el individuo se aproxima a su final corpóreo. ¡Pero qué sabia es la Naturaleza!

Para el que tiene fe, no caben dudas. La vida sigue, pero de un modo desconocido. Todo es un misterio. Las grandes tradiciones monoteístas arrojan un tupido velo sobre lo que sucede en esos momentos y nos desconciertan por su falta de información concreta. Es cierto que se habla de conceptos como cielo, infierno, paraíso, moradas espirituales, seres angélicos, un más allá abstracto…pero poco más y escasamente explicado.

Cuando los españoles llegaron hace más de cinco siglos a América, nadie sospechaba de la existencia de aquellos seres humanos que poblaban aquella tierra, luego denominados indios (ya que los navegantes creían en un principio que habían arribado a la India) y solo tras contactar con ellos, supieron de la existencia de una estructura social propia, de sus costumbres y de su organización. Viene bien este dato histórico para determinar de dónde procede el conocimiento que actualmente tenemos del más allá. ¿Quién mejor para explicárnoslo que sus propios habitantes?

En efecto, “esos seres inteligentes que pueblan el universo fuera del mundo material” y que no son otros que los espíritus, nos hablan a través de las diversas comunicaciones que mantienen con las personas que conocemos como médiums. Parece adecuado que sean aquellas entidades que habitan en “el otro lado” las más apropiadas para aportarnos datos de lo que en nuestro ámbito se conoce como “desencarnación” (proceso inverso a la encarnación o separación del espíritu del organismo en el momento del óbito).

Toda aquella nebulosa sobre la vida de ultratumba que las grandes religiones nos habían presentado hasta aquella fecha (excepto la certeza de que había vida tras la muerte), quedó afortunadamente despejada en 1857 con la publicación en Francia de “El libro de los espíritus”. En dicha obra, aparte de ratificarse la supervivencia del alma, se nos confirmaba cómo se producía este hecho y lo más importante, esa información nos la proporcionaban los mismos seres espirituales que ya estaban allí, viviendo en la esfera inmaterial. ¡Qué mejor fuente de información!

Supimos entonces y comprendemos ahora que la muerte no es más que el paso del alma de una dimensión a otra y que su individualidad, su carácter, se conserva plenamente merced a los mecanismos de memoria que todo espíritu lleva consigo. De no ser así, perderíamos toda conciencia de lo que hemos realizado a lo largo del periplo terrenal y esos recuerdos los vamos a necesitar para seguir avanzando en el camino evolutivo.

Averiguamos que los espíritus se nos muestran y se reconocen entre ellos porque utilizan un fluido que le es propio y que sirve para formar el llamado “periespíritu” (ropaje del alma).

La muerte nos iguala a todos, se dice, pero solo porque se trata de un fenómeno universal que a todos afecta y no porque vayamos a partir de cero una vez desprendidos de la carga material que supone el organismo. Todo lo demás aquí se queda, da igual que hayas habitado en un palacio o en una choza, que hayas alcanzado el grado de doctor o permanecido analfabeto, al fin y al cabo lo único que cuenta es lo que hayas avanzado en tu senda de progreso y que será lo que determine la naturaleza de tu próxima vuelta a la Tierra para continuar con tu peregrinaje.

Hace muchísimo tiempo que el mítico personaje Hermes Trismegisto, estableció su famoso axioma “como es arriba, es abajo” para explicar las concordancias entre las dos dimensiones de la realidad (material y espiritual). Esto resulta válido para aplicarlo a las características de los espíritus. La muerte no cambia nada, excepto la percepción de que podemos seguir existiendo y pensando sin ningún soporte físico, pero nuestra singularidad no se va a ver alterada por el tránsito. En otras palabras, el perverso, el malvado, no se va a convertir de pronto en alguien bondadoso o caritativo por atravesar al “otro lado” y a la inversa.

No existe dolor en la separación del alma del cuerpo. Parece que son más desgarradoras ciertas experiencias por las que pasamos en el mundo de la “carne” que la muerte en sí misma. Cualquier trauma que pudiera producirse en tan supremo instante queda sobradamente compensado por el placer que experimenta el espíritu cuando comienza a sentir cómo va abandonando la “cárcel” que para él suponía la materia y cómo va vislumbrando su próxima morada. Podríamos compararlo al sentimiento que un preso percibe cuando, tras años de cumplimiento, contempla la puerta que le conduce a la libertad. O a aquel, que tras largo exilio, se le permite volver a su tierra y abrazar a los suyos.

La separación de ese vínculo materia-espíritu no se produce a la misma velocidad ni resulta del mismo modo en todos los lances. Hasta en esto, como en todo lo demás, opera la ley de acción-reacción y en este sentido conocemos de personas que asisten sorprendidas a su entierro, a la lectura de su testamento e incluso en el peor de los casos, a la putrefacción de su cadáver. Esta sí que se constituye en experiencia impactante, sobre todo cuando puedes escuchar sin cortapisas, la “verdadera” opinión que tus allegados tenían de ti. No sucede así en aquellos otros cuya encarnación física ha estado marcada por la labor de sus nobles actos y la bondad de su corazón. Además de ser asistidos por otros espíritus que le dan la bienvenida, no existe mayor gozo para el alma que la tranquilidad de conciencia, al intuir que ninguna mirada escudriñadora se cierne sobre ella pidiéndole explicaciones por sus malas obras.

No está de más decir que cuanto más materialistas resulten las convicciones del afectado, más dificultoso será el proceso de separación entre su cuerpo y su alma, entre otras cosas porque lleva un tiempo el admitir una “realidad”, como es la vida espiritual, que has estado negando años y años. Por ende, aquel que ha estado convencido de que iba a seguir viviendo más allá del óbito, se moverá en un terreno más familiar y no le resultará tan extraño el poder seguir pensando y sintiendo, aun habiendo perdido el armazón orgánico.

Otro aspecto que muchos desean conocer es si dado que el espíritu sobrevive, este va a encontrarse con algún familiar anteriormente fallecido como es el caso de padres, hijos o simplemente amigos. Cada acontecimiento es único, pero en estos casos, la ley del “merecimiento” hace acto de presencia. Ni que decir tiene que los méritos contraídos por la persona a lo largo de su última existencia (ahora ya finiquitada), se constituirán en el peso principal que determine si ese espíritu recién ingresado en la nueva morada tiene posibilidad o no de ser asistido por sus seres más queridos.

Todo lo descrito hasta ahora, sucesos que acontecen justo tras la ruptura del denominado “cordón de plata” (como se le designa en las tradiciones esotéricas) tiene un nombre: turbación. El diccionario de la Real Academia
Española atribuye a este término el significado de “confusión, desorden, desconcierto” y la verdad es que esta definición nos aproxima bastante a la realidad de la situación con la que se enfrenta el alma justo tras el deceso. Sin embargo, aunque este aturdimiento es inevitable, difiere mucho en cuanto a su intensidad. La regla es clara: a mayor grado de elevación moral del espíritu con menor fuerza se manifestará ese caos posterior a la muerte. De ello se infiere, que las almas con un menor nivel de adelantamiento sufrirán con mayor magnitud las secuelas inherentes a dicha turbación. No iba a ser lo mismo despertar por la mañana tras un reparador sueño que tras una noche de pesadillas y sobresaltos. En el segundo de los casos, el atolondramiento del sujeto puede durar mucho más que en el primero.

Aparte de la intensidad de esa fase de desorientación cabe establecer su extensión en el tiempo. Su duración va a ir muy ligada al conocimiento que la persona haya desarrollado en vida de la esfera espiritual, pero sin duda, el factor más determinante va a ser su progreso moral. Alguien, cuya guía en su existencia ha sido la práctica del bien, “despertará” a la nueva dimensión con rapidez, permaneciendo en estado de turbación por poco tiempo. Ahora entendemos por qué la separación del alma del cuerpo no impide que la ley de causa y efecto siga vigente. Como bien se recalca en el Evangelio “a cada cual según sus obras”. No hay otra forma, los méritos contraídos por cada cual se disfrutan indistintamente en una u otra dimensión.

Para finalizar, yo acudiría a una expresión popular muy utilizada. Cuando quiero preparar algo a conciencia suelo decir que “me voy a hacer con el mapa de la situación”. Si voy a realizar un viaje a una tierra desconocida, en mi caso, procuraría hacerme con un plano de ese lugar, con la ropa adecuada, estudiar las costumbres de las gentes que allí habitan, saber en qué emplean su tiempo, a qué se dedican, qué tipo de clima tienen o incluso aprender algo de su lengua para saber entenderme mejor. Seguro que de este modo, mi odisea será más productiva.

Bien es cierto que hay personas que no desean hablar de estos “preparativos” y que prefieren ubicarse allí, en tan lejano paraje, “sobre la marcha”. “Cuando llegue el momento, ya sabré lo que tengo que hacer”… comentan. Tan solo cito una cuestión para que nadie la ignore. Por un lado, se trata del viaje más importante de nuestra vida y por otro, es un billete para un pasaje que no puedes eludir, al que todos estamos convocados.

Respetando la libertad de elección de cada uno, yo, para este “crucero” me prepararía adecuadamente. Al desembarcar, no van a comprobar si viajé en primera o segunda categoría, en camarote de lujo o en clase turista, sino las buenas obras realizadas a lo largo de mi periplo físico. Hay para ello una cita del Corán que describe a la perfección el tránsito del que hemos hablado:

“Cuando un hombre muere,

el que le sobrevive pregunta qué bienes ha dejado tras él.

El ángel que se inclina sobre el moribundo,

pregunta qué buenas obras ha enviado delante de él”

Vivamos agradecidos por la dicha del conocimiento que Dios, a través de los espíritus, ha puesto en nuestras manos y al mismo tiempo, seamos consecuentes con ello.

2 comentarios en «La muerte física»

  1. En general, pensamos que la Muerte es un paso que habremos de dar pero que aún queda tiempo…Lo cierto es que ésta se puede presentar en cualquier momento, incluso, ahora mismo, mientras escribo…Creemos que tendremos tiempo de prepararnos, como el que debe prepara un equipaje. Pero no es así. Toda nuestra vida terrenal no es más que una "preparacinó" para la vida espiritual y que todo tiempo perdido es irrecuperable.
    Ya no nos sirve el dicho "Nadie ha vuelto para contarlo" Porque sí lo han hecho. Los Espíritus en sus contínuas comunicaciones así lo afirman…Y no sólo nos aseguran una Vida real, en el Plano Espiritual, sino que nos dan las claves para que el tránsito y la estancia sean verdaderamente positivas y felices. Es sencillo…"Eleva tu condición moral con la educación y la práctica del Bien"

  2. EXCELENTE LA EXPLICACION …"DEL COMO PREPARARSE PARA IR A OTRO LADO "LA EXPLICACION DE LA 5TA.SINFONIA DE BEETHOVEN ES BELLISIMA …YO PERDI AMI HIJO HACE YA MAS DE 2 AÑOS …Y SE QUE LA MUERTE LLEGA EN CUALQUIER MOMENTO..ME ESTOY PREPARANDO PARA ELLO EL TRATAR DE SER BUENA PERSONA , AYUDAR A LOS DEMAS ,NO TENER PENSAMIENTOS FEOS ,NI NEGATIVOS ..TRATO DE SER MEJOR PERSONA Y PERDONAR SE QUE CUANDO LLEGUE ESE DIA …UNA SONRISA ESTARA EN MI ROSTRO Y DIRE."AL FIN "..ESTE HERMOSO DIA HA LLEGADO ..ME ENCONTRARE CON MI HIJO…CON MI PADRE….LOS QUE QUEDAN EN LA TIERRA SON LOS QUE SUFREN …PORQUE NOS EXTRAÑAN …ES ALGO NATURAL DE LA VIDA …DONDE LA MUERTE TAMBIEN ES PROTAGONISTA…OJALA QUE PUEDA TRANSFORMAR A LOS MIOS ..PARA QUE SEPAN QUE LA MUERTE NO GOLPEA LA PUERTA…A PREPARARSE ENTONCES…ES LA FORMA CORRECTA COMO LO ESTOY HACIENDO ?

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