La camiseta de algodón

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No vivimos solos. Continuamente estamos tratando con familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos… Sin embargo, me refiero más bien a la idea de creer que somos como especies de “islas” a las que los sucesos que ocurren por ejemplo a miles de kilómetros no nos conciernen. Tampoco hay que irse a tanta distancia física. Incluso los pensamientos de aquellos más cercanos terminan por afectarnos. Un día, hablando con un grupo de personas, puse como ejemplo el caso de la “camiseta de algodón”. A primera vista, la obtención de dicha prenda en un establecimiento comercial se constituía en el último eslabón de una cadena increíble de causas y efectos…

Deteniéndonos a reflexionar, es relativamente sencillo imaginar qué ha ocurrido antes del último acto que supone la compra de una camiseta. Pero veamos con un poco más de detalle todo el proceso iniciado en un pequeño país muy lejano al nuestro y donde la mente de un sujeto, decide en un momento dado y por diversas razones, la adquisición de una parcela de tierra en un campo cercano a la ciudad donde reside. Como muchos otros individuos, ha decidido progresar en la vida y para ello precisa invertir en lo que es un proyecto y convertirlo en algo más físico, más tangible. Se dirige al banco y presenta su idea al director del mismo solicitándole un préstamo que cubra tanto la posibilidad de comprar ese terreno como lo que tiene pensado hacer en él. El banquero le exige como condición previa la existencia de un aval que sirva como garantía de devolución en caso de dificultades. Nuestro personaje acaba por implicar en la operación tanto a su padre que percibe una modesta pensión como a su hermano mayor que le sirve de modelo en su vida y el cual ha obtenido un cierto éxito en la creación de algunas empresas. Finalmente y una vez superados los trámites burocráticos, el dinero es ingresado en su cuenta.

He aquí a nuestro joven, que con grandes dosis de iniciativa, decide plantar en su amplia y recién adquirida parcela, algodón. El objetivo es claro: recoger la mayor cantidad posible de este producto y que este sea de calidad para venderlo a la industria textil. Veamos ahora a algunos personajes y aspectos comprometidos en esta historia:

—En primer lugar, nuestro protagonista que es de quien surge todo el proyecto.

—Su padre y hermano, como avalistas y por ende, demás familia de ambos, tanto la de origen como la adquirida.

—El banco con su director a la cabeza, pero también quedan implicadas las demás personas que trabajan allí.

—El propietario al que le ha sido comprada la citada parcela, sin entrar en lo que este haga con el dinero que obtiene (si lo dona, si lo reinvierte, si lo derrocha…)

—La persona a la que nuestro personaje se dirige para adquirir las semillas de algodón que va a plantar en su terreno.

—El sujeto que se va a encargar del regadío de la plantación para que esta se halle en perfectas condiciones. Por supuesto que ese agua va a aparecer allí por diversos motivos. El líquido elemento llega porque alguien la conduce a la parcela, alguien ha fabricado las tuberías de conducción, otros los aspersores, alguno más ha vendido los materiales que se precisan para dicho riego como temporizadores o válvulas…

—Nuestro personaje contrata a una persona experta en abono y fertilización para que supervise todo el proceso de crecimiento del algodón de modo que la cosecha resulte óptima. También ha adquirido esos productos en tiendas agrarias especializadas en ese género.

—Asimismo se contratan los servicios de una empresa de desinsectación para asegurar la salud de la planta y evitar posibles enfermedades. Esa empresa utiliza a su vez unos productos que compra a una firma que se dedica a la investigación y elaboración de los mismos.

—Nuestro actor, una vez llegado el momento de la recogida, alquila a una empresa del ramo varias cosechadoras que van a recolectar todo el algodón. Por supuesto, esa maquinaria necesita a personas aptas para su manejo pero también a mecánicos que se encargan de su mantenimiento, a gente que les proporciona combustible para su funcionamiento. No podemos olvidar el hecho de que estos implicados tienen a su vez familia que atender y de que la remuneración que obtienen por su trabajo repercute en otros de su alrededor como el supermercado en el que adquieren comida, el cine al que van el fin de semana, la librería en la que compran el material escolar para sus hijos, la ropa que precisan para vestir, el hotel en que se alojan cuando deciden iniciar un viaje, el dentista al que semestralmente se acercan  para el cuidado de sus bocas…

—Una vez recogido todo el algodón, se necesitan varios camiones que transporten toda la mercancía a unos depósitos donde se va a almacenar el producto hasta su traslado a la industria textil con la que se ha acordado previamente la venta. Dichos camiones precisan de conductores. Estos, a su vez, tuvieron un día que examinarse para obtener ese carnet de conducir, pagaron unas clases en una autoescuela, compraron unos libros psicotécnicos de preguntas y respuestas para optimizar sus estudios y abonaron unos derechos de examen en la delegación de tráfico correspondiente.

—El almacén cuenta con unos vigilantes que velan por la seguridad de las mercancías allí depositadas. Por cierto, llevan un armamento que alguien ha fabricado, manejan unas cámaras de seguridad que alguien ha instalado allí y que en su día, una empresa creó mediante el diseño y montaje de unos trabajadores. Toman café o beben agua en unas máquinas expendedoras que hay allí ubicadas. Existen varios operarios de una empresa que se encargan de su reposición y mantenimiento.

—Existen unas máquinas denominadas desmotadoras que separan los hilos de algodón del resto de la planta recolectada para luego empaquetar el algodón crudo resultante en balas más fáciles de transportar. No está de más decir que alguien ideó, fabricó y llevó a ese almacén dicha maquinaria.

—A raíz de llegar el algodón a la industria textil, este se hila a través de unas hiladoras mecánicas. Se forman hilos de varias hebras. En algunos casos hay que cardarlas y peinarlas. Después hay que torcer las hebras de una forma u otra para obtener telas más suaves o más duras. A continuación se desarrolla todo el proceso de tejido. Por último, se procede al teñido de la prenda y en su caso, al estampado. Como es obvio, numerosas personas se encargan de realizar todo este trabajo, existiendo supervisores en esta labor que a su vez dependen de otros jefes de planta y estos de otros y así sucesivamente hasta llegar al dueño de la empresa. Por cierto, alguien también lleva la contabilidad de la misma y se encarga de confeccionar las nóminas de los  trabajadores. Se da el dato curioso de que esta sociedad cotiza en la Bolsa de  aquel país y que la subida o bajada en las acciones de la misma afecta a  miles y miles de inversores que diariamente observan su cotización. Cuando ganan dinero, consumen más, gastan más, lo que repercute en otras personas; lo contrario, cuando pierden parte de lo invertido. En este último caso, hay quien no vuelve a invertir nunca en acciones de esta empresa algodonera y procura hablar mal a todos los que conoce de su negativa experiencia con esta empresa. Alguien que trabaja en el mercado continuo se encarga de efectuar esas compras y ventas, otros asesores recomiendan o no la adquisición de esas acciones y los ordenadores con los que trabajan fueron suministrados por una marca conocida que a su vez se encarga de su mantenimiento a través de sus técnicos. Tanto en la fábrica textil como en el  gran edificio que alberga el mercado de valores, una vez llegadas las ocho de la tarde, ingresan un considerable número de personas que se dedican a su limpieza y conservación.

—Una vez elaboradas las prendas que han necesitado de la materia prima del algodón que en su día plantó a muchos kilómetros de distancia nuestro personaje, aquellas precisan ser distribuidas a las diversas tiendas y almacenes que en última instancia van a venderlas al público. Alguien previamente, ha diseñado el tipo de camiseta, su color, su terminación en cuello y mangas e incluso la clase de estampación en aquellas que la llevan. Nuevamente, camiones y furgonetas se encargan del reparto con sus respectivos conductores. Cada cierto período de tiempo, esos vehículos deben pasar por una inspección técnica que depende del Estado y que percibe unos ingresos por acreditar que se encuentran en buenas condiciones para circular. Esas cantidades, manejadas por el gobierno de turno, pueden afectar a departamentos tan variados como sanidad, educación, obras públicas, cultura, defensa, pensiones… en total, millones de almas afectadas por la recaudación que la hacienda pública de esa nación cobra para que esos vehículos que transportan nuestras camisetas de algodón puedan hacerlo con garantía.

—Escogiendo una tienda en la que se ofertan las prendas elaboradas con el algodón producido en la parcela de nuestro amigo, vemos que existe un sujeto que decide a qué precio vender las camisetas para mantener un margen de beneficio, otro que la sitúa en uno u otro estante o a  veces en el escaparate principal, otro que atiende al público y le asesora sobre el diseño y calidad del producto, otra persona que está en caja y cobra, un vigilante que rota por turnos con otros compañeros para evitar cualquier robo o incidente allí. También al cerrar la tienda, comienza la labor de varias mujeres que por la noche trabajan para que aquello esté en estado de limpieza a la mañana siguiente.

—La tienda tiene un encargado, el cual rinde cuentas ante el jefe de la misma y este ante el dueño de la franquicia.

—Un chico cualquiera que pasaba por allí ha adquirido dos de esas camisetas de diferente color y ha recibido elogios por parte de sus compañeros de clase, amigos e incluso familiares, porque le dicen que viste a la última moda y que esas prendas le sientan muy bien. Por supuesto, cada vez que le preguntan dice a otros dónde las ha comprado y muestra su felicidad por su acierto en la adquisición. Casi sin darse cuenta y mediante la técnica publicitaria del “boca a boca” está contribuyendo enormemente a la propaganda del producto.

—Como esta y otras tiendas han incrementado su facturación por la venta de las citadas camisetas, sus jefes solicitan más unidades a las distribuidoras textiles y estas a los almacenes donde se guarda el algodón y estos últimos a nuestro actor principal, el cual, sobrepasado por el incremento en el pedido de la materia prima, decide con el dinero ganado adquirir más parcelas de terreno y plantar mucho más algodón.

Todo el proceso se reinicia y vuelve a seguir los mismos pasos, aunque en esta ocasión con mayores volúmenes de trabajo y más personas implicadas…

Entonces, yo me pregunto, ¿cuántos cientos, miles o millones de personas en el mundo se ven afectadas por la original decisión que tomó nuestro protagonista en su día? ¿Y si no le hubieran dado el préstamo en el banco? ¿Y si su padre y su hermano no hubieran decidido avalarle? ¿Y si en vez de haber plantado algodón hubiera tomado la determinación de plantar árboles cítricos? ¿Y si su hijo hubiera caído gravemente enfermo y al poco tiempo hubiera tenido que vender su parcela para costear los gastos sanitarios del único hospital que puede tratar el mal de su primogénito? ¿Y si…?

Pensemos ahora en nosotros. Cualquier decisión que tomamos diariamente, por muy insignificante que nos parezca, afecta a otros, queramos o no. Dependiendo de nuestro trabajo, de nuestro nivel de responsabilidad o de nuestro carácter, influirá en mucha gente, a veces a los más cercanos pero en muchos otros casos incluso a individuos con los que jamás nos vamos a encontrar y que sin embargo, se ven involucrados en una dinámica que en su momento iniciamos. Pueden ser cientos, miles o millones, como en la historia que os he contado. El proceso es recíproco, ya que a cada instante que vivimos nos vemos afectados por acciones que otros, incluso en la lejanía, han decidido realizar.

Como conclusión, cada vez que vayamos a emprender una acción, meditemos sobre sus consecuencias. Tomad cualquier ejemplo de vuestra vida diaria y analizad las cosas. Un mal gesto, una mirada cálida, un apretón de  manos, un mal pensamiento, escuchar o ignorar a alguien o simplemente comprar una parcela para plantar algodón, desencadenan la puesta en marcha de la ley de causa-efecto o también llamada acción-reacción con todo lo que conlleva. Ya no se trata de actuar o no, lo que resulta inevitable, sino de tomar conciencia de todo el proceso y de permanecer despiertos.

Un comentario en «La camiseta de algodón»

  1. Muy interesante, ilustrativa y muy cierto lo que involucra nuestros actos en la Vida, como podemos acorde a nuestra acción, tenemos la consecuencia de el mal o el bien según fuera nuestro bien o mal vivir, causa y efecto. Intentemos siempre ser buenos sembradores de buenas ideas, buenos pensamientos y buenas acciones. Abrazo fraterno! Silvia

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