Cuántas veces no hemos oído hablar de la famosa palabra «problema» a lo largo de múltiples conversaciones con amigos, familiares o conocidos, aquella de la que hemos hecho prácticamente un tabú y a la que muchos les ocasiona incluso un intenso dolor de cabeza.
Desde un punto de vista etimológico, este famoso vocablo procede de la lengua griega y en su origen significa «lanzar hacia delante». Quizás, al principio, este término expresara algo así como un reto, una prueba a afrontar, concepción desde luego muy alejada de la connotación actual vinculada con las dificultades, los disgustos o las preocupaciones. ¡Cuántas veces hemos escuchado la típica frase «esa persona tan solo te traerá problemas» o «estás metido en un auténtico problema»! Tengo la impresión de que en estos casos, tanto el emisor como el receptor de las citadas expresiones, lo que desearían sería distanciarse de tan embarazosas coyunturas.
Vamos a distinguir claramente entre dos tipos de problemas. En primer lugar, tenemos aquellos que se derivan de la acción del libre albedrío. En estos casos, adoptamos disposiciones o emprendemos acciones que luego originan unos resultados. Si durante varias jornadas me entrego con intensidad al estudio de una determinada materia de la que luego debo examinarme, es muy probable que obtenga mejores calificaciones que si me dedico a holgazanear y dejo la tarea para la última noche previa al ejercicio. También si durante años, abuso de la ingesta de alcohol, es más que posible que a la larga, desarrolle una dependencia a esa sustancia con los resultados por todos conocidos. En estos lances, lo importante es determinar que las consecuencias obtenidas dependen directamente de la voluntad del sujeto, del uso de su libertad de elección. No cabe duda de que muchos de nuestros problemas actuales están generados por ese eslabón que vincula a unos actos con unos efectos.
En segundo lugar, se producen aquellos otros problemas que no dependen de la voluntad del individuo o que en su origen, no se generan por la toma de decisiones del sujeto en su actual existencia. Se trata de disposiciones que de alguna manera le vienen impuestas a la persona, sin que pueda ejercer un control directo sobre su aparición, atención, que no sobre su desarrollo. Es el caso de aquel que nace con la inteligencia de un genio, o de ese otro que conduciendo su automóvil con toda la prudencia del mundo, súbitamente recibe un golpe por detrás de otro vehículo que le deja en una silla de ruedas para siempre. También podríamos incluir en este apartado a la persona que nace en un país carente de recursos y que ve muy limitadas sus oportunidades de progreso en todos los sentidos, pero asimismo a ese otro que viene a la vida en medio de la abundancia material, gozando de multitud de ocasiones para evolucionar, bien por las condiciones favorables de su familia, grupo social de pertenencia o región en la que crece. Lo que distingue a este segundo grupo de problemas es que el individuo se topa con ellos, o dicho literalmente, se los “encuentra”. Otra cosa muy diferente, por supuesto, es lo que ese ser haga con esa clase de coyunturas, lo que pasaría automáticamente a englobarse dentro de la primera categoría que hemos visto.
Si el primer orden de “problemas” puede entenderse e incluso asumirse con relativa facilidad, porque se observa una línea argumental entre lo que plantamos y lo que recogemos, no ocurre lo mismo con el segundo tipo. Estos últimos son desde luego los que provocan en el sujeto un mayor grado de aflicción, una considerable incertidumbre y en muchos casos incluso rebeldía, ya que la falta de explicaciones a muchas de las cosas que nos ocurren en la vida incitan al ser humano a sublevarse frente a las “adversidades” de la existencia. Sabemos, por la ciencia de la psicología, que uno de los factores que más impotencia e irritación causan en los individuos es la falta de control sobre los acontecimientos.
Dicho esto y como estamos aquí para aportar certidumbres, guiémonos por el sentido común, que es uno de los rasgos más importantes que nos distingue como seres inteligentes. Cuando un agricultor obtiene una buena cosecha de tomates y trata de hallar una interpretación a lo acontecido, enlaza el hecho presente con sus actuaciones en el pasado (primer tipo de problemas) y que incluyen la selección de semillas a plantar, su cuidado y su seguimiento. Pero ¿qué sucede cuando por más que buscamos y buscamos, agotando todas las hipótesis, no logramos alcanzar ningún tipo de explicación válida a los sucesos que nos sobrevienen? Todos los fenómenos de la vida se rigen por la ley de causa y efecto, es decir, a cada acción le sigue una reacción o dicho de otra forma, no puede haber un efecto sin causa. Si por más que investigamos un hecho o resultado actual en nuestra biografía no podemos encontrar su causa en esta vida… en efecto, habrá que acudir a un pasado anterior a la existencia actual. No existe otra alternativa.
Así es, de forma que la lógica más pura que embarga mi mente me empuja literalmente a hablar de la reencarnación. Esta ya no es una cuestión tan desconocida o incluso rechazable como lo era hace decenios en nuestro entorno occidental. Los estudios y datos aportados por investigadores científicos tan afamados como los profesores Ian Stevenson, Michael Newton, Brian Weiss o José Luis Cabouli (entre otros) inciden claramente en que no todas las cosas que le suceden al ser humano (segundo tipo de problemas) pueden hallar su origen en esta corta vida. Es necesario remontarse algo más en el curso del río, quizá años, tal vez siglos, pero ha llegado el momento de entender por qué cierto tipo de coyunturas se “desploman” sobre nuestras cabezas cambiando radicalmente el curso de la existencia.
He aquí el misterio que aporta luz a tantos y tantos eventos que observamos por doquier. He aquí la solución a esa cadena de infinitos “porqués” que muchos de nosotros nos preguntamos ante sucesos aparentemente inexplicables que invaden nuestra realidad más cotidiana, a veces de forma cruel, otras de manera maravillosa. La ley de causa-efecto es universal y desde luego, no distingue entre esta vida y las pasadas. En otras palabras, lo que sembramos en su momento puede dar un fruto dulce o amargo mucho tiempo después. De este modo, deudas pasadas pueden esperar su cobro ahora mismo, lo mismo que un trabajo desarrollado hace mucho tiempo puede obtener sus frutos en la actualidad, aunque no tengamos conciencia de ello. Las consecuencias a las que nos enfrentamos en el presente pudieron tener su origen mucho tiempo atrás.
En mi caso, me siento mucho más tranquilo cuando alcanzo a explicar las cosas más importantes que han ocurrido en mi existencia por uno u otro motivo. Buena parte de ellas se vinculan a la primera categoría de problemas (no podemos eximirnos de las responsabilidades más recientes) pero había otras que por más que indagara no hallaba respuestas. Al admitir la posibilidad del fenómeno de la reencarnación, todo se aclaró, las nubes se disiparon y el cielo quedó despejado. Entonces, aunque al principio puse mis manos sobre mi frente porque me molestaba la luz, entendí… y de pronto me sentí más calmado.
Por todo ello, espero que cada lector también se vea invadido por esa serenidad que aporta el ir apartando con delicadeza los distintos velos que surgen en nuestro peregrinaje como seres en perpetua evolución. Como ya establecieron diferentes filósofos y sabios a lo largo de la historia, nada mejor que conocerse a sí mismo para aumentar nuestras posibilidades de transformación.
Cierto es que la aplicación de la lógica y el razonamiento a los avatares de nuestras vidas nos hacen comprender cláramente el porqué de las cosas. Que no existe un "genio" maléfico que nos persigue y nos hace desgraciados….¿No es más fácil entender que somos nosotros los artífices de nuestro destino? Claro está que también nos hace más responsables…Es cierto pero, tembién nos proporciona más tranquilidad, el saber que todo está en nuestras manos. Que si antes no sabíamos y obramos mal, ahora vivimos los resultados de aquellas malas acciones. Pero esto nos lleva a saber que tenemos el Poder…es decir, actuemos hoy de modo que las consecuencias( efectos ) que viviamos en el futuro sean todo lo positivas que puedan ser ( causas ).
Entiendo que todo esto pone en nuestras manos toda la responsabilidad de nuestras vidas, pero también, no nos engañemos, todo el Poder.
Buen comienzo de un tema tan maravilloso como extenso.
Muchas gracias.
Un gran abrazo, Aristobulo.